Francisco de Goya: Sebastián Martínez

Francisco de Goya (1747-1828): Sebastián Martínez, 1792.Francisco de Goya (1747-1828): Sebastián Martínez, 1792.
Óleo sobre lienzo, 93 x 67,6 cm.
Inscripción sobre el papel que el retratado lleva en la mano. «D. Sebastian / Martinez / Por su Amigo / Goya / 1792.»
Nueva York, The Metropolitan Museum of Art, Rogers Fund, 1906 (06.289)


El cuadro está fechado en 1792, cuando el modelo tenía cuarenta y cuatro años y seguramente se pintó en Madrid entre mayo y julio de aquel año. En una escritura otorgada en Cádiz el 20 de abril, Martínez decía que estaba «próximo a ausentarse» de aquella ciudad, y se despidió de Pedro González de Sepúlveda en Madrid el 27 de julio, regalándole «lucidados de las cabezas de Rafael hechos por el Señor Mengs en Roma» (Biblioteca Nacional, Mss. 12628 fol. 142v).

Martínez había nacido el 25 de noviembre de 1747 en Treguajantes, aldea de la villa de Soto (Logroño), hijo de don Diego Felipe Martínez y doña Inés Pérez. Su padre era oriundo del lugar de Hornillos y la familia vivía por allí la mayor parte del tiempo. Pero Sebastián se trasladó a Cádiz hacia 1760 —en compañía de su padre según algunas fuentes— y en 1771 ingresó en la Universidad de Cargadores, siendo «hábil y capaz de comerciar y navegar a los Reinos de Indias» a partir de entonces. Tres años más tarde se casó con María Errecarte y Odobraque. Gracias a la familia de su esposa, se encontró con parientes en el comercio de Indias y con un amigo de la familia, Juan Bautista de Oxangoiti (primo del escritor José Cadalso), que le facilitaban en cierto modo sus negocios. Empezó a enriquecerse muy pronto y no tardó mucho en reunir una importante colección de cuadros y una biblioteca impresionante, señales de prosperidad bastante típicas entre los comerciantes gaditanos. Su galería no se consideraba la mayor de Cádiz en los años ochenta del siglo XVIII, cuando la Inquisición se quejó de las «estampas y pinturas indecentes» que le pertenecían y encargó dibujos de algunos de sus cuadros para instruir un expediente. A principios de los años noventa, en cambio, se reconocía la alta calidad de la colección, cuando Antonio Ponz, declarándose amigo de Martínez, dio noticias sobre ella y citó sus obras más importantes (Ponz [1772-1794] 1947, pp. 1.587-1.588). Vino luego a complementar este trabajo el conde de Maule, en notas redactadas a finales del siglo aunque no publicadas hasta 1813 (Cruz y Bahamonde [1813] 1997, p. 227). El conde, por cierto, dijo que «era mui bueno el retrato de Martínez sacado por Goya, de quien hai tres caprichos o sobrepuertas». Estas últimas obras suelen identificarse con el soberbio cuadro de una joven durmiendo, El sueño (Dublín, National Gallery of Ireland), y con dos cuadros más del mismo formato: uno con el mismo tema, Joven dormida (Madrid, colección particular), y el otro, Dos jóvenes conversando (Hartford, Connecticut, Wadsworth Atheneum). Todos ellos son ligeramente eróticos.

El gusto de Martínez era ecléctico en materia estética. Por una parte compraba estampas, libros, cuadros y objetos relacionados con las antigüedades clásicas, como las estatuas de bronce de Hércules y Neptuno encontradas en Sanctipetri, a poca distancia de Cádiz; las Vedute di Roma y las Antichità romane de Piranesi; las Antigüedades de Herculaneo con su explicación; y libros de Winckelmann, Du Bos, Milizia y Mengs. También confirma un cierto apetito neoclásico la presencia en su colección de obras de Mengs, y, además, tenía bastantes pinturas de ruinas tan típicas del clasicismo dieciochesco. Pero el coleccionista apreciaba también el estilo naturalista de Murillo y Velázquez y abundaban en su galería las escenas de diversiones populares de autores de los Países Bajos e Italia. Para que no faltara la nota moralizante en estos temas de la vida cotidiana, tenía entre sus estampas las «pinturas de Horgat [sic] tasadas en setenta y cinco reales», según consta en la partición de sus bienes hecha en Madrid en 1803 y en Cádiz en 1805, es decir, las obras grabadas de William Hogarth en alguna de las ediciones del siglo XVIII.

Algún eco había también en su colección del nuevo gusto por lo Sublime y lo Terrible, y son significativas de ello las estampas y cuadros que guardaba de cataratas, tormentas, incendios, naufragios y muertes de militares.

Un análisis de los libros que había en su casa gaditana después de su muerte nos informa de que el 22,9% de ellos eran de geografía e historia, el 19,6% de bellas artes y el 16,3% de literatura (García-Baquero 1988). Llama la atención la posesión de novelas como Los viajes de Gulliver de Swift, Tom Jones de Fielding y La Clarissa (o Clara Harlowe) de Richardson, entre otras. Es evidente que los productos de la imaginación le fascinaban tanto como las consecuencias de los cálculos en sus negocios. Goya pudo haber disfrutado de su biblioteca, lo mismo que de sus estampas y cuadros, cuando estuvo en su casa en Cádiz en 1793, para reponerse de la grave enfermedad que le dejó sordo. No cabe duda de que su colección era excepcional en Cádiz y que, como dijo Juan Agustín Ceán Bermúdez, se distinguía también «de las demás del reino por el costoso aumento de diseños, estampas raras, modelos y libros de las bellas artes» (Ceán Bermúdez 1780, 1, p. XXI, n. 10).

Su gusto fuera de lo común se expresaba también en la ropa que llevaba. En el retrato de Goya viste frac de seda con rayas, y dejó varias chupas, fraques y calzones de la misma tela en su testamentaría. Lucía asimismo la última moda europea, la llamada «incroyable» en Francia. El papel que lleva en la mano —color azul, como la seda de su vestido— puede ser carta o dibujo. Pero la nota armoniosa que el papel da en el conjunto del retrato refleja también la fina sensibilidad estética de Martínez. Hay que suponer, además, que aprobaba plenamente la técnica velazqueña, por no decir impresionista, con la que Goya desarrolla el diseño de las rayas, consiguiendo los efectos de la seda por medio del contraste entre las pinceladas que constituían las rayas y el tono de fondo. El mundo de los negocios parece lejos.

A principios de 1797 Martínez se trasladó a vivir permanentemente en la corte para desempeñar el puesto de tesorero general y consejero del rey. Pero se le jubiló a mediados de 1800, «en consideración al notorio quebranto de su salud», y murió el 24 de noviembre de ese mismo año.

Fuente texto: Catálogo exposición El retrato español. Del Greco a Picasso.

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