ETA (Continuación)

En cuanto a la lucha terrorista, sigo sin comprender el cambio de estrategia impulsado por el PSOE cuando la actual estaba funcionando razonablemente bien. Del nuevo pacto destaco el párrafo más problemático: "Por eso, y convencidos como estamos de que la política puede y debe contribuir al fin de la violencia, reafirmamos que, si se producen las condiciones adecuadas para un final dialogado de la violencia, fundamentadas en una clara voluntad para poner fin a la misma y en actitudes inequívocas que puedan conducir a esa convicción, apoyamos procesos de diálogo entre los poderes competentes del Estado y quienes decidan abandonar la violencia, respetando en todo momento el principio democrático irrenunciable de que las cuestiones políticas deben resolverse únicamente a través de los representantes legítimos de la voluntad popular". ¿Qué condiciones? ¿qué actitudes? ¿una tregua? ¿un período de inactividad? ¿un año sin poner bombas?. Más preguntas: ¿qué se negociará? ¿la excarcelación de los presos? ¿rebajas de las penas? ¿medidas de gracia para quienes no estén implicados en delitos de sangre?. Muchas preguntas pero ninguna respuesta. En realidad, el Parlamento español se ha limitado a entregar un cheque en blanco al Sr. Zapatero para que lo use y lo cifre en los términos que mejor le parezcan o más le convengan. Inaceptable se mire por donde se mire porque los españoles tenemos derecho a conocer, como mínimo, qué propuestas se plantearían en una hipotética negociación. No me gustaría acabar el comentario de hoy sin ofrecer MIS PROPIAS RESPUESTAS.

Si ETA-Batasuna renuncia a la violencia de forma pública y decide deponer las armas o bien no intenta cometer ningún atentado durante, al menos, dos años, autorizo al gobierno de España a negociar con la banda terrorista en los términos siguientes:

ETA-Batasuna se compromete a:

  1. Entregar todas las armas, explosivos y demás material susceptible de ser utilizado en actos terroristas.
  2. Facilitar la labor de la Justicia. Todos los componentes de la banda terrorista que hayan participado en actos delictivos se entregarán a la Justicia de forma que todas las causas judiciales pendientes de resolver se puedan esclarecer. Los que no hubieran participado en atentados donde se produjesen heridos o muertos, podrán acogerse al punto 2.4.
  3. Entregar tanto los recursos monetarios como cualesquiera otros - casas, pisos, vehículos,... - que hayan sido obtenidos gracias a la comisión de actos ilegales (secuestros, impuesto revolucionario, etc). Estos fondos se destinarían a las víctimas del terrorismo y a cubrir las responsabilidades civiles derivadas de los actos terroristas.
  4. Pedir perdón por el dolor causado a tantas familias y renunciar de forma expresa a la violencia como método para alcanzar fines políticos.

El Estado, por su parte, se compromete a tomar las siguientes medidas:

  1. Legalizar a Batasuna.
  2. Aprobar medidas que faciliten la reinserción social y laboral de quienes abandonen definitivamente las armas.
  3. Trasladar a todos los presos de la banda terrorista a la cárcel más próxima a su domicilio habitual o a la de sus familiares, siempre y cuando rechacen de forma explícita la violencia.
  4. Otorgar el tercer grado penitenciario y el pase al "régimen abierto" a los presos sin delitos de sangre siempre y cuando rechacen de forma explícita la violencia y hayan cumplido, al menos, un tercio de su condena.
  5. Pedir perdón a la sociedad española por la "lucha sucia" (GAL) y renunciar de forma expresa a utilizar medidas contrarias a la Ley y al Estado de Derecho. El Estado, además, se compromete a indemnizar a los que sufrieron tales prácticas ilegales o a sus herederos en caso de fallecimiento.

