Arte románico

Pila bautismal de la Colegiata de Santa Juliana (Santillana del Mar). Fotografía: Miguel Moliné
Pila bautismal de la Colegiata de Santa Juliana (Santillana del Mar). Fotografía: Miguel Moliné

Bajo la torre de la colegiata de Santa Juliana de Santillana del Mar se conserva una pila románica, considerada una de las mejores de este estilo en Cantabria, junto a las de Bareyo y Santoña. Más monumental que aquéllas, sin embargo su estado de conservación es bastante peor, dado que está realizada en piedra arenisca que se ha ido erosionando con el paso de los años. Todas ellas comparten una misma cronología, pues se hicieron entre las postrimerías del siglo XII y los inicios de la siguiente centuria.

La pila debió ubicarse en el lugar donde podemos verla en la actualidad en 1734, a raíz de la construcción del coro bajo de la colegiata. En ese momento se solicitaron los servicios del maestro de cantería Pedro de Cereceda para determinar si dicha obra haría peligrar o no la fábrica de la iglesia, dado que los vecinos de la villa de Santillana habían denunciado que la construcción del coro no sólo era innecesaria sino que, además, ocasionaría graves perjuicios al templo. Entre ellos citaban la ruptura de pilares y columnas, así como la apertura de la torre en su parte baja con el fin de albergar la pila bautismal que, además, podía sufrir graves desperfectos en su traslado. Finalmente, Pedro de Cereceda trazó un nuevo coro, cuya construcción debió traer consigo el traslado de la pila bautismal a la zona inferior de la torre, donde se encuentra hoy en día.

Presenta forma troncocónica, con boca rematada con una banda de entrelazo vertical y base ligeramente abultada y decorada con un motivo de sogueado. Lo más interesante de esta pila es el relieve del frente donde se esculpe, en rehundido, a Daniel entre dos leones que, en actitud sumisa, le lamen los pies, mientras el profeta bendice con una mano. Esta interpretación iconográfica está plenamente aceptada en la actualidad, si bien, a lo largo del tiempo se han barajado otras hipótesis como la que sostuvo Ortiz de la Azuela, quien afirmó que lo allí representado era un símbolo del bautismo. Asimismo, otros historiadores han querido ver en ese relieve la representación alegórica de la vida de la Gracia, con dos ciervos bebiendo de la fuente de la Vida y el alma del cristiano que surge de ella.

Esta pieza ha sido atribuida al artista que talló los capiteles del lado meridional del claustro, considerados lo mejor de toda la colegiata, pues ambos se hicieron por los mismos años y comparten una estética similar.

En fechas semejantes se realizaron los relieves del tímpano de la iglesia de Santa María de Yermo, que comparten elementos comunes con algunos capiteles del claustro de Santillana. Este hecho, sumado a la proximidad geográfica entre ambos templos, ha llevado a concluir que es más que probable que en ambos edificios trabajar un mismo maestro.

Podría tratarse de Pedro de Quintana quien, de manera excepcional, aparece referido como autor de la decoración de Yermo en una inscripción que se sitúa a la entrada de la iglesia. Quintana no sólo trabajaría en Yermo, sino que también sería el artífice de los relieves del claustro de la colegiata de Santillana y de su pila bautismal.

Fuente: La pieza del mes (Aula de Patrimonio Cultural, Universidad de Cantabria). Texto de Isabel Cofiño Fernández, doctora en Historia del Arte por la Universidad de Cantabria.

Capitel de la «Creación de Adán».  Claustro de la Colegiata de Santa María la Mayor (Alquézar, Huesca). Fotografía: Miguel Moliné.
Capitel de la «Creación de Adán».  Claustro de la Colegiata de Santa María la Mayor (Alquézar, Huesca). Fotografía: Miguel Moliné.

Entre los capiteles que adornan las columnas del Claustro de la Colegiata de Santa María la Mayor (Alquézar, Huesca), suele destacarse el que muestra el llamado «Sacrificio de Isaac»: Dios puso a prueba a Abraham pidiéndole que sacrificara a su hijo Isaac. Llegados al lugar elegido, Abraham construyó un ara, amontonó leña, ató a su hijo y se dispuso a cumplir su palabra, momento en el que un ángel detuvo su brazo, mostrándole un carnero enviado por Dios para que realizara con él el sacrificio (Génesis 22: 1-19).

