En un artículo publicado hoy en el 'El País' con el título Siglos de Historia en un fondo estatal, la periodista C. Serra, se apunta a la moda de la manipulación histórica cuando nomina confederación catalano-aragonesa a la Corona de Aragón.
¿Cuántas veces será necesario repetir lo obvio? Desde el punto de vista de la técnica constitucional, la Corona de Aragón fue una “unión real”, y por tanto no llegó nunca a ser ni una “confederación” ni menos aún una “federación”. Y, por supuesto, jamás fue una “confederación catalano-aragonesa”.
La Corona de Aragón no puede ser calificada como confederación catalano-aragonesa porque, en primer lugar, fue el Condado de Barcelona -y no reino, ni principado- el que se integró en el Reino de Aragón a través del matrimonio de Ramón Berenguer IV con Petronila, hija de Ramiro II el Monje. Ramiro II cedió a Ramón Berenguer el reino, o sea, la función real y el gobierno pero no el título, ya que Ramiro no abdicó. Conservó el título de rey que, a su muerte (1154), heredó su hija Petronila. En aquellos años, las mujeres tenían vedada la función real pero no así la transmisión del título real y, por ello, haciendo uso de tal derecho, Petronila cedió en vida (1164) el título de rey a su hijo Alfonso II (1157-1196), dos años después de la muerte de su esposo. Los herederos de Ramón Belenguer IV adoptaron los títulos de rey de Aragón y conde de Barcelona, con lo cual el último título queda en segundo plano y prácticamente postergado. En el reino de Alfonso II el título del condado de Barcelona (no ya el de Cataluña, que no significa nada entre los títulos de los reyes) pasa a segundo lugar, y en los reinados sucesivos cada nuevo reino que se añade a la Corona le hace retroceder un puesto más. Así, Jaime I lo ostentará como cuarto título, ya que era rey de Aragón, de Mallorca y de Valencia y conde de Barcelona.
En segundo lugar, porque hasta Jaime I no se puede hablar de Cataluña. Para empezar, recordemos que «en el año 987 de nuestra era, Catalunya no existía. No tenía ese nombre, no había aparecido aún la lengua catalana, y tan sólo había perdidos al nordeste de la península ibérica, una serie de pequeños condados: Ausona, Gerona, Besalú, Barcelona, que dependían, sin unidad jurídica ni histórica entre sí, del rey de Francia unos, y del conde de Tolosa otros: Urgell, Ribagorza, Pallars… Todos ellos eran producto de las conquistas de los francos a los moros, siendo en principio bien constitutivos de la ‘marca gotia’ y después de la ‘marca hispánica’. Nunca se les denominó ‘marca catalana’ y hasta 1258, fecha del Tratado de Corbell entre Luis de Francia y Jaime de Aragón, subsistió un vasallaje, al menos nominal, entre ellos y Francia» (Conferencia pronunciada por el catedrático de Metafísica de la Universidad de Barcelona, D. Francisco Canals Vidal en el Club Siglo XXI; Madrid, 1988).
Sólo con Jaime I (1208-1276) los tres condados de la antigua Marca Hispánica que aún permanecían separados del condado de Barcelona, el de Ampurias, el de Urgel y el de Pallars Subirá, salen fuera de la órbita francesa (En 988, el condado de Barcelona con Borrell II se había desvinculado de la Corona francesa al no acudir el rey francés Hugo Capeto en su ayuda frente a los sarracenos). Jaime I firmó en 1258 con el rey de Francia Luis IX el Tratado de Corbeil, por el que el rey francés renunciaba a sus pretensiones feudales, mientras que Jaime I renunciaba al sur de Francia, salvo a su Señorío de Montpellier. Por tanto, es con Jaime I cuando se puede hablar de Cataluña y no desde Wifredo el Velloso. ¿Cómo se puede hablar, por tanto, de una confederación catalano-aragonesa, si Cataluña era un feudo francés, precisamente en la época de mayor auge de la Corona de Aragón?
El vínculo entre los diversos reinos, condados y señoríos era la Corona –“unión real” (y no una confederación catalano-argonesa)– y buena prueba de ello es la fórmula que Jaime I, tras su entrada triunfal en Valencia el 28 de septiembre de 1238, emplearía en sus decretos: «Nos Jaime, por la gracia de Dios, rey de Aragón, de Valencia, de Mallorca, conde de Barcelona y señor de Montpellier…» ¿Alguien puede explicar dónde esta la susodicha confederación cuando el condado de Barcelona aparece en penúltimo lugar?
Pese a quien le pese, el vínculo que unía a los diversos reinos, condados y señoríos era la Corona, es decir, la "unión real" y no una confederación catalano-aragonesa. ¿Cuántas veces habrá que repetirlo? ¿Hasta cuándo vamos a tolerar la manipulación de la Historia?
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Pero la manipulación va aún más allá: en los colegios aragoneses, los niños de 2º de Secundaria que estudien Geografía e Historia con el libro de ANAYA se encontrarán con las mismas falsedades: confederación y unión de Aragón con Cataluña (pulsar en la imagen para ampliar) ¿Cómo se va a unir nadie con Cataluña si ésta ni siquiera existía?
Nota: La imagen ha sido tomada de la página 243 del libro de texto "Geografía e Historia" (ANAYA) de 2ª de Secundaria.