Gerard ter Borch

Gerard ter Borch, A Maid Milking a Cow in a Barn, c. 1653/1654. Oil on panel, 18 11/16 x 19 3/4 in. The J. Paul Getty Museum, Los Angeles
Gerard ter Borch, A Maid Milking a Cow in a Barn, c. 1653/1654. Oil on panel, 18 11/16 x 19 3/4 in. The J. Paul Getty Museum, Los Angeles

La riqueza y variedad de la escuela de pintura holandesa del siglo XVII supone uno de los momentos más significativos de la historia de las artes visuales. La creatividad de los artistas y la multitud de temas representados –potenciado por la gran variedad de clientes que encargaban obras de arte- coincide, en general, con la alta calidad de los pintores. A pesar de su importancia, la refinada obra de Gerard ter Borch ha quedado a los ojos de la historiografía eclipsada por figuras coetáneas que alcanzaron mucho más renombre como Rembrandt, Van Dyck, Van Ostade, Jan Steen o Vermeer. No obstante, hay algo que los expertos en este periodo coinciden en afirmar, y es que se trata del artista que mejor supo captar el refinamiento de la burguesía.

La exposición “Gerard ter Borch” repasa toda la carrera de esta figura, cuyo primer contacto con en el mundo del arte lo tuvo de manos de su padre, también pintor. A través de cincuenta obras selectas se dan a conocer todos los aspectos de su carreta, con especial atención al género del retrato. Así, encontramos algunas de sus primeras obras en la década de 1630, entre las que destaca la imagen de un solitario soldado a caballo; escenas de interiores e, incluso, pintura histórica. Dentro de este grupo se encuentra una de sus obras maestras: la representación de la firma el tratado de Münster, en 1648, considerada la imagen histórica más importante que refleja esta firma entre España y Holanda por la que se ponía fin a la guerra de los ochenta años.

La manera en que reflejó la alta sociedad del momento, le hicieron merecedor de un puesto destacado como retratista de la burguesía, gracias al cual gozó en vida de prestigio y prosperidad. Entre sus claves para el éxito destacan la calidad y sensación de realidad que es capaz de conferir a las distintas texturas de los trajes, del papel que reviste las paredes en las habitaciones y, en general, a todos los materiales plasmados; la delicada presencia de instrumentos musicales y, de manera especial, las cuidadas actitudes, las posturas confidentes y las expresiones solemnes con las que logró reflejar la dignidad de los representados. De la misma manera, la interacción de los personajes que participan en las escenas es otro signo identificativo de su pintura. Destacan el retrato de la joven Helena van der Schalcke (1648), A Young Woman at her Toilet with a Maid (1650-1651), Gallant Conversation (más conocida como Paternal Admonition) y The Suitor’s Visit (1658). Pero no todo su talento fue para las clases más favorecidas ya que también se ocupó de los personajes y escenas más humildes que encontraba en el día a día, en las que demostró la misma habilidad, como se aprecia en The Grinder’s Family (1653 c.), A Maid Milking a Cow in a Barn (1653-1654) o A Horse Stable (1654).

Una interesante oportunidad para acercarse a esta figura esencial de la pintura barroca que nos ofrece la imagen más psicológica del retrato burgués de la Holanda del siglo XVII.

FUENTE: www.masdearte.com.

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