Francisco de Goya: Carlos IV, a caballo

Francisco de Goya (1747-1828): Carlos IV, a caballo, 1800.Francisco de Goya (1747-1828): Carlos IV, a caballo, 1800.
Óleo sobre lienzo, 336 x 282 cm.
Madrid, Museo Nacional del Prado, P-719


Formó pareja con el retrato ecuestre de la reina María Luisa (Madrid, Museo del Prado), documentado a través de la correspondencia de ésta con Manuel Godoy, entre septiembre y octubre de 1799. El del rey, que tal vez fue comenzado entonces, no debió, sin embargo, de terminarse hasta el año siguiente, según consta en la factura de Goya, por materiales, de 1801. La cabeza seguramente está tomada del mismo estudio del natural utilizado en el retrato de Carlos IV como cazador, lo que indica una fecha cercana para ambas obras. El rey viste el uniforme de gala de coronel de los Guardias de Corps, regulado por decreto de 1795, y luce todas las condecoraciones que tenía, desde la banda de la orden de Carlos III, la roja del Toisón de Oro, que además cuelga de su cinta sobre el pecho, hasta la del Saint-Esprit y las cruces de las cuatro ordenes de caballería: Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa.

Goya abandonó aquí la actitud heroica de anteriores retratos ecuestres de los reyes, con el caballo en corveta, para presentar al monarca, que nunca había entrado en combate, como hombre apacible y bondadoso. Su caballo avanza de frente, al igual que en el retrato de la reina Margarita de Austria, de Velázquez (Madrid, Museo del Prado), lo que sirve para que predomine la sensación de serenidad y templanza y no de ímpetu guerrero. En esto Goya debió de seguir las recomendaciones del rey, que quería un reinado pacífico que aumentase la prosperidad de su patria. La valentía del monarca y su temple quedan, sin embargo, subrayados por su tranquilidad, avanzando solo en ese paisaje oscuro, de atardecer y tormentoso, que simboliza las dificultades propias del ejercicio del poder real. El caballo, animal grande y poderoso, tan noble y bello como los caballos de los retratos de los Austria de Velázquez, está completamente dominado por el monarca, lo que ayuda a conseguir, con naturalismo, la dignidad del soberano, que sostiene con firmeza las riendas, metáfora de cómo deben llevarse los asuntos de gobierno. El cuadro está pintado con una técnica de gran brillantez y precisión, con la que Goya consigue tanto los efectos detallados del uniforme y sus texturas, como las del tronco del árbol sugerido con gran libertad.

Fuente texto: Catálogo exposición El retrato español. Del Greco a Picasso.

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