Sin embargo, hay otro capitel que destaca entre todos porque en él se representa a la Trinidad de una forma única dentro del estilo románico. Se le denomina de la «Creación de Adán». Dios es esculpido con una figura de tres cabezas para mostrar de forma didáctica el Misterio de la Trinidad e infundiendo el alma mediante el contacto de su dedo índice derecho en el oído izquierdo de Adán. La escena se inscribe en el interior de una mandorla sustentada por cuatro ángeles colocados en posición invertida para amoldarse al volumen lateral del capitel. El capitel conserva parte de su policromía original en color rojizo.

Interior de la Iglesia de San Andrés (Abay). Fotografía: Miguel Moliné.
Interior de la Iglesia de San Andrés (Abay). Fotografía: Miguel Moliné.

Abay es un pueblo situado a 775 metros de altitud, en el centro de la «corona» de Abay, en una amplia explanada entre los ríos Aragón y Lubierre sembrada de campos de cereal. Pertenece a Jaca desde 1963, aunque desde 1834 fue un municipio independiente que incorporó Aseara (1845), Banaguás y Guasillo (1862), y Araguás del Solano y Caniás (1944). En 1495, el fogaje (censo) del Reino de Aragón daba a Abay 13 fuegos. Su población creció desde finales del siglo XVIII, alcanzó 173 habitantes (1857) y se fue reduciendo hasta llegar a 24 en 1991. En 2003 tenia 53.

Su existencia está atestiguada desde el año 1030. Se conocen nombres de «seniores» (Alón, Blasco Jimenez, García Blasco) que, durante el siglo XI, detentaron en tenencia el lugar, propiedad del rey de Aragón. El conde Sancho Galíndez, señor de Atarés tuvo propiedades en Abay, que donó a Santa María de Iguácel y al monasterio de San Juan de la Peña en sus testamentos de 1063 y 1080. En cuanto a la iglesia, existe un documento en el que consta que fue donada por Ramiro I a la catedral de Jaca, pero se trata de una falsificación del siglo XII realizada con el fin de legitimar los derechos del obispado de Jaca (a finales de dicho siglo Abay dependía del obispado de Huesca-Jaca). En 1830 el lugar consta todavía como de señorío eclesiástico.

La iglesia parroquial de San Andrés es un sobrio edificio de piedra que fue restaurado y recuperado para el culto en 1990. Del primitivo templo románico, de planta poco habitual (una nave con estancia adosada al sur), se conservan los dos ábsides y el arranque de la torre (su acceso es visible en el interior). La iglesia fue ampliada a tres naves en 1575. Entonces se labró la nueva portada clasicista y se recreció la torre (dejando oculto el ábside lateral románico). En el siglo XVIII se abovedaron las naves. La iglesia alberga un pequeño museo de arte sacro en el que se exponen la teca (relicario de consagración), cruz procesional (la más antigua de Aragón) y crismón de la iglesia románica, además de una talla de la Virgen con el Niño (siglo XIII), que puede proceder de la pardina de Arnasillo, y varias pinturas murales góticas de Huértalo).

Muy cerca se levanta la ermita de la Asunción. Fue edificada en 1781, quizá sobre otra románica, con las limosnas que, según tradición, recolectaba un ciego llamado Jerónimo Piedrafita, vecino de Abay. Conserva dos buenas pinturas de fray Manuel Bayeu, datables en 1792. Nada queda de las ermitas de Santa Columba, Arnasillo y santos Cosme y Damián (pardina de San Cos). Próximo a la población, en el antiguo camino de Jaca a Berdún, se alza un bello ejemplar de crucero de piedra.

En Abay sorprende la disposición diseminada de sus edificios sobre el llano. La arquitectura muestra los usos tradicionales de la zona: construcción en piedra, tejados de losas con chimeneas troncocónicas coronadas por espantabrujas, casas con patios, bodegas y leñeros, pajares y bordas en las eras. etc. Algunas son: Casa Juan Ramón. Roldana, Benita. Bernardo (siglo XVIII), Gabriel. Juan José, Angela, Fabián, Pedro, Pelao. Pablo y Sastre. Conserva las antiguas escuelas, edificio aledaño al ayuntamiento, recuperado como Casa Social, así como el horno de pan.

Ábside de San Martín en Fuentidueña

Ábside de la Iglesia de San Martín de Fuentidueña (Segovia, España), ca. 1175–1200
The Cloisters, The Metropolitan Museum of Art (Accession Number: L.58.86a–f).


