La nación liberada de nacionalismo

Por A. ESPINOSA.

El desarrollo histórico de los Estados-nación se fundamentó en dos pilares: 1) la nación es el conjunto de personas que comparten raza, religión, historia y lengua o alguna combinación de ellas, y 2) la nación es origen, fuente y fundamento del poder legítimo.

Como apenas hay en el mundo estados que sean homogéneos ni siquiera en unos de esos cuatro aspectos, en los territorios de su jurisdicción y mediante el poder institucional y la ideología nacionalista, los estados llevan a cabo procesos de homogeneización cultural, lingüística, religiosa con el fin de conformar una nación.

Igual lógica y proceder se dan en las llamadas naciones sin Estado. Éstas partiendo de una diferenciación lingüística se consideran naciones y en consecuencia fuente de poder legitimo y soberanía. También aprovechan el poder de las instituciones de autogobierno para llevar a cabo una construcción nacional basada en la homogeneización cultural y lingüística de su población.

En ambos casos, la homogeneización se lleva a cabo mediante políticas asimilacionistas que persiguen que todos los ciudadanos adopten la lengua, y las señas de identidad de la cultura dominante y en paralelo, abandonen la de su cultura propia como precio a pagar por integrarse de pleno derecho en la cultura oficial. La fusión de las fronteras políticas y las fronteras culturales implica, para los ciudadanos de la cultura no dominante, o asimilación y disfrute de los derechos de la ciudadanía igual, o una ciudadanía parcial, donde la pertenencia cultural y lingüística, excluida del espacio público, tiene que mantenerse en los límites de la estricta privacidad.

En un mundo con 575 etnias y 6.900 lenguas, no es posible seguir compartiendo la idea, que yo califico de creencia, de correspondencia unívoca entre etnia o lengua y Estado. Pretender que los Estados reconocidos por Naciones Unidas se asienten sobre demos o pueblos culturalmente homogéneos es hoy un sinsentido. Pues, o bien homogeneizamos a la mayor parte de esas etnias y/o lenguas para reducirlas a los aproximadamente 200 estados existentes, o bien multiplicamos los Estados para ajustarlos a las etnias/naciones/lenguas, hasta hacer el mundo políticamente inmanejable, y ya lo es con los Estados existentes. No es posible un nacionalismo universal donde haya sitio o territorio para todas las naciones-estado o para todos los estados-nación.

Otro camino es transformar la creencia en el Estado-nación, o en su simétrico, nación-Estado en idea a desechar. Separar la lealtad y la pertenencia a un Estado de la identidad cultural, diferenciando pues entre fronteras políticas y fronteras culturales. Los Estados deben renunciar a la pretensión decimonónica de construir naciones culturales normalizando sus poblaciones, pero los viejos nacionalismos de las llamadas naciones sin Estado, no deberían aprovechar cualquier poder del que disponen para nacionalizar, homogeneizar o normalizar sus territorios con ánimo indudable de construir nuevos Estados nación.

Superar el paradigma nacionalista supone que de la palabra nación no se infiera necesariamente una posición nacionalista y unos objetivos políticos nacionalistas. Es necesario trazar una línea que separe la esfera política y la esfera cultural que permita distinguir entre ciudadanía y nacionalidad y anteponer la primera a la segunda. La nacionalidad se refiere a la pertenencia o procedencia de un individuo a una comunidad cultural; la ciudadanía es la condición que hace libres e iguales a todos los miembros individuales de un estado, nos identifica con una cultura pública común, nos hace sentirnos miembros de la misma comunidad política, por encima de las identidades nacionales o culturales de cada individuo y de cada comunidad nacional o cultural con la que también se siente identificado. La nacionalidad debe dejar de ser la fuente de legitimación del estado, o la condición a partir de la cual se aspira al derecho a tener estado. El estado debe dejar de moldear o impulsar políticas de homogeneización cultural, lingüística, religiosa con el fin de conformar una nación.

