¿Qué es esto: exaltación del contorno, sublimación de la luz que ajusta la línea a sus límites? O, en realidad, es lo que parece: un culo que se ofrece, un atardecer sobre las nalgas o un volcán tranquilo que incendia el deseo. Rafael Navarro ha hallado en el desnudo un reino de belleza, concupiscencia e incitaciones. Su obra es una apología de la perfección y de la exquisitez constante: investiga casi siempre la presencia de la luz y la sombra sobre la carne, sobre esa piel levemente erizada y rugosa, sobre un pubis boscoso; propone un juego de piernas que oculta el cáliz de la tentación y prolonga el misterio. En Ellas I el ojo y la cámara del fotógrafo se acercan más que nunca a la piel y el resultado final es una fotografía abstracta, plena de matices, de calidades de luz y sombra, de hermosura dormida pero jamás difunta. Rafael Navarro ha logrado, paradójicamente, un efecto distanciador entre el observador y el objeto. Cuanto más cerca, más lejos, y así impone una idea de conjunto: un paisaje total esculpido con un fragmento del cuerpo. Si el luminoso destello perfila la cumbre de las colinas, en la parte inferior hay otras ráfagas que sugieren labios o claridades que se ciernen contra la noche. Ellas I es un poema sinfónico de la imagen, rotundo y exacto, la reinvención de la abstracción canónica del desnudo de mujer, que es el que concentra la magia y el éxtasis de este artista voluptuoso llamado Rafael Navarro.
Antón Castro (Fuente: Catálogo de la exposición «Mirar al mundo otra vez. Galería Spectrum Sotos, 25 años de Fotografía)
Créditos fotografía:
Rafael Navarro (Zaragoza, 1940)
Ellas I, 2000. Gelatino bromuro de plata. 80 x 160 cm. Colección del artista.