Rodeada de poderosas murallas de piedra y custodiada por un castillo, la ciudad fortificada de Fuentidueña se estableció hacia el siglo XI en el valle del Duero, una disputada región fronteriza entre los territorios de la Península Ibérica gobernados por cristianos y musulmanes.

A finales del siglo XII, tras la conquista definitiva de esta región por las fuerzas cristianas, los habitantes de Fuentidueña construyeron la iglesia de San Martín junto a una maciza puerta que regulaba la entrada de los visitantes a la ciudad. El ábside de la iglesia, con sillares de piedra tallada y esculturas arquitectónicas, fue construido y decorado en el estilo románico utilizado en toda la Iberia gobernada por los cristianos, así como en la mayor parte de Europa occidental, en esta época. Al adoptar el estilo predominante en la cristiandad occidental, los constructores de la iglesia transmitieron las lealtades religiosas, políticas y militares de Fuentidueña a todos los que cruzaban la puerta.

El ábside de San Martín de Fuentidueña, obtenido en préstamo a largo plazo de España en 1957, fue desmontado y reconstruido en The Cloisters para crear esta galería con aspecto de capilla, que se abrió al público por primera vez en 1961. Esta es la narración oficial; la verdadera difiere bastante: Mr. Marshall venía a expoliar iglesias románicas.

Fotografía: Miguel Moliné. Localización: cripta Iglesia de Santa María (Aínsa, Huesca). Fecha: 27/07/2017. Cámara: Nikon D80 - Distancia focal (DX): 18 mm - Diafragma: f/3.5 - Velocidad de obturación: 1/2.5s - Sensibilidad ISO: 400.
Fotografía: Miguel Moliné. Localización: cripta Iglesia de Santa María (Aínsa, Huesca). Fecha: 27/07/2017. Cámara: Nikon D80 - Distancia focal (DX): 18 mm - Diafragma: f/3.5 - Velocidad de obturación: 1/2.5s - Sensibilidad ISO: 400.

La villa de Aínsa, sita en la comarca del Sobrarbe (pirineo oscense), cuenta con un casco antiguo que fue catalogado como Conjunto Histórico-Artístico en el año 1965. Destaca en él la Iglesia de Santa María de siglo XII (Guía digital del Arte Románico; parte I - parte II - parte III), uno de los mejores ejemplos del románico del Alto Aragón.

Bajo su ábside hay una cripta que fue descubierta durante la restauración del templo. Destruida durante la Guerra Civil, fue asimismo restaurada junto al resto del conjunto. Seis capiteles son originales y el resto reconstruidos, por lo que aparecen marcados con una «R». Las bóvedas, totalmente arruinadas, han sido rehechas en su totalidad a partir de hormigón armado y ladrillo.

Cabecera de la Iglesia de San Bartolomé
Localización: detalle de la cabecera de la Iglesia de San Bartolomé, Larrosa (Huesca) - Fecha: 26/jul/2013 - Cámara: Nikon D80 - Distancia focal (DX): 38 mm - Diafragma: f/6.3 - Velocidad de obturación: 1/60s - Sensibilidad ISO: 200.

La construcción del embalse de Yesa conllevó la expropiación de terrenos y la desaparición de los pueblos de Ruesta, Tiermas y Escó. Otros, como Larrosa, Villanovilla, Bescós de Garcipollera, Bergosa, Acín, y Yosa de Garcipollera en el valle de la Garcipollera, se vieron afectados ya que también se expropiaron terrenos para replantar pinos con la finalidad de evitar la colmatación del vaso de la presa.

Larrosa, compuesto en aquellos años por 18 casas y con un censo de 100 habitantes, quedó desierto, olvidado y engullido por la maleza. Se puede acceder a él por la carretera de La Garcipollera, desde Castiello en dirección este. Pasado el poblado de Acín, y cruzando el río Iguácel, se debe tomar una pista a la derecha que nos lleva en media hora al antiguo poblado.

Entre los innumerables pueblos abandonados en la provincia de Huesca, Larrosa destaca por la iglesia de San Bartolomé que data del último tercio del siglo XI y que conserva su ábside románico:

La parte más destacada es la cabecera, pues el resto de la iglesia sufrió grandes modificaciones en la época Moderna, que desfiguraron su aspecto original sin aportar, aparentemente, nuevos elementos específicos de interés.
La cabecera está realizada en sillarejo, y recorrida en su parte superior por un friso de baquetones, bajo el que se desarrolla una hilera de arquillos de tipo lombardo, con factura tosca mediante dovelas de desigual longitud. En la parte central del ábside hay una ventana en arco de medio punto con doble derrame.
Ver Ficha elaborada por el Sistema de Información del Patrimonio Cultural Aragonés.