Se hace imprescindible liberar a la nación del nacionalismo mediante una REFORMULACIÓN MULTICULTURAL Y DELIBERATIVA de la idea de cultura y nación. Toda comunidad debe considerarse (por que realmente lo es): 1) culturalmente plural, resultado de multiplicidad de prácticas, creencias, narrativas y usos lingüísticos; y 2) abierta al exterior, resultado de un flujo de intercambios, incorporaciones y mestizajes; 3) cambiante, resultado de las experiencias y luchas internas y externas; y 4) conflictiva, esto es, objeto de disputas por la hegemonía en la imposición de una versión determinada, de una articulación siempre contestable de intereses.

Esta reformulación supone superar el concepto prepolítico de nación basado en la lengua y la cultura y vincular más dinámicamente política y cultura. Es asumir que, al fin y al cabo, la cultura es política. Asumir que la democratización consiste en extraer del ámbito de lo heredado, temas, prácticas institucionalizadas y conflictos latentes y exponerlos a la luz de los argumentos del debate político.

El nacionalismo se sustenta en una visión estática de la cultura. Asume que las culturas son algo dado de antemano por la historia de cada país, un conjunto cristalizado de varios elementos: lengua, historia, símbolos, etc. Sin embargo, las ciencias sociales han puesto de manifiesto que esta pretensión es empírica y teóricamente insostenible: las culturas no son totalidades compactas y congeladas, sino procesos abiertos resultado de conflictos y luchas internas y externas.

Necesitamos alejarnos de la nación lingüístico-cultural y acercarnos a la nación política de ciudadanos, es decir, a la comunidad de ciudadanos fundamentada en los principios de democracia, libertad, igualdad y solidaridad. Una sociedad donde se respeta y ampara la pluralidad cultural que está en la base misma de la mayoría de los estados existentes. El nacionalismo busca la coincidencia en un mismo territorio de nación política y nación cultural; la democracia intercultural, posibilita la convivencia de varias culturas iguales en derechos sin que ninguna de ellas tenga que ser fundamento de la nación política o deba coincidir con ella.

La nación liberada de nacionalismo, valora positivamente la diversidad cultural. Además, reconoce un marco común para todos, basado en la igualdad de derechos y deberes, en la igualdad de oportunidades y en la posibilidad real de participación en la vida pública y social de todas las personas y grupos con independencia de su identidad cultural, religiosa o lingüística.

Supone, pues, un cuerpo de ciudadanos activos con los mismos derechos y deberes, que comparten el mismo espacio público y un proyecto democrático común, con respecto a la ley y a los procedimientos jurídicos y políticos. Estos ciudadanos pueden tener distintas identidades y prácticas culturales, tanto privadas como públicas. Estas opciones de cultura e identidad no afectan a su posición en el orden social, económico y político. A nivel cultural, como las prácticas culturales no se reducen al ámbito privado sino que tienen visibilidad pública, la interculturalidad será inevitable y cada vez más frecuente. Así pues se producirán intercambios, mezclas, hibridaciones, mestizajes.

La nación misma, su cultura/s, su lengua o lenguas, su futuro, etc. no se pueden asumir como herencia intocable del pasado, sino que debe formar parte del debate público presente. Si la nación es un proceso abierto y no un dato étnico-cultural objetivo, la deliberación exenta de coacción deber presidir la construcción democrática de la nación como comunidad política plural en permanente recreación parcial. La selección de mitos y símbolos (que nunca son neutrales), el relato histórico (plagado de decisiones de memoria selectiva y olvido) la lengua y la relación entre diferentes lenguas (resultado de opciones intelectuales y políticas), los objetivos y programas de autogobierno, etc., dejan de ser autoevidentes para transformarse en materia de debate abierto a todas las voces y acuerdo o conflicto democrático.

