Polonia (I): Cracovia
Ha bastado un cuarto de siglo para que en la ciudades polacas haya desaparecido casi por completo la estética soviética, y esa es sin duda la primera impresión que recibe el visitante al pisar tierra polaca. Su semejanza a cualquier urbe de Europa Occidental es notable y su incorporación a la Comunidad Europea solo ha acelerado ese acercamiento. No obstante, aún permanecen rasgos distintivos de la época comunista como el tranvía y los parques; ambos elementos formaban parte del ideario urbano de los soviets y les da un aspecto romántico.
Nuestro viaje comienza en Cracovia, antigua capital del Reino y considerada aún hoy en día por muchos polacos como el corazón de su tierra. Para fortuna de sus visitantes, los nazis se limitaron a saquearla pero la mayor parte de su legado arquitectónico y artístico se salvó de la destrucción, y su centro histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1978.
Por desgracia, uno de los mayores activos culturales de la ciudad, la comunidad judía, prácticamente desapareció tras el genocidio cometido por los nazis. También aquí, al igual que en Varsovia, se alojó a miles de judíos en una pequeña zona de la ciudad (el gueto) mientras otros tantos eran expulsados de la ciudad a comunidades cercanas o llevados a campos de concentración. El gueto fue liquidado finalmente el 14 de marzo de 1943. Casi resulta doloroso pasear por las mismas calles que se recrean de forma sublime en La lista de Schindler.
El sector turístico se encuentra en pleno auge y sus calles acogen unos ocho millones de visitantes al año. El recorrido por la ciudad comprende la ciudad medieval, la Plaza del Mercado, la Torre del Ayuntamiento, sus parques, la Barbacana, la fortaleza de Wawel, la Catedral gótica de San Wenceslao y San Estanislao, la Basílica del Corpus Cristi, el barrio judío de Kazimierz y sus dos sinagogas (la Vieja y la de Remu).