Cuando Rodríguez Zapatero alcanzó el poder, la lucha antiterrorista del gobierno de Aznar contra ETA no sólo había puesto a ésta sobre las cuerdas, sino que, por primera vez en nuestra joven democracia, el Estado de Derecho le ganaba terreno a los violentos. En esta etapa, la colaboración del PSOE fue fundamental para llevar a buen puerto esta lucha y, de hecho, el Acuerdo por las Libertades y contra el Terrorismo fue promovido por dicho partido. A la colaboración PP-PSOE y al excelente trabajo de la policía se añadía por entonces la ofensiva legal y diplomática emprendida contra el mal llamado "entorno de ETA" con resultados nada desdeñables pues se le privó a ETA de importantes recursos económicos y publicitarios. El fin de la violencia como arma política parecía que llegaba a su fin. Como nos recuerda Nicolás Redondo Ternero, "Desde el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco, se inició en España, y muy especialmente en el País Vasco, un movimiento que proponía la derrota de ETA, defendiendo que sólo la victoria por aplicación de la Ley podía garantizar a medio plazo una convivencia no sólo pacífica sino en libertad" (¿Acuerdo o Negociación?). Sin embargo, Zapatero ha desechado este camino optando por una negociación en la que, según afirmó durante el debate sobre el Estado de la Nación, no habrá concesiones políticas. Si finalmente así es, poco futuro tiene dicha negociación ya que ETA siempre ha puesto como condición irrenunciable la independencia del País Vasco. ¡Suerte Sr. Presidente! ¡la necesitará a raudales!

Durísimo alegato de Rosa Díez, eurodiputada socialista, contra el nacionalismo radical vasco en general y el PNV en particular: La dignidad y el poder. Especialmente clarificador del "problema vasco" son los siete ejemplos que cita, todos ellos evidentes para cualquier observador medianamente perspicaz. Termina con una advertencia a los suyos: «Y espero que los dirigentes de mi partido no hayan olvidado las palabras que Pilar Ruiz le dirigió a Patxi López el día que se cumplía el segundo aniversario de su hijo Joseba Pagazaurtundúa: Cuando tengas que tomar decisiones, pon en un lado de la balanza lo más importante: la vida, pero también la dignidad. En el otro lado pon entonces el poder y el interés del partido. Y sabrás si tu decisión es correcta o no. No te olvides de que quien pacta con los traidores se convierte en un traidor». Pensando así, no es de extrañar que Rosa Díez fuera convenientemente purgada y enviada al parlamento europeo.

La reunión del Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, con el Lehendakari en funciones, Juan José Ibarretxe, ha debido ser algo insulsa a la vista del comunicado que uno y otro han realizado. El interés de Zapatero por dialogar incluso con quien se salta las más elementales reglas del juego es encomiable, pero dos horas dan mucho de sí y la negativa de ambos a conceder una rueda de prensa tras la reunión nos lleva irremediablemente a la sospecha. Mantener cierta discreción cuando se busca una solución negociada con ETA es comprensible y lógica pero aquí hablamos de dos líderes políticos tratando de alcanzar acuerdos políticos tras unas elecciones. ¿O no? A lo mejor estamos equivocados e Ibarretxe ha acudido como mediador entre la banda asesina y el Estado. Al final, flaco favor le hacemos a la democracia con estos tejemanejes a la sombra que, además, sólo sirven para que el PP elabore y difunda la teoría conspirativa que más le agrade y convenga. Esta breve reflexión me lleva, creyendo que la ley debe pesar por igual sobre todas las personas, a la cuestión de si en el País Vasco no acabará triunfando el despotismo pues, de forma cada vez más notoria, tanto Ibarretxe como ETA-Batasuna confunden la ley con su santa voluntad: «El despotismo significa un estado de cosas en que ha desaparecido la ley y donde la voluntad particular como tal, de un monarca o de una multitud, cuenta como ley o, más bien asume el papel de la ley. Es precisamente el hecho de que todo en el estado está fijo y seguro lo que constituye un baluarte contra el capricho y la opinión dogmática» (Hegel: Fiolosofía del derecho, secciones 278, nota; 270, adición).

