Francisco de Goya (Fuendetodos, Zaragoza, 30/03/1746 - Burdeos, Francia, 16/04/1828): Retrato de Martín Zapater, 1797.
Óleo sobre lienzo, 83 x 65 cm.
Museo de Bellas Artes de Bilbao
En 1797, Goya había dejado atrás la gravísima enfermedad que le había dejado como secuela la sordera, la cual le hizo cambiar la percepción de todo cuanto le rodeaba mientras desarrollaba en su interior un mundo de fantasía e invención sin límites reflejado en la serie de grabados de los Caprichos. Era ya un pintor de éxito con dotes excepcionales para el retrato y pintó por tercera vez a Zapater, al que ya había representado en dos ocasiones anteriores, en 1780 y 1790. Su amigo viajó ese año a Madrid, donde acostumbraba a hospedarse en casa de Goya, y allí pudo ser retratado. Nos ofrece aquí la imagen de un Zapater maduro, de unos cincuenta años, de aspecto saludable y resolutivo que, mientras posa, esboza una leve sonrisa y fija su franca e inteligente mirada en el pintor. Una potente fuente de luz entra por la izquierda e ilumina al personaje que se recorta sobre el fondo verdoso. Vuelto ligeramente hacia la izquierda, viste una elegante y sobria casaca marrón con botonadura de plata y corbatín blanco animado por ligeras pinceladas azules, a la moda romántica. Tal y como acostumbraba a hacer en sus retratos, Goya centra su atención en el rostro, meticulosamente trabajado y cargado de matices, en el que destacan las pobladas cejas y la potente nariz, rasgos que caracterizaban la fisonomía de su íntimo amigo, al que no en vano llamaba con desparpajo «narigón de m.». Es especialmente en la mirada donde consigue captar toda la expresividad y la marcada y abierta personalidad de Zapater, mientras que, para plasmar la casaca y el corbatín, utiliza con gran soltura pinceladas más amplias, cargadas de pasta en algunos puntos y que permiten entrever la preparación amarillenta. Es el retrato sincero de un amigo para un amigo, hecho con libertad, sin mediar el compromiso del encargo.
Esta obra, conservada en buenas condiciones, era en origen de formato rectangular, de mayor tamaño y pintada en un óvalo, tal y como menciona Desparmet Fitz-Gerald cuando la vio en 1903 en casa del litógrafo Portabella de Zaragoza. Años más tarde, se recortó perdiendo los cuatro ángulos. En el antepecho gris claro de la parte inferior, el pintor escribió la dedicatoria destinada a su mejor y más entrañable compañero: "Goya. A su Amigo Martñ Zapater. 1797.". [Ana Sánchez-Lassa]