Pintura

Lucas Cranach el Viejo: La Virgen y el Niño con un racimo de uvas, hacia 1509 - 1510.Lucas Cranach el Viejo (Kronach, 1472 - Weimar, 1553): La Virgen y el Niño con un racimo de uvas, hacia 1509 - 1510.
Óleo sobre tabla. 71,5 x 44,2 cm
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid
Nº INV. 114 (1936.1)


Lucas Cranach, el Viejo fue una de las figuras artísticas más importantes del siglo XVI en Alemania junto con Alberto Durero. Tomó el nombre de su ciudad natal Kronach, donde se formó en el taller familiar. Trabajó para el Emperador Maximiliano y viajó a los Países Bajos, estancia que influyó en su estilo suavizando las formas de sus personajes. Se dedicó al género del retrato, a la pintura religiosa y al grabado y estuvo ligado a las ideas de la Reforma, no obstante también trabajó para la clientela católica. Se trasladó a diferentes ciudades de Alemania y Austria como Viena, Wittenberg, Augsburgo, Innsbruck y finalmente Weimar, dónde murió, para ejecutar los encargos de sus clientes más distinguidos

El ideal de belleza femenina que propone Cranach, y que está representado plenamente en sus composiciones mitológicas con Venus y ninfas, está lejos, en cuanto al tratamiento del desnudo y de la figura, de los planteamientos clásicos vigentes en Italia. Sus modelos femeninos tienen unos matices expresivos y una elegante sensualidad, no exenta de cierto erotismo, que coloca su pintura bajo un prisma distinto al italiano. Por lo demás, sus tipos se repetirían insistentemente a lo largo de su vida, creando un arquetipo distintivo de su producción y estilo.

La pintura religiosa de Cranach gozó de una gran aceptación en su momento. A ello contribuirían, sin duda, algunas de las singularidades que se encuentran en esta Virgen y el Niño, fechada generalmente a fines de la primera década del siglo XVI. El rostro de María, perfilado y modelado suavemente, recuerda en su tratamiento al esfumado de Leonardo. Características como éstas, que dulcifican sus figuras, aparecen en la producción de Cranach hacia 1509 y 1510, tras un viaje a los Países Bajos durante el que pudo tener ocasión de estudiar modelos italianos en la corte de Margarita de Austria. Idéntico tratamiento del volumen se encuentra, por otro lado, en dos significativas obras de ese periodo: Salomé, conservada en el Bayerisches Nationalmuseum de Kronach, y Venus y Cupido, del Ermitage de San Petersburgo. Con estas dos obras se han comparado esta Virgen con el Niño para su datación. Pese a la suavidad que Cranach emplea en este grupo, cuyas cabezas corona con unos delicados y casi imperceptibles nimbos que resplandecen encima de los cabellos, la figura de Jesús resulta, por sus rasgos y tratamiento, poco agraciada en contraste con el redondeado y bello rostro de María.

Nuestro grupo tiene como fondo un paisaje, elemento que en Cranach desempeñó un papel fundamental desde el comienzo de su carrera y que contiene, en germen, aspectos que desarrollaría posteriormente la llamada Escuela del Danubio. Este paisaje, visto desde un punto de vista elevado, se organiza con un amplio bosque que termina en una cadena montañosa realzada por una sugerente gama de azules y que nos invita a continuar el recorrido por sus laderas. La fortaleza en lo alto de la montaña, a la derecha, y el pino, a la izquierda, son motivos recurrentes del artista y que éste empleó en otros grupos religiosos con la Virgen y el Niño fechados hacia 1518. Lübbeke llamó la atención sobre el distinto tratamiento que en esta pintura reciben tanto las figuras como el paisaje, ya que Cranach, en este último, detalla a pequeña escala hasta los más mínimos elementos que conforman esta atractiva vista. Entre ellos destacan por su delicadeza las ramas de los árboles, la maleza o la fortaleza, a la derecha, que corona la montaña. También una pequeña figurita que casi pasa desapercibida, subiendo por el empinado sendero, y que se ha identificado con san José. La exactitud en el dibujo del fondo contrasta con la pincelada y monumentalidad que Cranach ha usado en sus primeros planos, ocupados por las dos figuras en las que el artista introduce un punto de melancolía en la mirada de la Virgen y ensimismamiento en la de Jesús.

