Fotografía (Continuación)

El Museo Nicéphore Niépce ubicado en Chalon-sur-Saône, Francia, guarda a través de sus colecciones la historia de la fotografía tanto en sus aspectos técnicos y artísticos como en sus usos populares y sociales. La colección está compuesta por cerca de seis mil aparatos y objetos ópticos y más de dos millones de imágenes en todos los soportes, entre las que están incluidas las heliografías de Niépce, daguerrotipos, ferrotipos, calotipos y fotografías de los más importantes fotógrafos de la historia.

Imágenes de la «Ciudad Prohibida» en la China de los años 20. Para acceder a toda la colección -215 imágenes- pulsar en «search» y en la nueva página pulsar en «BROWSE THE DATABASE» (enlace alternativo)

Nota JUL/2019: el recurso ha desaparecido y solo es accesible en Web Archive. Se puede ver el trabajo de Osvald Siren en la página del Museo de Fotografía de California.

Enlace relacionado: The Palace Museum.

Frank Meadow Sutclife. Sin título

Sin título, s.f.. Gelatino Bromuro de plata virado a sepia. 23,5 x 30,2 cm.
Colección Gabriel Cualladó–IVAM.

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Frank Meadow Sutclife nació cuando la daguerrotipia aún imperaba y murió cuando el Kodakchrome y el Agfacolor estaban ya en el mercado. Inició su trabajo en la técnica de los negativos al colodión húmedo y la mayor parte de su obra fue llevada a cabo con materiales de toma y de copia insensibles a la onda de los colores verde y rojo. Sus excepcionales negativos están realizados sobre soporte de vidrio y los positivos fueron obtenidos por los arcanos de los procedimientos de ennegrecimiento directo. Casi todas sus copias son exquisitas albúminas; platinos, carbones, gelatinas y colodiones de ennegrecimiento directo guardan, también memoria de sus registros.

En el encuadre apaisado, un hombre y tres bestias ocupan el centro de los dos primeros tercios de la imagen. La línea del horizonte, campo de labor y trabajo, permite ver algún árbol. La cotidiana soledad de quien vive de abrir la tierra no transmite el temor al granizo ni la ausencia de lluvias. Las luces más altas y las sombras más profundas mantienen su detalle. La variedad de tonos medios del cielo acumula nubes. Es muy probable que, nada en el encuadre, escape a la teatralización de una cuidada puesta en escena; a mí no me preocupa.

La composición, el cálculo de exposición y el control de la luz, magistralmente combinados, construyen el trampantojo común a toda fotografía: lograr que dos dimensiones sugieran la tercera. Una foto de canto es la descripción que hiciera Euclides de la línea.

Nota para los documentalistas: ignoramos los nombres que los cuatro hubieron de tener; sabemos, sin embargo, que, fuera de este encuadre, están ya muertos.

ANGEL MARIA FUENTES (Fuente: Catálogo de la exposición «Mirar al mundo otra vez. Galería Spectrum Sotos, 25 años de Fotografía)

Martín Chambi

Considerado el padre de la fotografía latinoamericana, la Casa de América le dedica una exposición junto a otros fotógrafos contemporáneos como Max T. Vargas, Fidel Mora o Manuel Mancilla. No obstante y en la tradición más rancia, la información en la web de la Casa América es escasa y pobre en imágenes. Así que he seleccionado esta otra para recorrer la obra de Martín Chambi.

Rafael Navarro. Ellas I
Ellas I

¿Qué es esto: exaltación del contorno, sublimación de la luz que ajusta la línea a sus límites? O, en realidad, es lo que parece: un culo que se ofrece, un atardecer sobre las nalgas o un volcán tranquilo que incendia el deseo. Rafael Navarro ha hallado en el desnudo un reino de belleza, concupiscencia e incitaciones. Su obra es una apología de la perfección y de la exquisitez constante: investiga casi siempre la presencia de la luz y la sombra sobre la carne, sobre esa piel levemente erizada y rugosa, sobre un pubis boscoso; propone un juego de piernas que oculta el cáliz de la tentación y prolonga el misterio. En Ellas I el ojo y la cámara del fotógrafo se acercan más que nunca a la piel y el resultado final es una fotografía abstracta, plena de matices, de calidades de luz y sombra, de hermosura dormida pero jamás difunta. Rafael Navarro ha logrado, paradójicamente, un efecto distanciador entre el observador y el objeto. Cuanto más cerca, más lejos, y así impone una idea de conjunto: un paisaje total esculpido con un fragmento del cuerpo. Si el luminoso destello perfila la cumbre de las colinas, en la parte inferior hay otras ráfagas que sugieren labios o claridades que se ciernen contra la noche. Ellas I es un poema sinfónico de la imagen, rotundo y exacto, la reinvención de la abstracción canónica del desnudo de mujer, que es el que concentra la magia y el éxtasis de este artista voluptuoso llamado Rafael Navarro.

Antón Castro (Fuente: Catálogo de la exposición «Mirar al mundo otra vez. Galería Spectrum Sotos, 25 años de Fotografía)

Créditos fotografía:
Rafael Navarro (Zaragoza, 1940)
Ellas I, 2000. Gelatino bromuro de plata. 80 x 160 cm. Colección del artista.

25 años después «Memoria Gráfica de una Transición»: más de 100 fotógrafos, más de 200 fotografías que componen un mosaico que resume lo más importante de nuestras vidas en estos 25 años en los que en España se han producido tantos cambios político-sociales.

Verano de 1977. Grupo parlamentario de UCD, partido vencedor de las elecciones democráticas del 15 de junio. Daniel Blanco (EFE)
Verano de 1977. Grupo parlamentario de UCD, partido vencedor de las elecciones democráticas del 15 de junio. Daniel Blanco (EFE)

Emmanuel-Sougez. Assia peinándose
Assia peinándose

Dibujada por un ojo que rehuye el artificio, Assia desnuda se apoya en sí misma (Sougez nos hace creer que se peina).

Recuerda que no es una efigie, ni una vida silenciosa. Sus contornos, esculpidos en líneas claras, parecen recortados a tijera.

Sobre la superficie iluminada del cuerpo se materializa un mapa de sombras no menos tangible que el lienzo que lo sustenta.

Assia reposa los brazos sin peso en su propia mirada, rendida a la contemplación, y los prolonga en la curva de las manos, en las ondas del cabello: los plieges del aire de la tela que le envuelve, l'oeil nombril, la osamenta oculta por la piel sin huella: todo vivifica la escultura, endulza nuestro voyeurismo.

Hay otros ojos de Assia que no vemos, que acaso miren o sueñen ese pubis bendecido de sombra, frondoso de vello tierno, guardián vigilante del origen del mundo.

Queremos tocar ese cuerpo de Assia, rozarlo con las yemas del alma.

La misma devoción nos mueve a admirar la fuerza liviana de las cariátides griegas.

Sougez traza con su ojo mecánico la belleza de Assia en equilibrio, su disposición serena a ser el sustento de la vida, el gesto natural que encierra esa verdad (el cuerpo de mujer del que provenimos, y hacia el que sin cesar caminamos) sorprendido en la intimidad del misterio más hondo, el del pudor desnudo, objetivando impulsos mediante el tamiz certero de su linterna mágica.

Por José Giménez Corbatón. 2002

Créditos fotografía: Assia peinándose, 1935. Gelatino bromuro de plata; 22,8 x 16,5 cm. Copia moderna, Colección Julio Alvarez Sotos.

Fuente: Catálogo de la exposición «Mirar al mundo otra vez». Galería Spectrum Sotos, 25 años de fotografía.