En 1985 fue limpiada y consolidada gracias al trabajo de la Asociación Sancho Ramírez, pero desde entonces nada se ha hecho para conservarla. Debido a su abandono, la Asociación Hispania Nostra la incluyó en 2012 en su Lista Roja del Patrimonio: «En proceso de ruina por abandono. Cubierta de la nave hundida y parte de la cubierta de la torre. Daños por vegetación. Conserva íntegro su ábside semicircular con bóveda de horno del segundo cuarto del siglo XI».

Fotografías del pueblo de Larrosa tomadas el 26 de julio de 2013:

Ermita de Santa María de Iguácel: Pintura al temple sobre madera de pino, principios del siglo XIII (h. 1300-1315)

Románico, principios del siglo XIII (h. 1300-1315).
Pintura al temple sobre madera de pino.
Procede de la ermita de Santa María de Iguácel.


Esta obra románica fue dada a conocer internacionalmente en 1928 por el historiador norteamericano Arthur K. Porter. Sin embargo, pocos años después el antipendio desapareció y resultó imposible de localizar hasta que, durante las obras de restauración de la ermita de Santa María de Iguácel, en 1977 se decidió retirar la tarima de la ermita y se descubrió el frontal boca abajo en la zona del altar.

Esta circunstancia explica en parte el deterioro que ha sufrido la pintura. Pese a ello, todavía se pueden apreciar perfectamente las escenas representadas, que forman un ciclo dedicado a la vida de la Virgen (titular del templo). Se trata de un tema poco habitual en la pintura románica, que cobra auge a partir del siglo XIII con el desarrollo del culto mariano.

La composición se divide en ocho viñetas organizadas en dos registros. Iniciando la lectura en la esquina superior izquierda, encontramos la escena de la Anunciación, seguida de la Duda de José. Debemos omitir la parte central para continuar al otro lado, donde veremos a María e Isabel abrazadas conforme a la iconografía habitual de la Visitación. A continuación, la franja superior culmina en una escena doble: en un paisaje rocoso y de clara influencia bizantina, al fondo se desarrolla el Anuncio a los Pastores, mientras en primer plano tiene lugar la Natividad. El registro inferior ha de leerse de derecha a izquierda, y en él encontramos representadas la Adoración de los Magos y la Presentación de Jesús en el templo. El relato finaliza en la parte central del antipendio, donde la acción se desarrolla de abajo a arriba: tras la Dormición de la Virgen (siguiendo el modelo bizantino de la Koimesis), su alma, que ha adoptado forma infantil, se eleva a los cielos en brazos de su Hijo.

Debido a la sorprendente expresividad de los personajes, algunos autores como Joan Sureda han propuesto para el frontal de Iguácel una cronología más próxima al Gótico. Destacan también los detalles anecdóticos introducidos por el pintor, como vemos en la escena de la Natividad: dos comadronas asisten a la Virgen mientras, al fondo, el Niño tiene su cuerpo completamente fajado de acuerdo a una costumbre medieval que buscaba evitar malformaciones en los bebés.

El autor quiso que este emulase el aspecto de una rica pieza de orfebrería. Prueba de ello son las cavidades que pueden observarse en el marco del antipendio, que probablemente estuvieron rellenas de esmalte para imitar el engaste de piedras preciosas. Los fondos dorados con relieves y el uso de brillantes colores (como el rojo y el azul) también pretendían reforzar esta impresión de suntuosidad.

Fuente texto: Museo Diocesano de Jaca.

Iglesia de San Adrián de Sasabe
Localización: Iglesia de San Adrián de Sababe (Borau, Huesca) - Fecha: 04/01/2007 - Cámara: Nikon D80 - Distancia focal (DX): 70 mm - Diafragma: f/6.3 - Velocidad de obturación: 1/125s - Sensibilidad ISO: 200.

La historia de la iglesia de San Adrián de Sasabe, de origen visigótico, está llena de misterios y leyendas que vinculan su emplazamiento con fuerzas telúricas. Se sabe que formó parte de uno de los monasterios más importantes de la historia de Aragón y que fue sede de la Diócesis de Huesca mientras la ciudad estuvo bajo dominio musulmán.