Si Zapatero confiaba en ganarse a los nacionalistas periféricos mediante el "talante" y el diálogo, los hechos demuestran justo lo contrario. Ibarretxe, 48 horas antes de entrevistarse con José Luis Rodríguez Zapatero, ha mantenido una larga conversación con Otegui -es decir, ETA- pasándose por el arco del triunfo la ley y el Estado de Derecho, tal y como han reconocido los propios socialistas. Una vez más Ibarretxe sacrifica todo -incluidos los cientos de muertos y heridos que ETA ha causado- en aras de una futura "nación vasca". Y digo futura porque, no lo olvidemos, en el pasado nunca existió tal patria, ni tal nación, ni tal Estado. No me olvido de Cataluña donde sus dirigentes políticos se han empecinado en romper la solidaridad interterritorial con una propuesta de financiación que, como mínimo, aconsejaría aplicarles algún que otro vergajazo. El mismísimo Ibarra, compañero de partido de Maragall, haciendo gala de su sinceridad les ha tildado de cretinos. Para colmo de males a Zapatero no se le ocurre otra cosa que proponer la Conferencia de Presidentes como órgano donde debatir dicha reforma. O bien desconoce las funciones de dicha Conferencia o nos está tomando el pelo. No cabe otra posibilidad. Como ciudadano exijo al Presidente del Gobierno que, de una vez por todas, cierre el proceso autonómico con la aprobación de un único estatuto para todas y cada una de las Comunidades Autonómicas. Sin diferencias, sin clases y sin privilegios. Y exijo también al PP que participe con lealtad y tolerancia en este proyecto pues, no en vano, es el principal partido de la oposición. Si es necesario modificar la Constitución, el Congreso, el Senado o la Ley Electoral..., pues adelante. Nos va mucho en ello. Más de lo que nos imaginamos. Y, si no, al tiempo.

Tanto populares como socialistas están plenamente convencidos que el PCVT sigue los dictados de Batasuna y, por ende, de ETA. Sin embargo, la justicia no entiende de «intuiciones» ni de «suposiciones» y, por ello, el debate se ha centrado en si las pruebas recopiladas por el Ministerio de Justicia son suficientes para proceder a interponer la correspondiente denuncia. Más aún si tenemos en cuenta que la sentencia del Tribunal Constitucional por la que se desestima el recurso promovido por Aukera Guztiak (AG) enmendó la plana al Tribunal Supremo al considerar que carecían de valor algunas de las pruebas admitidas por el Supremo para ilegalizar a la mencionada formación política. El PSOE considera que las pruebas no son suficientes -«no hay por dónde pillarles», según Zapatero- pero el PP opina todo lo contrario y ayer mismo presentó una denuncia ante la Fiscalía General del Estado, en la que dicho partido político expone diez motivos por los que considera que el PCTV debe ser ilegalizado.

La Ley de Partidos Políticos ha demostrado su eficacia al privar a ETA tanto de sustento económico como de información relevante y, lejos del Apocalipsis anunciado por el nacionalismo vasco, se ha convertido en un medio eficaz para luchar contra el terrorismo y sus colaboradores. En esta ley se desmenuzan los hechos por los que un partido político puede ser ilegalizado y, a mi modesto entender, la denuncia podría tener éxito sólo si se aplicara el apartado e) del artículo 8º: «ceder, en favor de los terroristas y de quienes colaboran con ellos, los derechos y prerrogativas que el ordenamiento, y concretamente la legislación electoral, conceden a los partidos políticos». Es el único artículo que, a la vista de las pruebas, puede aplicársele al PCTV en estos momentos. Base legal hay; ahora solo falta que el PSOE tenga la valentía política de dar el paso final. Es muy posible que los tribunales no le den la razón pero, al menos, lo habrá intentado. Por que de eso se trata: de intentar por todos los medios legales posibles impedir que ETA vuelva a estar representada en el Parlamento Vasco. Y el PCTV no es sino el apéndice de ETA-BATASUNA.

Enlace relacionado. Encuentros digitales en EL MUNDO: Miren Nekane Erauskin, cabeza de lista por Guipúzcoa del Partido Comunista de las Tierras Vascas.

