La presente exposición, que conmemora el milenario del nacimiento del Santo, se centra en uno de los muchos aspectos por los que su monasterio ha adquirido prestigio internacional, la producción de obras de metal y esmaltes de finales del románico.
Como tantas veces sucede en la Alta Edad Media, y la falta de fechas del claustro y la escasa certeza sobre la existencia de un taller propio de esmaltistas son una muestra, no disponemos de los datos de los que hubiéramos deseado disponer. Así, calculamos que Domingo Manso, el futuro Santo Domingo de Silos, debió nacer hacia el año mil. Se cumple ahora más o menos el milenio de su nacimiento. De los años en que vivió y fue abad de San Sebastián de Silos queda muy poco. Es de lo que significó a partir de su muerte de lo que podemos hablar con mayor conocimiento. Un monasterio y su claustro, como no sea en sí mismo, es imposible que forme parte de una exposición. Nos queda en cambio el recuerdo de la fabricación de los esmaltes tardorrománicos y su relación con la prolífica producción lemosina.
¿Qué se pretende entonces con una muestra que se llama De Limoges a Silos? Seguramente varias cosas. En este caso, primero, poner de manifiesto que antes o contemporáneamente al trabajo en Limoges o en Silos, existieron otros talleres al norte (área mosana en especial), en Italia o en la misma Francia (Conques). Luego se ha deseado hacer una presentación breve de Limoges, que dé paso a la parte más amplia: la exhibición de las piezas lemosinas que fueron hechas para los reinos peninsulares, se adquirieron o donaron aquí, o llegaron por otros diferentes caminos y se conservan en iglesias y monasterios. Tampoco faltan las que durante un tiempo se encontraron en cualquier iglesia hispana, desde donde han emigrado a museos extranjeros. Se pone de manifiesto así, el capítulo tan importante de la historia del arte medieval que escribieron los esmaltistas lemosinos con esa producción inmensa difundida por toda Europa, máxime teniendo en cuenta cuántas obras no se exponen y cuántas se han perdido. A continuación se exhiben esmaltes que bien tienen que ver con el problemático taller silense, bien podrían proceder de otro desconocido ubicado en algún lugar peninsular. El centro de interés lo constituyen todos los objetos que se relacionan con Santo Domingo. Por fin, desaparecidos estos artistas, la producción continúa en Limoges y, aun sin excluir cierto conservadurismo, se va haciendo gótica. A través de muy pocas pero importantes obras se pone de manifiesto este cambio y con él concluye la exposición (Joaquín Yarza Luaces).