Abro la edición digital de El País y me encuentro de bruces con la noticia: El Gobierno reduce la velocidad máxima en autovías y autopistas a 110 kilómetros por hora. No puede ser me digo. Es imposible que alguien con sentido común tomé esa decisión.
¡Ah! ¡claro! La idea ha partido de Miguel Sebastián, el mismo que, tras perder las elecciones municipales en Madrid, decidió que lo suyo no era sentarse en los bancos de la oposición y como premio recibió el cargo de ministro de Industria, Turismo y Comercio.
Solo hay dos posibles explicaciones: o el ministro es tonto o es tonto. No hay más.
Aún cuando la situación no deja de ser preocupante, solo un repunte mantenido en el tiempo pondría en graves apuros a la economía española. Y no me refiero a una o dos semanas sino a meses para que el efecto fuera grave.
En segundo lugar, las precipitaciones en la toma de decisiones nunca son buenas. Imaginen, por ejemplo, que dentro de un mes o menos la OPEP llega a un acuerdo en el sentido de aumentar su producción de petróleo. De hecho, las presiones de EEUU a sus aliados árabes, Arabia Saudí en especial, irán aumentando conforme se agudice la crisis. Nos podremos encontrar, por tanto, con una bajada de precios en fechas próximas, justo cuando nuestro Gobierno haya gastado millones de euros en las nuevas señales.
Y no hablemos ya de la galopante especulación de las empresas petroleras o las aerolíneas en los llamados mercados de futuro del petróleo. O del modo con que se fijan los precios de los carburantes o de los impuestos que conllevan.
Con ineptos e incompetentes como el ministro Sebastián no caben remilgos de ningún tipo. Las elecciones anticipadas no son solo necesarias sino urgentes.
Actualización: al parecer se van a usar pegatinas para las señales. Es de risa 
Epitafio: la medida tomada por el Gobierno solo puede significar que la economía española está mucho peor de lo que nos cuentan. ¿Estamos a punto de entrar en bancarrota?