Tal como en su momento, en la tradición política occidental, Iglesia y Estado se separaron y la religión pasó al ámbito privado, en la actualidad, la democracia intercultural, exige secularizar el demos, es decir, que ninguna nación hegemónica pueda apropiarse del estado o de las instituciones de autogobierno. Puede haber culturas mayoritarias o minoritarias en un estado, pero ninguna de ellas puede atribuirse la propiedad o predominio sobre un territorio a través de su identificación con el estado o las instituciones de autogobierno.

La nación, ya secularizada, y por tanto tras perder su eternidad y su condición de sobrehumana, no puede mantenerse como una realidad dada e inmutable. Ni la existencia del Estado, ni el hecho objetivo, en su caso, de una comunidad cultural, son argumentos convincentes para defender la perennidad nacional. Siempre y ante todo, debe estar la voluntad democráticamente expresada por la ciudadanía. Son los vivos quienes con sus votos moldean una sociedad en continuo proceso de transformación, y no la voz inmutable de los muertos, expresada con frecuencia a través de dudosos y contrapuestos intérpretes de la tradición patria.

Liberar la nación de nacionalismo supone desnacionalizar el Estado. Es decir, que la nacionalidad no lo tiña todo, que las estructuras y relaciones no tiendan a ser sometidas a la lógica de lo nacional, que no queden inmersas en la tensión inevitable entre una y otra adscripción. Que la nacionalidad no sea una obsesión y no sea el constante soliloquio de la política, que el ciudadano no sea un oscuro objeto de deseo, porque su alma es la principal competencia que se disputan los diversos nacionalismos. Supone en definitiva que el Estado (Central y Autonómico) dejaran de considerar como su principal tarea moral la de perpetuar los rasgos de una supuesta y mítica diferencia nacional.

Para el nacionalismo los sentimientos y las identidades tienen primacía sobre las instituciones y las estructuras políticas: si éstas contradicen algún sentimiento o alguna identidad, que se cambien las instituciones, las constituciones y las estructuras políticas. Por el contrario, desnacionalizar el Estado, es establecer que lo que es válido son las instituciones que estructuran el espacio público como espacio de todos por estar libre de identidades, sentimientos y creencias religiosas.

Desnacionalizar el Estado, es el camino contrario a un Estado plurinacional. Éste no está menos impregnado de nacionalismo que otro uninacional, sino mucho más. El Estado plurinacional en España, lejos de resolver los conflictos entre nacionalismos constituyen un paso adelante en la dialéctica entre nacionalismo de estado y nacionalismos de oposición, un paso más en el infierno de definiciones identitarias en pugna constante. Los nacionalismos sólo pueden desactivarse replanteando el estado nacional y, como efecto, dejar sin sentido la reivindicación de la autodeterminación nacional.

El estado debe fundamentarse en el policentrismo competencial, la coordinación y la solidaridad como reflejo institucional de los valores libertad, igualdad y fraternidad. Un policentrismo no sólo entre el gobierno central y los gobiernos autónomos, sino también incluyendo a los gobiernos municipales. Profundizar en la división territorial de poderes debilita la dialéctica entre nacionalismos. Éstos se mueven cómodamente en la relación bilateral cada uno mandando centralmente en su territorio. La multilateralidad los confunde y debilita.

Todo ello conduce a la necesaria coordinación intergubernamental y a la cooperación política entre los poderes públicos centrales, autonómicos y locales para la adopción e implementación de políticas públicas coincidentes dentro del territorio del país, donde la igualdad y la solidaridad entre la ciudadanía debe ser el horizonte de las políticas públicas y de la cooperación entre los diferentes gobiernos.