Según la leyenda, este monasterio fue una de las ubicaciones del Santo Grial en el Pirineo en su viaje a San Juan de la Peña y posteriormente a la Catedral de Valencia. A mediados del siglo XI (1050), Ramiro I reformó el cenobio, cuya ubicación en la confluencia de los barrancos Calcil y Lupán, nacimiento del río Lubierre, ha sido históricamente un foco de problemas para su conservación. Las habituales avenidas del curso fluvial dejaron prácticamente enterrado durante siglos el edificio, que no fue rescatado hasta los años 1957-1961. Cuatro años después fue declarado Monumento Nacional.

El edificio es de una gran austeridad y sencillez. Consta de nave única con techumbre de madera cerrada en ábside semicircular de bóveda de horno. En San Adrián de Sasabe es posible apreciar con claridad las relaciones entre el románico jaqués y el lombardo, sobre todo en el exterior del ábside y en la portada principal. En ambas se utilizan relieves ornamentales como las palmetas o el ajedrezado, típico elemento del románico jaqués, extendido posteriormente a través del Camino de Santiago.

El Gobierno de Aragón promovió entre los años 1990 y 2005 diversos trabajos de restauración que se centraron en la consolidación de la cubierta y de parte de sus muros, así como de los muros de la torre. También se recuperaron las tres puertas de acceso y se realizaron trabajos en la cubierta y las fachadas. Fue declarado Bien de Interés Cultural de Aragón en febrero de 2004.

Más información en La Guía digital del arte románico.

Reconstrucción del coro del Maestro según Ramón Otero y Ramón Yzquierdo Perrín. Santiago de Compostela, Museo Catedral
Reconstrucción del coro del Maestro según Ramón Otero y Ramón Yzquierdo Perrín. Santiago de Compostela, Museo Catedral

El proyecto del Maestro Mateo para la catedral de Santiago de Compostela incluyó la construcción de un coro de granito que ocupaba los primeros tramos de la nave central, en cuyo programa iconográfico continuaba el mensaje apocalíptico y salvífico del Pórtico de la Gloria.

A lo largo del suglo XVI, cambios litúrgicos, modificaciones en la reglamentación capitular y las disposiciones del Concilio de Trento hicieron que el coro perdiese parte de su funcionalidad; sobre todo, a partir del nombramiento de Juan de Sanclemente como arzobispo de Santiago en el año 1587. En los años siguientes, el cabildo accedió a los deseos del prelado y planteó la realización de reformas en la sillería mateana, hasta que en 1599 dispuso que se realizaran determinadas obras. Esto hizo que se comenzara a derribar en los primeros días de 1604 el coro del Maestro Mateo.

Tras su derribo, algunas piezas del coro se reutilizaron en otros lugares de la catedral y otras muchas se emplearon como simple material constructivo en diversos proyectos que, en aquel momento se llevaban a cabo en la catedral.

En las primeras décadas del siglo XX comenzó el interés por el coro mateano, sobre todo a partir de la identificación y los hallazgos de diversos elementos pertenecientes a este conjunto. En 1978, unas obras realizadas en la parte superior de la escalinata del Obradoiro permitió la recuperación de un buen número de restos y, con ello, incentivó el trabajo de investigación acerca del mismo.

A partir de los estudios publicados por los profesores Otero Túñez e Yzquierdo Perrín y con el mecenazgo de la Fundación Barrié, en 1999 se inauguró en una nueva sala del Museo Catedral de Santiago una reconstrucción parcial hipotética del coro, en concreto de diecisiete sitiales de la sillería alta, de su cabecera y de un tramo de la cerca exterior, que se completó, además, con otras piezas escultóricas en exposición permanente en el mencionado museo. Todo ello permite aproximarse a una obra clave en la historia de la catedral que complementaba y formaba un todo unitario con el Pórtico de la Gloria.

Catedral de Jaca
Catedral de Jaca

Se daba por sentado que la de Santiago fue la primera catedral románica de España, pero ese privilegio es cuestionado hoy en día. En los últimos años, varios historiadores han puesto en duda que la de Jaca comenzara a construirse por encargo de Sancho Ramírez y afirman que fue a instancias de su padre, Ramiro Primero. La diferencia en años no llegaría a dos décadas, pero para la historia supondría considerar la de Jaca como la primera catedral románica de España, por delante de la de Santiago de Compostela, ya que el inicio de la obra sería hacia el 1.060.

El último en defender dicha cronología es el Catedrático de Arte Antiguo y Medieval por la Universidad Autónoma de Madrid, Isidro Bango Torviso:

Más información en Radio Huesca: ¿Fue la de Jaca la primera catedral románica de España?.