Propiedad intelectual (Continuación)

En Francia, la marejada provocada por el reconocimeinto de las redes P2P ha dado paso a un tormenta con la presentación de un nuevo proyecto sobre Derechos de Autor, que no satisface ni a unos ni a otros, y en el que han desaparecido las enmiendas aprobadas en diciembre pasado por las que se legalizaba el intercambio de ficheros en redes P2P a cambio de una 'licencia global' [Vía: El Navegante].

La prensa francesa recoge estos días una muestra de la controversia suscitada con artículos de Renaud Donnedieu de Vabres (Ministro de Cultura), Philippe Bailly y Georges Fenech, y Françoise de Panafieu.

Actualización. Ludovic Blecher nos explica cómo el ministro francés pretende derrotar a las redes P2P: Les radars anti-P2P seront automatiques, pas les amendes. El método en cuestión se basará en un programa informático que buscará en dichas redes las obras "protegidas" y, una vez descubierto el "tráfico ilegal", la policía acudirá al juez quien determinará si se procede o no contra el internauta. Los jueces franceses deben estar dando saltos de alegría ante tan original idea: juzgar a varios millones de internautas será muy divertido...

EL IMPACTO DE LA CULTURA EN EL HOMBRE Y LAS NUEVAS TECNOLOGIAS

Este artículo está basado en el discurso pronunciado en las I Jornadas Bitácoras y e-Derecho organizadas por la e-sección (Sección de Derecho de Internet y Nuevas Tecnologías) del Real e Ilustre Colegio de Abogados de Zaragoza (22 de abril de 2005).

Cuando D. Pedro Canut me invitó a participar en esta jornada, la primera reacción fue de extrañeza pues mi conocimiento de las relaciones bitácoras-derecho son mínimas. No obstante, D. Pedro me propuso dirigir esta intervención hacia la función de las bitácoras como aportación cultural a la Sociedad del Conocimiento y la problemática entra la difusión de la cultura y los derechos de autor. Como responsable de una bitácora política y cultural el terreno era propicio y acepté encantado. Mi papel en esta mesa no es, por tanto, la del experto sino más bien la de un usuario que pretende tan sólo reflejar su propia experiencia en Internet desde el año 2001. Y, por supuesto, almacenar, y procesar cuantas intervenciones se produzcan a lo largo de esta jornada. En todo caso, espero que a todos nos sean provechosas las próximas horas. Y por supuesto, agradecer a la e-sección su empeño por acercar la Sociedad del Conocimiento al conjunto de los ciudadanos en general y a los aragoneses en particular.

Si el objeto de esta intervención es reflexionar sobre la cultura y su difusión, no será baladí comenzar definiendo aquélla y los motivos que justificarán la conclusión final, la cual les adelanto ya: el acceso a la cultura es un derecho inalienable que no puede ni debe estar sometido al mercantilismo.

Porque díganme: ¿qué entienden ustedes por cultura? ¿Un libro? ¿Una canción? ¿Una película? No; un libro, una canción o una película son productos de la cultura, de una cultura concreta en el espacio y en el tiempo pero no son “cultura” en sí mismos. El antropólogo Clifford Geertz en su ensayo La interpretación de las culturas (GEDISA, 1988) aclara esta diferencia: el concepto de cultura […] es esencialmente un concepto semiótico. Creyendo con Max Weber que el hombre es un animal inserto en tramas de significación que él mismo ha tejido, considero que la cultura es esa urdimbre. Aclaremos un poco más: cultura es ese todo complejo que comprende conocimientos, creencias, arte, moral, derecho, costumbres y cualesquieras otras capacidades y hábitos adquiridos por el hombre en tanto miembro de una sociedad. Por supuesto, no es inamovible y se transmite por medios orales, escritos, artísticos, etc. Aunque la cultura de una sociedad tiende a ser similar en muchos aspectos de una generación a la siguiente, está claro que la replicación de las pautas culturales nunca es completa. Continuamente se añaden pautas nuevas o se modifican las antiguas y, de hecho, en los últimos tiempos, la ruptura intergeneracional ha alcanzado proporciones nunca conocidas. Comprender estos procesos nos conduce inevitablemente al análisis evolutivo de la cultura, es decir, a cómo ésta se transmitió de generación en generación y qué ha cambiado para que dicha transferencia no surta hoy en día el mismo efecto que hace, por ejemplo, doscientos años. Hablamos, ahora sí, de la difusión de la cultura y de su impacto en el concepto de hombre.

Para comprender la importancia de este mecanismo debemos retrotraernos varios millones de años. Existe la creencia generalizada de que el proceso biológico se completó antes de que comenzara el cultural pero esta visión se ha visto totalmente refutada: según las más recientes estimaciones, el paso al modo cultural de vida tardó en cumplirse varios millones de años en el género homo. Las fechas precisas no son importantes; lo que importa aquí es que hubo un solapamiento y que fue muy prolongado. Lo que nos ocurrió fue que nos vimos obligados a abandonar la regularidad y precisión del detallado control genético sobre nuestra cultura para hacernos más flexibles y adaptarnos a un control genético más generalizado aunque desde luego no menos real. A fin de adquirir la información adicional necesaria para que pudiéramos obrar nos vimos obligados a valernos cada vez más de fuentes culturales, del acumulado caudal de símbolos significativos (lenguaje, arte, mito, ritual). En suma, somos animales inconclusos que nos completamos por obra de la cultura. O dicho de otro modo: sin hombres no hay cultura, pero igualmente, y esto es más significativo, sin cultura no hay hombres. Seguir leyendo ...

A propuesta de la Ministra de Cultura, el Consejo de Ministros aprobó el Plan Integral en defensa de la propiedad intelectual con el que dicho ministerio «pretende defender el derecho de los creadores frente a los efectos devastadores de la piratería desde el punto de vista cultural, económico y social». Al margen de las críticas o elogios que pueda merecer este plan, resulta evidente que a la ministra le interesa más el aspecto mercantil de la cultura que el aprovechamiento de las nuevas tecnologías para difundir aquélla. Y a las pruebas me remito: todas las iniciativas van siempre en la misma dirección, a saber, en la que le dicta la Sociedad General de Autores. Con su apoyo incondicional a ésta y a otras asociaciones semejantes sólo conseguirá cercenar, aún más si cabe, las ya escasas posibilidades de la cultura para abrirse paso entre la maraña de intereses comerciales que dominan hoy el panorama cultural. Basta navegar por las universidades, museos y fundaciones españolas y comparar éstas con las europeas en general y especialmente con las anglosajonas, para darse cuenta de la realidad: que estamos a años luz de alcanzar la «convergencia». Por eso, desde aquí se reclama otro Plan Integral: Manifiesto por la liberación de la Cultura. Esto es lo importante y no intentar poner puertas al campo.