15 comentarios


  1. Espiniosa, con todo el respeto, menudo tostón...
    Todo lo que expone me parece muy coherente con su linea de penamiento, con el que en muchos aspectos llego a coincidir de forma más o menos matizada. Las dinámicas que usted propone entre organizción política y identidad nacional me parecerian del todo acertada si no partieran de una base que yo considero un error tanto de concepto cómo de coherencia en su discurso: la inmutabildad del Estado. Cuando todos sabemos que los actuales estados responden a los mismos origenes que usted atribuye a las identidades nacionales o incluso a otros mucho menos justificables.
    Por lo que considero que, si de verdad se cree su discurso, lo que tiene que proponer es la desaparición del concepto de estado tal y cómo hoy lo concebimos y pasar a una organización multilateral entre administraciones que comparten intereses (lease que hagan más eficiente la gestión en beneficio del ciudadano). Con esto desactivamos la inoperancia del Estado-Nación y la pretensión de crear Naciones-Estado.
    Se trata de romper el binomio. cada uno se puede sentir de la nación o religión o opcion sexual que crea conveniente y la administración pública que se dedique a funcionar en función de los intereses de los ciudadanos. Si es que estamos dispuestos a aceptar su voluntad...

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  2. Vitruvi, dices que mi argumentación parte de una base errónea: la inmutabilidad del Estado.

    Sinceramente no se que frase o párrafo te ha inducido a pensar que yo parto de esa hipótesis, puesto que la mayoría de ellos justamente van en la dirección contraria de que nada es perenne:

    “La nación misma, su cultura/s, su lengua o lenguas, su futuro, etc. no se pueden asumir como herencia intocable del pasado, sino que debe formar parte del debate público presente.”

    “Siempre y ante todo, debe estar la voluntad democráticamente expresada por la ciudadanía. Son los vivos quienes con sus votos moldean una sociedad en continuo proceso de transformación”.

    Afirmar la mutabilidad, la posibilidad de cambiar instituciones, culturas, lenguas etc., de manera democrática, es la base de éste artículo. Lo contrario es negarnos la libertad a nosotros mismos y a las futuras generaciones. Sería negar el proceso histórico.

    Me dices que tendría que “proponer la desaparición del concepto de estado tal como hoy lo concebimos y pasar a una organización multilateral entre administraciones que comparten intereses”. No sé si te interpreto bien, pero supongo que te refieres a avanzar hacia un estado federal.

    Si te interpreto adecuadamente, tengo que decirte que también justo en esa línea va el artículo.

    “El estado debe fundamentarse en el policentrismo competencial, la coordinación y la solidaridad como reflejo institucional de los valores libertad, igualdad y fraternidad. Un policentrismo no sólo entre el gobierno central y los gobiernos autónomos, sino también incluyendo a los gobiernos municipales. Profundizar en la división territorial de poderes debilita la dialéctica entre nacionalismos”

    No estoy hablando de simple descentralización administrativa, la palabra policentrismo supone cesión de soberanía hacia las CCAA, y de las CCAA hacia los Ayuntamientos.

    Debo añadir que a la cesión de soberanía del estado hacia abajo -CCAA y municipios- habría que añadir la cesión o pérdida de soberanía hacia arriba, es decir la Unión Europea.

    Como ves estoy plasmando una transformación del Estado nacional en un estado anacional y de carácter federal. Una trasformación donde se han de articular múltiples intereses legítimos y donde existen disputas por la hegemonía en la imposición de una versión determinada. En definitiva, una transformación presidida por la deliberación democrática exenta de coacciones.

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  3. La cosa es harto complicada. No podemos deshacernos sin más de la herencia de los siglos XVIII, XIX y XX. Y con esta el Estado concebido como una nación impregna todos los elementos culturales y la vida política.

    El punto de partida a la transformación que propone Espinosa no me parece intrascendente. Le doy la razón a Vitruvi. Sin embargo, tendría a priori tanta o más justificación partir la idea de Bélgica o España que partir de la idea de Flandes o Castilla.

    El proceso de "desnacionalización" en la búsqueda del Estado de los ciudadanos es a mi juicio un proyecto político inaplazable. Fuera de él me cuesta ver un futuro para las próximas generaciones donde la paz social y el ejercicio de los derechos, lo que hoy venimos concibiendo como democracia, sea posible.