El hecho de que en la composición se introduzca un racimo de uvas que sostiene la Virgen y del que el Niño se alimenta, se ha relacionado con la Eucaristía y con el papel de Redentor que Jesús tendría que cumplir. La obra está firmada, en el murete a la izquierda, con la serpiente alada. Este emblema fue otorgado a Cranach para su escudo de armas, en 1508, por el elector de Sajonia. Cuando su hijo Hans murió, modificó sus alas.

Mar Borobia

Robert Delaunay (París, Francia, 1885 - Montpellier, Francia, 1941): Le gitan (El gitano), 1915.
Robert Delaunay (París, Francia, 1885 - Montpellier, Francia, 1941): Le gitan (El gitano), 1915.

Robert Delaunay (París, Francia, 1885 - Montpellier, Francia, 1941): Le gitan (El gitano), 1915.
Cera sobre lienzo, 100 x 73 cm.
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Nº de registro: AD0059).


Robert Delaunay estuvo muy implicado en el desarrollo del cubismo en Francia con un estilo personal, denominado orfismo por Guillaume Apollinaire, que desembocaría en la abstracción hacia 1912. Durante la Primera Guerra Mundial se instaló entre España y Portugal con su mujer, la artista Sonia Terk. Juntos desarrollaron una notable actividad en los círculos de vanguardia de Madrid y Barcelona, especialmente con el grupo ultraísta, Ramón Gómez de la Serna y la compañía Ballets Russes de Sergei Diaghilev.

Durante su estancia en la península ibérica, Delaunay experimenta un retorno a la figuración, sin perder de vista el vibrante colorido y las formas abstractas de su obra anterior. Uno de sus referentes en este retorno será la obra de El Greco, con el que se familiarizará en Madrid y Toledo. En Le gitan (El gitano), inspirada en su San Sebastián, Delaunay descompone la figura del modelo a la manera cubista y lo sitúa frente a un fondo abstracto de formas geométricas propias del orfismo.

Nota: este cuadro forma parte de la selección de obras de la colección del Museo que pueden verse en alta resolución así como con distintas vistas (luz visible, luz ultravioleta, fotografía digital infrarroja, imagen radiográfica).

Francisco de Zurbarán (Fuente de Cantos, Badajoz, 07/11/1598 - Madrid, 27/08/1664): La Virgen con el Niño Jesús y San Juan Bautista niño, 1662.Francisco de Zurbarán (Fuente de Cantos, Badajoz, 07/11/1598 - Madrid, 27/08/1664): La Virgen con el Niño Jesús y San Juan Bautista niño, 1662.
Óleo sobre lienzo, 169 x 127 cm
Inscripción: Franco De zurbaran (parte inferior central en una cartela).
Bilbao, Museo de Bellas Artes, 69/249.


Entre los cuadros que ejecutó Zurbarán en Madrid, en el periodo final de su carrera, aparecen varios de la Virgen con el Niño de media figura, temática nueva en la obra del pintor. Son pinturas íntimas pero muy acabadas, de peculiar encanto y enteramente de la mano del viejo maestro, quien demuestra en ellas que no ha perdido nada de sus calidades en la total interpretación del natural. En estos lienzos de devoción privada, de evidente parentesco iconográfico y formal, llaman la atención precisamente las variaciones sobre este tema amable y encantador, que tuvo un indudable éxito entre los clientes devotos del Madrid de 1658-1662. Seguir leyendo ...

Remedios Varo: Cazadora de astros (Star Catcher), 1956. Toledo Museum of Art.
Remedios Varo: Cazadora de astros (Star Catcher), 1956. Toledo Museum of Art.

Comienza con un trípode. Dos recipientes con forma perfecta de huevo, atornillados y montados sobre patas, depositan tres chorros de pintura —rojo, azul y amarillo— en una paleta a través de varios embudos tentaculares vidriosos. Sentada en un ordenado banco de trabajo octogonal, una criatura emplumada con manos y pies humanos pinta pájaros en una gran hoja de papel, con una sonrisa serena en su rostro de búho. El pincel está conectado a un instrumento de cuerda que cuelga de su cuello; con la otra mano sostiene un prisma que refracta la luz de las estrellas que entra por la ventana. Cuando la luz incide en la página, anima a los pájaros pintados, que vuelan hacia la noche estrellada. En la pared del fondo hay una tostadora de café. Incluso un alquimista no humano necesita combustible para hacer maravillas durante la noche.