La nueva Ley de Partidos sustituye a la preconstitucional Ley 54/1978 y se conforma como la herramienta legislativa para «garantizar el funcionamiento del sistema democrático y las libertades esenciales de los ciudadanos, impidiendo que un partido político pueda, de forma reiterada y grave, atentar contra ese régimen democrático de libertades, justificar el racismo y la xenofobia o apoyar políticamente la violencia y las actividades de bandas terroristas». Cuando en el artículo 9 se listan los motivos concretos para la ilegalización, la vista del legislador apunta directamente a Batasuna y esta relación la estigmatizó aun antes de su alumbramiento. Lo cual no significa necesariamente que viole ética alguna o discurra por caminos antidemocráticos. Más bien al contrario, pues una lectura atenta del mencionado artículo no puede sino reafirmar algo que, al parecer, se olvida a menudo: en ningún caso puede ilegalizarse una formación política por motivos ideológicos (ver los motivos de ilegalización). Esta percepción resulta crucial en el debate actual ya que, con la ley en la mano, no podría ilegalizarse un partido por el mero hecho de defender objetivos políticos anticonstitucionales. Así, un partido que defendiera la soberanía de un territorio o, por el contrario, que considerara mejor un Estado centralizado  o simplemente abogara por la pena de muerte, se encontraría defendiendo ideas ajenas a la Constitución pero, no por ello, podría ser apartado del juego democrático. No al menos por sus ideas, salvo lógicamente que intentara imponerlas a la sociedad por medios violentos como el asesinato, la extorsión o la coacción.

Por último, no debemos olvidar las garantías procesales que acompañan a la Ley pues el poder legislativo sólo puede proponer, quedando la resolución en manos del sistema judicial, en concreto en una Sala especial del Tribunal Supremo. Queda por ver si la objeción presentada por los nacionalistas catalanes (y manifestada por el PSOE en un momento determinado) en cuanto a que sea el Poder Legislativo el que inste la ilegalización de un partido, no acaba en el Tribunal Constitucional pues, en principio, tiene cierto calado jurídico.

Lógicamente cualquier disposición legislativa es susceptible de controversia, de disenso y ésta en concreto más aún pues los propios firmantes -salvo Manuel Fraga- han mantenido durante veinticinco años la tesis opuesta, es decir, considerar un error la ilegalización de Batasuna. Sin embargo, esta y otras objeciones formales -como la defendida por los nacionalistas catalanes- no pueden ocultar los sólidos argumentos que acompañan a la solicitud de ilegalizar Batasuna. Y ello, sin menoscabo de quienes defienden y entienden hoy que, como ayer, dicha ilegalización es un error político y, por lo tanto, rechazan la Ley de Partidos. Respeto, por tanto, para quienes, desde la legitimidad democrática, discrepan aunque a muchos nos parezca, ayer y hoy, que tal postura sólo favorece a los terroristas.

Nuestra primera singladura después de las vacaciones no podía sino reflejar las turbulentas aguas políticas que estos días zarandean nuestra democracia. De cuantos análisis se han reproducido en la prensa me quedo con el escrito por Josep Ramoneda pues, aún con matices, coincido en su interpretación de los sucesos acaecidos hasta el momento:

De lo deseable a lo posible. Por Josep Ramoneda (EL PAÍS, 28/08/02):

1. Ilegalizar un partido es un acto extremadamente grave. Más todavía en un país en que la dictadura franquista prohibió los partidos políticos y los que hoy están en la oposición parlamentaria eran ilegales hace 30 años. Cualquier objeción o discrepancia a una iniciativa de esta envergadura no sólo es legítima, sino que debería ser reconocida como aportación al debate democrático. El PP ha querido llevar el asunto por el camino de las adhesiones incondicionales: o estás a favor de la ilegalización o estás con los terroristas; además de injusto, es antidemocrático. Planteando la cuestión en estos términos, como ha hecho el Gobierno, no hay debate posible; sólo hay presiones y rechazos.

