Juan Carreño: El duque de Pastrana

Juan Carreño de Miranda (1614-1685): El duque de Pastrana, ca. 1666.Juan Carreño de Miranda (1614-1685): El duque de Pastrana, ca. 1666.
Óleo sobre lienzo, 217 x 155 cm.
Madrid, Museo Nacional del Prado, P-650


El retratado es don Gregorio de Silva y Mendoza (1640-1693), duque de Pastrana y de Estremera, príncipe de Mélito y de Éboli y conde de Saldaña; viste ropa negra con golilla y porta la venera de la orden de Santiago, que le fue concedida en 1666. En 1693 año de su muerte, obtuvo el Toisón de Oro. Fue personalidad de significación e influencia política en la corte de Carlos II.

En este retrato parece tener entre veinticinco y treinta años. Si pensamos que al obtener la orden de Santiago tenía veintiséis cabe suponer incluso que se pintase en fecha inmediata a su obtención.

El personaje, de cierta ostentosa displicencia, se muestra al espectador de pie, mirando de frente, con la fusta en la mano derecha y la izquierda apoyada en la cadera, junto a la llamativa cazoleta de la espada. Un paje o criado semiarrodillado junto a él parece ajustarle la espuela al pie derecho. Detrás, un palafrenero prepara un caballo blanco, ricamente engalanado con cintas y lazos azules en las crines.

La severa figura del duque, de perfil rómbico y casi frontal, se ve así orlada con una especie de movimiento envolvente, por los elementos coloristas y dinámicos, que prestan al conjunto un carácter inequívocamente barroco. La riqueza de tonos, desde los dorados del traje del servidor arrodillado hasta la mancha clara del caballo y las ligeras transparencias del paisaje —deudor una vez más de la tradición veneciana—, hacen del lienzo uno de los conjuntos más suntuosos y, a la vez, elegantes y contenidos de toda la pintura española de su tiempo.

Nada semejante puede señalarse en los retratos de Velázquez, indudablemente más severos, incluso los que, como los de los cazadores, se muestran al aire libre, fuera de la seriedad de los salones cortesanos. En esta ocasión Carreño se ha inspirado en el Van Dyck de la etapa inglesa. Sólo con los retratos de Carlos I de Inglaterra, cazador, con servidores, caballos y palafreneros en el espacio abierto del bosque o el jardín, puede establecerse un adecuado paralelismo.

El pintor español asimiló perfectamente la refinada y un tanto artificiosa elegancia van-dickiana, y así ha sido unánimemente reconocido por la crítica.

La identificación, hoy plenamente aceptada, la propusieron en 1919 Allende Salazar y Sánchez Cantón. Hasta entonces se le había mencionado simplemente como «caballero de Santiago».

Se conocen algunos otros retratos del personaje. El propio Carreño lo retrató años más tarde en un retrato de busto, hoy en propiedad particular madrileña y aparece también en el Auto de fe en la Plaza Mayor de Madrid de Francisco Rizi (Madrid, Museo Nacional del Prado) y en La adoración de la Sagrada Forma de Claudio Coello en la sacristía del Escorial.

Fuente texto: Catálogo exposición El retrato español. Del Greco a Picasso.

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