Desde tiempos inmemorables, las plazas han ocupado un lugar destacado en la arquitectura de pueblos y ciudades. En el caso de Europa Oriental, aún más si cabe porque muchas de ellas fueron trazadas desde el mismo momento de su fundación y posteriormente reconstruidas tras la II Guerra Mundial. Hoy en día aún conservan sus funciones comerciales y son punto de encuentro para los turistas que recorren sus calles. Y por supuesto, no falta el reloj, como el de la Plaza Mayor de Poznan donde dos carneros topan para dar las horas.
Por cierto, el color verde de las cúpulas de muchas iglesias se debe al uso del cobre que, al oxidarse, les confiere ese color tan característico.
Localización: Mina de Sal «Wieliczka» (Polonia) - Fecha: 3/septiembre/2015 - Cámara: Nikon D80 - Distancia focal (DX): 18 mm - Diafragma: f/3.5 - Velocidad de obturación: 1/8s - Sensibilidad ISO: 400
La historia de la Wieliczka se remonta hasta la Edad Media, cuando llevaba el orgulloso nombre de Magnum Sal - Gran Sal. Ya en siglo XIII era conocida como la mayor explotación de sal de Polonia y adquirió una gran importancia para la economía del país. En su interior, además de las infraestructuras propias de una mina, se encuentra una iglesia cuyos elementos —relieves, estatuas, altar, retablo, etc.— están construidos con la sal de la mina.
En 1978, estas minas fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y en la actualidad son uno de los destinos turísticos más visitados de Polonia, tanto que su página web está disponible en siete idiomas, incluido el español. La sección más interesante de dicha página es la titulada Sobre la Mina de Sal «Wieliczka».
Con la incorporación de Polonia a la Unión Europea, el número de turistas que la han visitado ha ido aumentando año a año. Los españoles también nos hemos apuntado a ese destino hasta el punto que muchos sitios turísticos incorporan el idioma español a la hora de informar a los potenciales visitantes. Es el caso de las Minas de sal de Wieliczka, sitas muy cerca de Cracovia, y que en 1978 fueron declaradas Patrimonio de la Humnaidad.
La extracción de la sal comenzó en el siglo XIII y aún perdura hoy en día. Aunque alcanza más de 300 metros de profundidad, la visita turística llega, tras bajar unos 800 peldaños, a los 135 metros parta recorrer después casi tres kilómetros de galerías.
La versión en español no solo contiene toda la información necesaria sino que además cuenta con un interactivo digno de mención al que se accede a través una flecha situada en la parte derecha superior de la página (clic en "Emprender el viaje").
Aquí os dejo una galería de fotografías que tomé en 2015 con ocasión de un viaje a Polonia:
Tal vez leyera por primera vez su nombre en clase de Latín o de Geografía, pero lo cierto es que quedó grabado en la memoria el nombre de Vratislavia. Algunos de mis acompañantes la conocía por Breslavia y casi nadie por el actual (Wroclaw). No es de extrañar la disparidad pues la ciudad pasó de un Imperio a otro en más de una ocasión. De hecho, el final de la II Guerra Mundial supuso un nuevo cambio de fronteras y pasó de ciudad alemana a polaca. No solo cambió su denominación sino también sus habitantes. Los alemanes que residían en la ciudad (unos 30.000) fueron expulsados y se repobló con polacos procedentes de Ucrania. Como tantas otras poblaciones, tuvo que ser casi totalmente reconstruida (el 75% de sus edificios habían quedado destruidos). Hoy en día cuenta con más de 600.000 habitantes y es la cuarta ciudad de Polonia.
Detalle panorama de la Batalla de Racławice
Wroclaw, designada capital cultural europea en 2016, se declara abierta y europea y eso supone chocar de frente con el nuevo nacionalismo que sacude actualmente Polonia. Recuerdo perfectamente la conversación con uno de nuestros guías acerca del patriotismo. Les alertaba del peligro que suponía pasar del orgullo de pertenecer a una gran nación europea a buscar en el nacionalismo la respuesta a todos los males del mundo. Meses más tarde, el partido de extrema derecha y nacionalista Ley y Justicia ganaba las elecciones.