Encontrarse con cualquiera de los cuadros de Remedios Varo —éste es La creación de los pájaros (1957)— es como abrir un viejo libro de cuentos por una página cualquiera e intentar, con total desconcierto, rellenar un antes y un después verosímil para la escena surrealista que tienes delante. Las torres laberínticas están perforadas por ventanas con rendijas, los suelos de tablero de ajedrez retroceden hacia un punto de fuga, las elaboradas máquinas funcionan en perfecto orden, manejadas eficientemente por seres seductores que no parecen humanos. Hay algo de la Europa medieval en la austera elegancia de la arquitectura y la indumentaria, vestigios aquí y allá de la educación conventual española de Varo, pinceladas de su inmersión en el romance caballeresco y la literatura fantástica (Dumas, Lovecraft, Verne y Poe), y siempre la influencia de México, donde pasó la segunda mitad de su vida. Seguir leyendo ...

Salomon Delane (Gran Bretaña, 1727 - 1784): Vista del Monasterio de San Cosimato, 1778.

Salomon Delane (Gran Bretaña, 1727 - 1784): Vista del Monasterio de San Cosimato, 1778.
Óleo sobre lienzo, 150 x 239 cm.
Inscripciones: «S. Delane. Rome 1778».
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Nº Inventario: 0294).


En la Real Academia de San Fernando se conserva este paisaje que estuvo atribuido durante muchos años a distintos pintores como Philip Hackert, John Crome o Eugenio Orozco. En realidad, se trata de un obra realizada por Salomón Delane, un artista irlandés afincado en Roma quien se especializó en este género pictórico tan apreciado por los turistas del Grand Tour británicos.

Para conocer su historia, nada mejor que leer el artículo de Ana Maria Suárez Huerta titulado Un paisaje del convento de San Cosimato en el Valle de Licenza. Un cuadro inédito de Solomon Delane. El interés de este artículo no sólo radica en el hecho de desvelar la verdadera identidad de su autor sino que también ha sido fundamental para la identificación del lugar que aparece representado, es decir, las inmediaciones del Convento de San Cosimato, paraje que se convirtió en estratégico pues muy cerca de allí se encontraba la villa de Horacio, lugar de peregrinación para aquellos viajeros más instruidos e interesados por la Antigüedad romana.

Nicolas Poussin (Les Andelys 1594 - Roma 1665): Martirio de San Erasmo, 1628-1629.
Nicolas Poussin (Les Andelys 1594 - Roma 1665): Martirio de San Erasmo, 1628-1629.

Nicolas Poussin (Les Andelys 1594 - Roma 1665): Martirio de San Erasmo, 1628-1629.
Lienzo al óleo, 320 x 186 cm
Museo Vaticano (Inv. 40394).


El Martirio de San Erasmo es el primer encargo público de Nicolás Poussin en Roma, ciudad a la que el pintor francés se había trasladado en 1624. Realizada para el altar del transepto derecho de la Basílica de San Pedro, en el que se guardaban las reliquias del Santo, la pintura permaneció en ese lugar hasta el siglo XVIII, cuando fue reemplazada por una pareja en mosaico y trasladada al palacio pontificio del Quirinal. A raíz del Tratado de Tolentino fue llevada a París en 1797 y, tras su devolución, entró a formar parte de la Pinacoteca Vaticana de Pío VII (1820).

El retablo del altar, inicialmente encargado a Pietro de Cortona, pasó en 1628 a Poussin, quien lo realizó antes de acabar el año siguiente, siguiendo los dibujos preparatorios ya elaborados por Cortona. La pintura representa a Erasmo, obispo de Formia, mientras sufre el martirio durante las persecuciones de Diocleciano en 303 d.C.

El pintor representa al mártir en primer plano, un sacerdote que indica la estatua de Hércules (el ídolo pagano que Erasmo se había negado a adorar sufriendo por ello el martirio en la plaza pública), un soldado romano a caballo encargado de la ejecución, el verdugo que saca el intestino haciéndolo enrollar alrededor de un cabestrante de marinero, un fragmento de arquitectura clásica y ángeles que bajan hacia la víctima con la palma y la corona, símbolos del martirio. Dicha composición se transformó en un verdadero prototipo para las representaciones siguientes relativas a episodios de martirio y en ella se inspiró también Valentin para el Martirio de los Santos Proceso y Martiniano realizado para un altar cercano a San Pedro.