    Pero el proyecto de la Unión Europea se parece más a un proyecto de un gran Estado plurinacional que a otra cosa. Y las comunidades autónomas son un mal invento entre el Estado y el poder municipal (esto es, con probabilidad, políticamente incorrecto), que "solucionaba" aspiraciones nacionalistas y regionalistas a costa de duplicar la burocracia y el coste de la administración.

    Por otra parte, las diferencias entre el primer y el tercer mundo dificultan la desaparición (o al menos la eliminación del papel "nacionalizador") de las fronteras. Es bonito abogar por la desaparición de estas; es un objetivo, a mi entender, loable. Pero en la actualidad es una utopía que posiblemente acarrease un desastre de dimensiones considerables (y para ello bastaría con flexibilizar el freno que suponen).

    Como conclusión propondría priorizar la vía de la educación para iniciar la evolución hacia el fin del nacionalismo. Una educación basada en los principios y valores fundamentales casi universales donde las personas son importantes por su labor en favor de las personas (y es una redundancia buscada) y no por su aportación a la nación, donde la historia de las personas sustituya a la historia de las naciones, donde nos guste el equipo de fútbol por el juego que desarrolla, no por representar una idea territorial...

    (Lo cierto es que esto también es un tostón...; mis excusas)

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  4. Julián, no puedo por menos que pedirte que aclares algunos puntos.

    Respecto a lo complicado del proceso de transformación totalmente de acuerdo, lo apuntaba en el último párrafo de mi contestación a vitruvi.

    Tu segundo párrafo es el que me resulta de mayor dificultad entender. Tu primera frase parece querer expresar una sintonía con el análisis y con el camino descrito en la transformación, aunque el calificativo de intranscendente me parece ambiguo.

    Punto y seguido después dices darle la razón a vitruvi y aquí me dejas descolocado. ¿Tú también crees que mi hipótesis se basa en la inmutabilidad del Estado?

    Discúlpame pero la última frase de este segundo párrafo tampoco consigo entenderla. “Sin embargo, tendría a priori tanta o más justificación partir la idea de Bélgica o España que partir de la idea de Flandes o Castilla”.

    En relación con tu cuarto párrafo, comentarte que yo no he abogado en ningún momento por la desaparición de fronteras. Incluso el desarrollo del proyecto europeo desdibujaría o suprimiría las interiores, pero mantendría las exteriores. No sé si alguno de mis comentarios podría dar pie a esa interpretación

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  5. Encantado de aclarte mis palabras, Espinosa.

    No es que yo crea que tu análisis se base en la inmutabilidad del Estado. Lo que creo es que partimos (todos) de una situación actual y pretendemos llegar a algún sitio. Por su parte, creo que Vitruvi está de acuerdo en evolucionar hacia otro sitio, pero prefiere partir de una situación diferente, poner en duda el Estado actual. Por eso no me parece intrascendente. Un "Estado" europeo no será lo mismo, al menos a priori, si esta construido sobre los Estados actuales o sobre los "pueblos" que conforman estos Estados. Al darle la razón a Vitruvi pretendía reforzar esta idea sobre el punto de partida, no indicar que estuviera deacuerdo con el conjunto de su crítica.

    Porque como bien apuntas, estoy en sintonía con tu análisis. Tal vez quede ahora más clara la frase “Sin embargo, tendría a priori tanta o más justificación partir la idea de Bélgica o España que partir de la idea de Flandes o Castilla” que apunta en la misma dirección de lo expresado más arriba: Para construir la Europa de los ciudadanos no hace falta acabar con los Estados actuales y crear, previamente y como punto de partida, nuevos "estados-naciones-pueblos".

    Sobre la desaparición de las fronteras es cierto que no abogas por ello en tu comentarios, ni das pie a interpretación alguna. Es un elemento que introduzco por considerarlo esencial cuando se habla del nacionalismo. La idea de frontera, como punto geográfico de separación frente a los "otros" ha sido eje central de la ideología nacionalista.