Nadie ha pensado nunca -ni siquiera la propia ETA, que por eso se inventó Batasuna- que ETA pudiera ser un partido legal. Un partido que utiliza la violencia como método de acción política no cabe en una sociedad democrática. Después del auto de Garzón no sólo desaparece cualquier duda, sino que hay muchas pruebas de que ETA y Batasuna son la misma cosa. Si así es, Batasuna forma parte de una organización terrorista, lo que la excluye del sistema democrático. La ilegalización no sólo tiene fundamento, sino que es ineludible. Y la pregunta que habría que formularse es: ¿por qué no se hizo antes? Porque algunos tópicos de la cultura de la transición lo impedían: en especial, la idea de que el PNV tenía el monopolio de la política vasca y la fantasía de la solución negociada que quedó definitivamente enterrada en Lizarra. Sólo una vez superados estos tópicos ha sido posible enhebrar una política antiterrorista fundada en la posibilidad de derrotar a ETA.

2. PP y PSOE dicen que la ilegalización de Batasuna es una cuestión de principios, CiU afirma que PP y PSOE están utilizando el terrorismo políticamente. ¿Desde cuándo los partidos se preocupan más de la justicia que de la victoria electoral, como diría Stefan Zweig? ¿No es el objetivo de todo partido conquistar el poder? ¿Por qué sorprendernos de que también en la ilegalización de Batasuna haya razones de estrategia electoral? En asuntos humanos hay que confiar siempre en sacar virtudes públicas de los vicios privados. Efectivamente, el PP ha visto que la opinión pública sintonizaba con su estrategia frontal en la cuestión vasca y profundiza en ella, sabiendo que le da muchos votos en España. El PSOE acepta la ilegalización sin apenas marcar distancias con el PP, a pesar de que las tiene, porque teme que cualquier otra posición le dejaría en fuera de juego ante una parte sustancial de la opinión pública. El PNV actúa con un objetivo muy concreto: arrastrar el voto de los electores que, sin Batasuna, se queden sin representación. Izquierda Unida busca, como siempre, el voto de los que consideran que el PSOE se amarra demasiado al PP. Y los inmaculados nacionalistas catalanes de CiU, que dicen ser los únicos que no utilizan electoralmente la cuestión terrorista, tratan de capitalizar la distinta forma de entender el problema que tiene la opinión pública (o quizá sólo la opinión publicada) en Cataluña, sabiendo que el PSC está obligado, aunque sea a regañadientes, a acompañar al PSOE.

Ante ETA hay tres posiciones que son las que deberían debatirse abiertamente. Unos piensan que la derrota de ETA no sólo es deseable, sino que además es posible; otros que es deseable, pero no posible, y unos terceros, que no es posible ni, en cierto sentido, deseable. Se podría pensar que estas tres posiciones se corresponden con las tres opciones de voto: el sí, la abstención y el no. Pero no es exactamente así, porque dentro de algunos partidos hay posiciones divergentes que el imán de la unanimidad frente al terrorismo y de la razón de partido obligan a silenciar. Está en el haber del PP que la confianza en la posibilidad de derrotar a ETA esté más extendida que nunca.

3. Una estrategia unitaria sólo es sólida si nadie se queda con reservas. La ilegalización de Batasuna se emprende sin la confianza necesaria entre las distintas fuerzas y sin la garantía de lealtad suficiente a la hora de aplicar las decisiones judiciales. ¿Qué hará el PNV, que está en contra, el día después de que los jueces pronuncien la ilegalización? Entre un debate abierto, para restaurar la confianza y disipar dudas y sospechas, y un debate cerrado, para organizar las adhesiones, se ha escogido esta última opción. ¿Era realmente la única posible? Si fuera así habría que apuntarlo en el debe del PP y del PNV, que cada cual desde su ‘nosotros’ contempla al ‘otro’ como aquel con el que no hay comunicación leal posible. Las razones del ‘otro’ también existen. El Gobierno de Ibarretxe se ha comprometido a aplicar la ley. ¿Podría darse, paradójicamente, que el cumplimiento de la ley de la que se discrepa fuera el punto de reconstrucción de la unidad democrática?