Alberto Durero (Núremberg, 1471-1528): Jesús entre los doctores, 1506.

Alberto Durero (Núremberg, 1471-1528): Jesús entre los doctores, 1506.
Óleo sobre tabla. 64,3 x 80,3 cm.
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid.
Nº INV. 134 (1934.38).

Durero es el máximo representante del Renacimiento alemán y el principal impulsor de las nuevas ideas en el norte de Europa. Esta obra se fecha durante el segundo viaje que realizó a Italia, donde fue recibido como un consagrado maestro. El óleo se pintó en Venecia y se ha identificado con un cuadro del que habla en una carta dirigida a su amigo, el humanista de Nuremberg, Willibald Pirckheimer. Los lazos con la pintura italiana de la época resultan evidentes en la composición, en las medias figuras y en la colocación de las diferentes cabezas con un foco central ocupado por el rostro del niño y las manos. El artista alemán consigue fundir hábilmente los dos mundos renacentistas, el nórdico y el italiano. La obra está firmada con el anagrama del pintor y fechada en el papel que sobresale del libro situado en primer plano.


Durero estuvo en Venecia entre finales del verano de 1505 y el otoño de 1506, fecha en la que se encuentra en Bolonia. Ya había estado en esa ciudad, siendo bastante más joven, en 1494. Pero esta segunda estancia tendría muy poco que ver con la primera. En esta ocasión llegó a Venecia como un artista consagrado y la ciudad lo acogió como un visitante ilustre. Además, allí existía una nutrida y bien organizada comunidad germánica que tenía en el Fondaco dei Tedeschi su centro económico y social y en la iglesia de San Bartolomé su centro religioso. Durante los meses que Durero vivió en Venecia mantuvo correspondencia con uno de sus amigos de juventud, Willibald Pirckheimer (1470- 1530), humanista y poeta que fue, junto con el editor e impresor Anton Koberger (c. 1445-1513), una de las personas que más influyó en su formación y en su carrera.

Precisamente una carta de Durero a Pirckheimer, fechada el 23 de septiembre de 1506 y en la que el artista comentaba sin modestia sus avances con la pintura, se ha puesto en relación con este óleo del Museo Thyssen-Bornemisza. Decía Durero en ella: «Sabed que he terminado la tabla y también otro cuadro distinto de cuantos he pintado hasta ahora». La tabla en cuestión, con la Virgen María, se ha identificado con el cuadro de Praga La fiesta del Rosario. Esa pintura, encargada por la comunidad alemana con destino a uno de los altares de San Bartolomé, fue expuesta, una vez acabada, causando la admiración de los más destacados miembros de la sociedad veneciana. El «otro cuadro distinto de los pintados hasta ahora» al que se refería Durero en su carta ha sido identificado bien con la Virgen del verderol de la Gemäldegalerie de Berlín, bien con este Jesús entre los doctores. Sin embargo, si se tienen en cuenta el tema, la técnica empleada y la forma de representar el episodio, parecen quedar pocas dudas de que se trataba de la pintura que nos ocupa.

En la obra vemos cómo seis doctores forman un círculo de cuyo centro emerge la figura de Jesús. Las manos de uno de los rabinos y las del Niño constituyen, por su posición y plasticidad, el foco de atención de la escena. Las medias figuras y la colocación de unas cabezas sobre un fondo que casi no existe enlazan este óleo con composiciones italianas del siglo XV. Sin embargo, las deformaciones caricaturescas del rostro del rabino que lleva la cofia nos conducen a las figuras de Leonardo e inclusive del Bosco. Durero funde en esta tabla, con originalidad, modos italianos y nórdicos. La belleza y la fealdad, la juventud y la vejez, contrastan con singularidad. La obra, datada y firmada en el papel que sobresale en primer término, incorpora además una inscripción en latín que dice: «Obra hecha en cinco días», tiempo este en el que pudo ser pintada sin contar con los estudios preparatorios de las manos, libros y rostro de Cristo que se guardan en la Albertina de Viena y en el Germanisches Nationalmuseum de Núremberg, y que tal vez ocuparon a Durero algo más de cinco días si tenemos en cuenta el periodo de ejecución de la obra. Dos copias de la composición (una de ellas, un dibujo en la colección Thyssen-Bornemisza) incluyen en este cartelino la leyenda «Fecit Romae». Esta nueva inscripción, en dos copias fieles de nuestro cuadro, ha dado pie para argumentar a favor de la hipótesis de un viaje del artista a Roma, muy discutido, pero que llenaría los meses finales de 1506 y principios de 1507, intervalo en el que no sabemos cuáles fueron las actividades del pintor.