    Espero que con estas palabras se me pueda entender mejor y se pueda propiciar más debate.

    Un saludo

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  6. creo que no me he explicado bien, lo que yo propongo es la transformación de una estructura administrativa jerarquica y vertical (municipio, provincia, CA, estado...) producto de las limitaciones tecnológicas del pasado para pasar a una organización en forma de malla y en distintas capas, possible hoy en dia gracias a las infraestructuras de comunicaciones y telecomunicaciones. Hay que dejar de concebir a los estados cómo compartimentos estancos con intereses "comunes" enfrentados a los del resto del mundo, ya que algunos intereses reales los oscenses pueden ser más coincidentes con los de los habitantes de Midi Pirynees o de liguria que con los extremeños. y las de los gallegos con los de los bretones o las de los valencianos con los tunecinos en materia de pesca pero con una región de libia en cuestiones agrícolas. Podriamos llamarlo liberalismo administrativo globalizado.

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  7. Julián, para mí ahora si han quedado perfectamente claras tus palabras.

    Es cierto que el nacionalismo ha intentado como digo en el artículo una “fusión de las fronteras políticas y las fronteras culturales” con unas consecuencias “implica, para los ciudadanos de la cultura no dominante, o asimilación y disfrute de los derechos de la ciudadanía igual, o una ciudadanía parcial, donde la pertenencia cultural y lingüística, excluida del espacio público, tiene que mantenerse en los límites de la estricta privacidad.”

    Pero no es menos cierto que cualquier organización jurídico política, aunque liberada de nacionalismo, debe descansar en un espacio físico. La unión europea de ciudadanos, por ejemplo, tendría unas fronteras políticas que delimitarían el espacio donde las normas jurídicas y las prácticas políticas fueran de aplicación. Unas fronteras movibles y con vocación inclusiva, pero reales y necesarias.

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  8. Vitruvi, no se si te has dado cuenta pero tu “organización en forma de malla y en distintas capas” ha definido una organización jurídico política federal. Los nudos de la malla son los centros de poder y de decisión. Las diferentes capas son los diferentes niveles de de poder y de capacidad de decisión.

    En estos momentos los nudos de la malla son el gobierno central, los gobiernos autonómicos y todos y cada uno de los ayuntamientos. Nada debe impedir que puedan añadirse otros si se les considera convenientes; incluso que se crearan nudos temporales, a modo de agrupación temporal de empresas, para llevar a cabo un determinado proyecto.

    Sin negarme a hacer incursiones en conceptos y alternativas a largo plazo, preferiría centrarme en la transformación anacional y federal en la que en mayor o menor medida están insertos los estados europeos.

    Y en esta línea decir que el avance en esa transformación es fruto de una necesidad, más que de una voluntad.

    Precisamente porque los Estados no son “compartimentos estancos con intereses comunes” como dices tú, sino un espacio jurídico político donde deben articularse múltiples y diferentes intereses interdependientes, es por lo que el estado debe, necesariamente, estar en continua recreación, en continua adaptación para cumplir con su finalidad primera y fundamental: conciliar intereses contrapuestos. Ésta es la visión federalista del Estado.

    Frente a ella, la versión nacionalista, considera que el estado está al servicio de la defensa de un solo interés el “nacional”. Por eso la necesidad de hacer coincidir el interés de una parte con el de “todos”, disfrazando el interés particular de “nacional”. Cualquier otro interés en disputa es automáticamente deslegitimado simplemente calificándolo de antinacional. Con un calificativo, se ahorran argumentos de los que probablemente no disponen.

    Las sociedades, cuanto más democráticas, más permiten que afloren a su superficie, que se hagan visibles, los diferentes intereses y puntos de vista. En las sociedades plurales y complejas, como la española, profundizar en la democracia haciéndola más deliberativa, necesita de un estado capaz de articular múltiples, diferentes e interdependientes intereses.