Desde un punto de vista político, el objetivo principal de la acción de gobierno debe ser que los ciudadanos vascos recuperen las libertades y los derechos básicos que en estos momentos, por la acción de ETA, no tienen garantizados. Todo otro objetivo debe subordinarse a la restauración de la normalidad democrática en Euskadi. Por tanto, retórica e hipocresía aparte, la pregunta es: ¿la ilegalización de Batasuna nos hace avanzar o nos hace retroceder en relación con el objetivo citado?

4. La derrota de Batasuna en las elecciones vascas fue el preludio de una serie de síntomas de aislamiento político y de crisis en el mundo aberzale radical. La situación internacional después del 11-S ha dejado a ETA con las espaldas desprotegidas y ha acrecentado su imagen anacrónica en Europa. La eficacia policial contra los comandos de ETA, que caen con una rapidez inusitada, y la acción judicial contra el entramado ETA-Batasuna han debilitado enormemente su estructura organizativa. Batasuna está en un callejón sin salida con su incapacidad para imponer cualquier iniciativa política a ETA. En este contexto, la ilegalización ¿es un instrumento indispensable para seguir avanzando, como pretende el Gobierno, o permitirá a Batasuna apelar a la solidaridad aberzale para reaparecer con más fuerza con otras formas, como sustentan los nacionalistas?

No es el argumento de los efectos no deseados -un posible aumento de la violencia etarra- lo que me hace plantear esta duda. Mata, luego existe. ETA seguirá matando, esté o no ilegalizada Batasuna. Si se dejaran de tomar decisiones por el peligro de que ETA mate, estaríamos completamente paralizados y entregados en sus manos. Son otras razones las que me inquietan: el procedimiento y la representatividad.

El auto de Garzón viene a despejar muchas incógnitas. Por un lado, confirma que la vía penal podía ser suficiente para desactivar a Batasuna; por otro, aporta pruebas contundentes sobre la relación ETA-Batasuna. Es fundamental que la propuesta de ilegalización se fundamente en estos aspectos. Sería muy problemático que un partido pudiera ser ilegalizado por cuestiones de opinión (o de omisión de juicio: no condenar un atentado). Y sería catastrófico que el Tribunal Constitucional o -mucho más grave todavía- que el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo se cargara la ilegalización. Batasuna, por tanto, ETA, tendría un éxito insoportable.

La representatividad: algunos medios de comunicación se precipitaron poniendo como ejemplo la rápida ilegalización, por parte del Gobierno francés, del partido ultraderechista en que militaba el hombre que atentó contra Chirac. La efectista decisión del Gobierno galo era gratis: el tal partido era un grupúsculo del que nadie sabía su existencia el día antes del atentado. Batasuna representa a decenas de miles de electores vascos. El criterio numérico no hace verdad ni bondad. No por ser muchos tienen razón o dejan de ser delictivas sus actividades. Pero decenas de miles de personas son un problema político. Aunque estén montadas sobre la violencia. Y, por tanto, hay que medir muy bien las consecuencias de lo que se hace, aunque se haga por principios.

5. ‘Todo conflicto violento acaba con una negociación y toda negociación tiene efectos sobre el marco institucional del país’, me decía, a propósito de los conflictos latinoamericanos, un alto militar español especializado en mediaciones. Éste es el argumento que, desde sectores nacionalistas e incluso desde alguna opinión de izquierdas que todavía no ha completado la ruptura sentimental con ETA, o desde cierto pragmatismo de las relaciones de fuerzas, se traslada a la situación vasca para rechazar la ilegalización de Batasuna. Hay que preservar la expresión política del aberzalismo radical, dicen, que puede ser el camino para la integración de ETA en la vida civil. Es, a mi entender, un doble error: por un lado, se da carta de naturaleza al falso argumento del contencioso con el Estado, cuando la única figura que altera la vida democrática en Euskadi es ETA; por otro, se sigue pensado en ETA como agente político, cuando ETA sabe -y más todavía después de la tregua en que se dio cuenta de que en dos días habría perdido todo su protagonismo- que, si no mata, no existe. Cualquier cambio o negociación que se pueda producir será después de ETA, como exige la más elemental lealtad democrática. Por eso, el nacionalismo vasco debe ser el primero en considerar deseable la derrota de ETA. Son precisamente los sectores más fundamentalistas del nacionalismo español los que piensan que ETA es la garantía para que el País Vasco no se vaya. Y así se frustró en el pasado más de una oportunidad.