El tema se inscribe dentro de la infancia de Jesús y está reseñado en el Nuevo Testamento y en el evangelio árabe de la Infancia, donde se destaca su papel como maestro. Los detalles que estas fuentes facilitan sobre el episodio no son muchos, aunque sabemos que el hecho tuvo lugar cuando Jesús tenía doce años. La Virgen y san José habían perdido al Niño, y después de tres días de búsqueda lo encontraron en el templo de Jerusalén, sentado en medio de los doctores a los que preguntaba y escuchaba y a los que dejó sorprendidos por sus propias respuestas. Cristo, en esta composición, emplea el expresivo gesto de contar sus argumentos con los dedos, cómputo digital que era un recurso empleado en las disputas teológicas.

Esta tabla perteneció a la colección Barberini, en cuyos inventarios está registrada a partir de 1634. De su paso por esta colección conserva en su reverso dos sellos con el escudo de la familia. En 1934 estuvo en la galería Mercuria de Lucerna, donde fue adquirida, en ese mismo año, para la colección Thyssen Bornemisza.

Por Mar Borobia.

Fernando Botero: Franco, 1986. Óleo sobre lienzo. 226 x 168 cm. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (AD03372). Donación del artista, 2003. Fernando Botero falleció hoy, 15 de septiembre de 2023, a los 91 años de edad. Dado que sus obras son muy conocidas, me ha parecido oportuno comenzar este breve comentario con un cuadro algo distinto, al menos en cuanto a su temática:

Fernando Botero (Medellín, 1932 - Mónaco, 2023): Franco, 1986.
Óleo sobre lienzo.
226 x 168 cm.
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (AD03372).
Esta pintura la realizó por encargo del entonces presidente del Grupo 16, Juan Tomás de Salas, y fue donada por su autor al museo en 2003. En un principio, el artista colombiano hizo un boceto con la campaña de Marruecos como motivo, pero al final decidió «retratarlo en la plenitud de la vida, cuando acababa de tomar el poder».


Texto introductorio a la obra de Botero en el Museo de Antioquia: «Comenzó su carrera a finales de la década de 1940. Es conocido por su estilo de figuras monumentales, pinceladas bien elaboradas y temas enraizados en la cultura latinoamericana y la historia del arte universal. La obra de Botero incluye pinturas, esculturas y dibujos. Exploró el tema de la violencia en Colombia en la década de 1990, con la esperanza de dejar testimonio de una época irracional. Botero ha hecho varias donaciones a museos de Colombia, entre ellos el Museo Nacional de Colombia y el Museo de Antioquia. Participó en varias exposiciones en Estados Unidos y Europa, entre ellas la Bienal de Venecia y la Staatliche Kunsthalle de Baden-Baden. Su formación artística fue en gran parte autodidacta y se inspiró en diversas fuentes, como muralistas mexicanos y maestros renacentistas.»

Para conocer su obra contamos con dos principales recursos: La Colección de Arte del Banco de la República y el Museo de Antioquia.

Otros museos también cuentan con obras suyas. Alguna de ellas las podéis ver en la siguiente galería:

Y por supuesto, no podemos olvidarnos de sus estatuas: Un viaje por el mundo con el maestro Fernando Botero.

Lecturas:

André Masson (Balagny-sur-Thérain, Francia, 1896 - París, Francia, 1987): Les fumeurs (Los fumadores), 1923.André Masson (Balagny-sur-Thérain, Francia, 1896 - París, Francia, 1987): Les fumeurs (Los fumadores), 1923.
Óleo sobre lienzo, 81 x 65 cm.
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Nº de registro: AD06267).


