Filipinas, puerta de Oriente. De Legazpi a Malaspina

La exposición, cuya finalidad es recordar la presencia de España en el Pacífico, especialmente en el archipiélago de las Filipinas, está estructurada en tres secciones:

En la primera, Derroteros, navegantes y expediciones científicas, se quiere reflejar la ingente tarea desarrollada por los numerosos descubridores, marinos e intelectuales que durante siglos surcaron el Pacífico, descubriendo, reconociendo, colonizando y estudiando los paisajes físicos y humanos de sus infinitas islas. La segunda sección de la exposición lleva por título Gobernar, administrar, evangelizar. En ella se plantea la tarea colonizadora desarrollada por España en el archipiélago filipino. La tercera y última sección de la exposición se denomina Un archipiélago de intercambios y pone de relieve la condición de nudo en las relaciones entre Oriente y Occidente que tuvieron las Filipinas. Desde 1565 y hasta 1815 la llamada Nao de Acapulco o Galeón de Manila conectó la capital del archipiélago y Sevilla por medio de una ruta marítima y terrestre que desde Manila iba hasta Acapulco, cruzaba el virreinato de la Nueva España hasta llegar al puerto de Veracruz y desde allí continuaba hasta la capital hispalense. Se trataba de un itinerario con claros objetivos comerciales, pero fue también una excepcional vía de relaciones humanas y de contactos culturales.
Bitácora de navío para aguja magnética.Bitácora de navío para aguja magnética.

Anónimo, siglo XVIII
Madera, latón, cristal: 135 x 85 cm
Monta aguja fabricada por Dobbie Mc. Innes LTD/Glasgow Liverpool & South Shields/n.º 1793/[siglo XIX] España, Madrid, Museo Naval, n.º inv. 459

La bitácora era una especie de armario en el que se colocaba la aguja náutica a la vista del timonel y que señalaba a éste el rumbo. Se estima que la determinación del rumbo se resolvió hacia los siglos XI-XII, cuando alguien descubrió que si la magnetita tenía libertad de movimientos se orientaba sensiblemente en la dirección norte-sur. Para ello se fijó la piedra imán sobre un trozo de corcho y el conjunto se colocó flotando sobre un recipiente con agua. Existe constancia de que este tosco aparato fue utilizado en la navegación mediterránea medieval como instrumento indicador de los rumbos. A partir de ese momento su desarrollo ha sido constante, siendo uno de los avances más importantes el descubrimiento de la propiedad del acero de ser imantado por contacto o frotamiento con la magnetita.

Agujas de acero imantadas, pivotadas sobre un eje, dieron lugar al instrumento conocido como aguja náutica. Durante la época de la construcción naval en madera, se colocaba la aguja náutica en el fondo de una caja, sobre una cartulina en la que se había dibujado una rosa de los vientos con los rumbos de la navegación. Con el tiempo estos instrumentos evolucionaron desde los modelos más sencillos y portátiles a las pesadas bitácoras, en las que la aguja, con el fin de mantenerla horizontal a pesar de los movimientos de la nave, fue montada en suspensión cardan. Éstas eran adecuadas para orientarse, a pesar de que la acción del magnetismo terrestre, observado por primera vez por Cristóbal Colón durante su viaje de descubrimiento, producía desviaciones. No obstante, el desarrollo paulatino de la técnica naval traerá como consecuencia el mayor uso del hierro en el casco y las arboladuras, sobre todo a partir de la introducción de la máquina de vapor en los buques de guerra, causando nuevas perturbaciones en las agujas, que podían provocar la pérdida del buque. El hidrógrafo francés Guillaume Denis, en 1666, fue el primero en exponer las nuevas irregularidades observadas en la orientación de la brújula, pero no será hasta principios del siglo XIX cuando se formulará una teoría completa y razonable sobre la desviación de la aguja; surgieron entonces los primeros estudios sobre los que se asienta la actual teoría de la compensación.En 1878 William Thompson resolvió el problema al presentar la aguja que hoy lleva su nombre y que supuso el comienzo de una nueva era para la navegación, ya que era capaz de funcionar con plenas garantías de exactitud en buques metálicos. La parte esencial y original de su teoría está en la rosa, que es de muy poco peso y está rodeada de un aro de aluminio muy delgado, del que parten radialmente treinta y dos cordones de seda que se afirman a una planchuela central, taladrada en su punto medio para introducir el chapitel; el sistema magnético lo forman de seis a nueve agujas. Todo el conjunto pesa doce gramos, ligereza que anula el error producido por el rozamiento, mientras que su estructura de cordones de seda le da una elasticidad considerable para resistir los choques violentos.

El instrumento aquí representado es un bello ejemplar que tiene forma de copa con dos asas. La parte superior está formada por una pequeña tapadera que oculta el respiradero de la luz de la lantia, la cual estaba situada en el interior de la bitácora. La aguja que lleva incorporada no es la original, que fue cambiada por una de modelo Thompson.

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