Decía Paolo Flores en El individuo libertario que hoy, más que nunca, la legalidad es el poder que tiene la ciudadanía para defenderse de los abusos de los poderosos; también, de ETA. La ciudadanía tiene derecho a exigir al Gobierno que aplique la ley. Pero, ¿por qué no dejar que Garzón complete el desmontaje de la trama político-económica ETA-Batasuna? Con las pruebas en la mano, todo el procedimiento será más claro y mucho menos vulnerable a los recursos judiciales. La democracia debe defenderse de sus enemigos, pero lo que la distingue de los otros regímenes es que en ella hasta éstos tienen derecho a expresarse. Por doloroso que sea para los demás. Cuando la democracia estrecha el marco de lo que se puede decir, se resiente toda ella.

El Estado español cuenta desde hoy con un nuevo instrumento legal para combatir el terrorismo: La ley de Partidos. Y, además, aprobada por prácticamente todos los partidos políticos, lo que le proporciona una legitimidad democrática fuera de toda duda. Durante muchos años Herri Batasuna y sus derivados han gozado de total impunidad para apoyar política y económicamente a ETA sin que desde los distintos gobiernos se hiciera nada por evitarlo. Ahora, sin embargo, esa impunidad desaparece y espero que pronto los partidarios de la violencia puedan ser ilegalizados.

En el País Vasco, mientras tanto, la Iglesia y los partidos nacionalistas hacen gala de un victimismo que ya cansa. Especialmente grave me parece la pastoral de los tres obispos vascos. Representa, en primer lugar, una injerencia inaceptable pues no se trata de asuntos que afecten a los principios cristianos como pudieran ser otros temas (aborto, divorcio, ...). En cuanto a las contenidos, la pastoral simplemente se alinea con el «integrismo nacionalista» al equiparar demócratas y asesinos para, a renglón seguido, defender la negociación política como medio para resolver el fenómeno del terrorismo. Y es que parten de una premisa falsa: identificar ETA con la lucha por la independencia vasca. Nada más lejos de la realidad: la pretendida soberanía debe enmarcarse en el más estricto respeto al Estado de Derecho pues, sólo así, conserva toda su legitimidad en cuanto a proyecto político.

La única negociación posible con los terroristas es acordar cuando y en qué lugar se deben entregar éstos para ser juzgados de acuerdo a la legislación actual y con todas las garantías procesales. La otra, la política, la deben llevar a buen puerto los partidos demócratas. En ningún caso, un grupo de asesinos, nazis y fascistas debe imponer sus ideas ¡El fin no justifica los medios!

Entre los detenidos en la última operación policial contra ETA, se encuentra Juan Antonio Madariaga Erezuma, portavoz de Senideak en Vizcaya. Esta organización ha recibido subvenciones del gobierno vasco porque sus fines, según el PNV, eran meramente humanitarios: facilitar las visitas a los familiares de los presos etarras. Hasta aquí, nada que objetar porque, entre otras cosas, los padres, amigos, hijos ... no son responsables de los actos de los detenidos. Ahora bien, una vez descubierta la relación de Senideak con ETA yo esperaba una rectificación del PNV. Pues bien, tras las declaraciones de Anasagasti compruebo que no sólo no han rectificado sino que, además, justifican dichas ayudas. Y pregunto: ¿Es ético subvencionar organizaciones sabiendo que parte del dinero entregado será utilizado para asesinar?. La respuesta debe ser firme y clara: NO. Una vez más el PNV quiere estar en misa y, al mismo tiempo, repicar las campanas