Tras su traumática experiencia en la Primera Guerra Mundial, André Masson retoma la práctica artística, interrumpida durante los años de la contienda. Esta nueva etapa, desarrollada durante los primeros años de la década de 1920, estará muy influenciada por la obra de Paul Cézanne, André Derain y Juan Gris. La síntesis a la que llega Masson da lugar a un estilo cubista peculiar y decorativo en el que el uso de las formas curvas y sinuosas aporta una sensualidad que logra llamar la atención de André Breton, quien lo reclamará para que forme parte del grupo surrealista creado por él en 1924.

En 1921 Masson empieza a realizar una serie de obras con temática común. Se trata de la representación de varios hombres agrupados en torno a una mesa, iconografía tomada de una obra de Derain, Los bebedores (1913-1914), que utilizará con asiduidad entre 1922 y 1923. Estos grupos de figuras bebiendo, fumando, jugando a las cartas o a los dados podrían considerarse como memorias de su vida en las trincheras. Sobre la mesa, la presencia de una granada actúa como símbolo de la vida y de la muerte (Raúl Martínez Arranz)

Nota: este cuadro forma parte de la selección de obras de la colección del Museo que pueden verse en alta resolución así como con distintas vistas (luz visible, luz ultravioleta, fotografía digital infrarroja, imagen radiográfica).

José de Ribera (Xàtiva, Valencia, 16/11/1591 - Nápoles, Italia, 02/09/1652): San Sebastián curado por las santas mujeres, c. 1620-1623
José de Ribera (Xàtiva, Valencia, 16/11/1591 - Nápoles, Italia, 02/09/1652): San Sebastián curado por las santas mujeres, c. 1620-1623

José de Ribera (Xàtiva, Valencia, 16/11/1591 - Nápoles, Italia, 02/09/1652): San Sebastián curado por las santas mujeres, c. 1620-1623
Óleo sobre lienzo, 180,3 x 231,6 cm.
Museo de Bellas Artes de Bilbao (Bilbao, España)


El cuadro tiene una firma muy gastada en la que sólo resulta legible un resto del nombre, sin rastro de la fecha. Debió de sufrir alteraciones durante su estancia en Francia, pero la bibliografía fue repitiendo la transcripción «Jusepe de Ribera de Spagnolet F. 1631», con la deformación galicista del apodo «Spagnoletto». También la fecha estaba alterada, pues por su estilo se sitúa, a mi juicio, hacia 1620-1623.

Un punto fundamental para la comprensión del cuadro es su fecha, que ha de anticiparse en un decenio al año 1631, que se creía que constaba en la firma, pero que formaba parte de la manipulación que había sufrido ésta. Los datos de estilo encajan a mi juicio en un momento situado entre dos jalones temporales seguros: posterior al Calvario de Osuna (1618) y anterior al Sileno ebrio (1626) de Capodimonte (hoy diría que sin duda anterior también a la Virgen con el Niño entregando la Regla a San Bruno, de 1624), y más cerca de 1618 que de 1624. Una opinión más o menos compartida por Pérez Sánchez y por Spinosa, que han sugerido con interrogante que la fecha hoy inexistente que acompañaba a la firma sería 1621.

El San Sebastián curado por las santas mujeres articula una composición monumental con tres figuras (más el par de angelillos volantes que traen la corona y la palma del martirio) dispuestas sin superposiciones en el espacio. El cuerpo del santo semicolgado de un árbol al que está atado por una de las muñecas es un motivo compositivo que Ribera presenta aquí de forma magistral, y que ensayará incansablemente a lo largo de su obra en multitud de variantes, en pintura y, sobre todo, en dibujos. La anatomía perfecta del mártir traza una curva suave que atraviesa en diagonal casi todo el primer plano. Un manto azul cabrilleante con pliegues de cresta lineal muy quebrada se combina con el blanco del paño de pureza, en un hermoso motivo central de telas. La santa viuda Irene, inusitadamente joven y de gran belleza, está vista en la acción de extraer el ungüento con la «propiedad y gracia» que admiró Francisco de los Santos. Aunque genuflexo, su cuerpo cobra mucha altura y llega con la cabeza hasta el límite superior del cuadro; la gran masa rojo oscuro de su vestimenta queda bien aplomada mediante la vertical clara de las carnaciones de rostro y manos y del paño blanco que pende de su brazo. La acompañante o sirviente de Irene constituye el otro bloque, en perfil de cuarto de círculo, que cierra la composición por la izquierda con tonos sordos de pardo y verde, dejando bien destacadas las manos que extraen con delicada seguridad la saeta. (José Milicua)