A pesar de todo, se trata de una ciudad hermosa, asentada sobre 12 islas y con más de 100 puentes que unen sus distintos barrios. No en vano es llamada la Venecia de Polonia. Canales, puentes, calles y plazas forman un conjunto armonioso digno de visitarse con tranquilidad y saboreando la historia de una ciudad alemana y comunista en el pasado, polaca en su actualidad. Uno de los acontecimientos más importantes de dicha historia lo constituye la Batalla de Racławice (1794) y no solo en lo que atañe a la ciudad sino a toda Polonia. Tal es así que ya en 1894 fue inaugurado un panorama monumental (15 x 120 m = 1710 m²) que representa dicha batalla. La pintura está dispuesta circularmente (360º), el espectador se sitúa en el centro y se va moviendo según avanza la narración del combate. Seguir leyendo ...
Precisión, orden y planificación prusiana se dan la mano en este campo de concentración o, mejor dicho de exterminio pues ésta fue su función principal. Se equivoca quien espere encontrar un sitio lúgubre o tétrico. Nada más lejos de la realidad pues el campo se asienta sobre una gran planicie, cerca del río Sola y los rayos de sol iluminan los restos del horror y la muerte.
Vista generalBarraconesLetrinas
Vagones como el que se aprecia en la imagen transportaban a los judíos hasta el campo. Muchos de ellos ni siquiera sospecharon que aquellas escaleras les llevaban a la muerte.
VagónEntrada cámara de gasCamino a la muerteEl edificio, hoy en ruinas, alojaba tanto la cámara de gas como los hornos crematorios.Barracones
Ha bastado un cuarto de siglo para que en la ciudades polacas haya desaparecido casi por completo la estética soviética, y esa es sin duda la primera impresión que recibe el visitante al pisar tierra polaca. Su semejanza a cualquier urbe de Europa Occidental es notable y su incorporación a la Comunidad Europea solo ha acelerado ese acercamiento. No obstante, aún permanecen rasgos distintivos de la época comunista como el tranvía y los parques; ambos elementos formaban parte del ideario urbano de los soviets y les da un aspecto romántico.
Nuestro viaje comienza en Cracovia, antigua capital del Reino y considerada aún hoy en día por muchos polacos como el corazón de su tierra. Para fortuna de sus visitantes, los nazis se limitaron a saquearla pero la mayor parte de su legado arquitectónico y artístico se salvó de la destrucción, y su centro histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1978.
Por desgracia, uno de los mayores activos culturales de la ciudad, la comunidad judía, prácticamente desapareció tras el genocidio cometido por los nazis. También aquí, al igual que en Varsovia, se alojó a miles de judíos en una pequeña zona de la ciudad (el gueto) mientras otros tantos eran expulsados de la ciudad a comunidades cercanas o llevados a campos de concentración. El gueto fue liquidado finalmente el 14 de marzo de 1943. Casi resulta doloroso pasear por las mismas calles que se recrean de forma sublime en La lista de Schindler.
El sector turístico se encuentra en pleno auge y sus calles acogen unos ocho millones de visitantes al año. El recorrido por la ciudad comprende la ciudad medieval, la Plaza del Mercado, la Torre del Ayuntamiento, sus parques, la Barbacana, la fortaleza de Wawel, la Catedral gótica de San Wenceslao y San Estanislao, la Basílica del Corpus Cristi, el barrio judío de Kazimierz y sus dos sinagogas (la Vieja y la de Remu).
Estatua de Adam Mickiewicz y Basílica de Santa MaríaRetablo de Wit Stwosz (Basílica de Santa María)Cúpulas de la Basílica de Santa MaríaMercado propiamente dicho en la Plaza.Detalle arcadas en la Plaza del MercadoLa estatua atrae a decenas de turistas
El mundo judío (barrio de Kazimierz)
Sinagoga ViejaSinagoga de RemuhMural que recuerda el HolocaustoEn la Plaza de los Héroes se reunían los judíos del gueto para recuento o traslado. Allí los nazis pasaban lista y los clasificaban. Las sillas de hierro actuales representan el horror de aquella épocaMuro de las Lamentaciones en el cementerio judio de la Sinagoga Remuh
Durante la campaña en Francia sobre el proyecto de Tratado Constitucional europeo los polacos se convirtieron en el demonio 'extranjero' y sufrieron toda clase de descalificaciones.
En concreto, la figura del «fontanero polaco» se convirtió en el símbolo de todos los males, en algo así como la plaga que destruiría el modelo social y económico francés. "Yo me quedo en Polonia. Venid todos" es la respuesta irónica que puede leerse en la web de la Oficina de Turismo polaca en París.
Bajo el rótulo un guapo fontanero asiendo herramientas propias de su oficio. En estos tiempos tan crispados una nota de humor nunca viene mal y más, si de paso se combate con inteligencia las tendencias chovinistas de quienes, en el fondo, votaron 'no' basándose en argumentos xenófobos, excluyentes e insolidarios.