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  9. bueno, o me explico fatal o detras de su discurso lo que subyace es el intento de fosilizar las actuales estructuras de poder basadas en el estado-nación actuales aunque las liberemos del nacionalismo que las creó.
    usted dice:"Las sociedades, cuanto más democráticas, más permiten que afloren a su superficie, que se hagan visibles, los diferentes intereses y puntos de vista. En las sociedades plurales y complejas, como la española, profundizar en la democracia haciéndola más deliberativa, necesita de un estado capaz de articular múltiples, diferentes e interdependientes intereses."
    y yo digo: para que empeñarse en articular intereses opuestos por el hecho de encontrarse a un lado de una línea divisoria ficticia si los puedo articular con alguien que incluso, no se encuentre físicamente pegado a mi.
    La desaparición del estado territorial soluciona el problema del nacionalismo que usted expone. Todo el problema radica en la territorialidad y es verdad que el apego a un territorio en concreto es muy grande en algunas culturas, pero en otras lo es muy poco.
    Para los nacionalistas españoles los límites geograficos de su nación estan muy claros.
    Para los serbios son muy discutibles y variables
    los indigenas americanos cuando hablan de nación se refieren sólo al grupo de personas, independientemente de dónde habiten.
    Las religiones y las ideologias, en general, se han desligado de la territorialidad. uno no es menos mormon por vivir en dinamarca ni menos comunista por vivir en namibia.
    En 7 siglos una de mis líneas familiares no se movió más de 10 kilómetros, ni se mezcló con nadie distinta de este ambito geográfico. el último siglo se movió unos 80km y se mezclo con otras culturas y lenguas venidas de mucho más lejos... no seria extraño que yo o mis descendientes acabaramos en el otro lado del planeta. En un futuro no muy lejano, la mobilidad geografica y la mezcla de culturas hará que deje de ser importante el referente geográfico de tus antepasados, probablente porqué será indeterminable. Por mucha frontera que se empeñen algunos en mantener entre la europa blanca y rica y el resto del mundo.
    bueno, bastente desordenado y nada claro pero espero que aporte alguna cosa nueva.

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  10. hay otra idea que me parece interesante y es la pretendida inmanejabilidad de un planeta más diverso o con más centros de decisión. inmanejable, supongo, para quien pretenda manejarlo. no puedo negarle que ver a Bush negociando en plano de igualdad con los Mapuches por los recursos naturales me produce cierto morbo y probablemente el planeta funcionaria de otra manera. Menos lucrativa para algunos, claro...

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  11. Vitruvi donde dice necesita de un estado, ponga necesita de una organización jurídico política.

    Supongo que no me cuestionara que las sociedades modernas actuales se basan en el derecho y la democracia como fuente de legitimación de ese derecho.

    En el seno de esas sociedades grandes o pequeñas, hay diferentes intereses. Se necesitan por tanto arbitrar unas reglas del juego para articular esas diferencias.

    Esas reglas del juego son aplicables en un terreno de juego. Ojalá y el terreno de juego fuera el planeta entero. Pero hoy por hoy existen unos terrenos de juego más pequeños y delimitados. La aplicación de una ley, necesita delimitar el territorio de aplicación de la misma. Vitruvi esto es elemental. El derecho romano, se aplicaba en el territorio del imperio romano. Organización jurídico política y territorio son inseparables. El territorio puede ser mayor o menor, pero es inseparable.

    La religión, la cultura o la nacionalidad, al ser personales (aunque compartidas por muchas personas), no necesitan de fronteras, es más, por muy grandes que se quieran construir, siempre serán salvadas y transcendidas las fronteras.

    El error no es aplicar el principio de territorialidad a la ley, pues es consustancial a ella definir su ámbito de actuación y aplicación. El error es aplicar el principio de territorialidad a la religión, la cultura o la nacionalidad, cosa que hace el estado nacional.

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  12. La nación más práctica para el futuro será, en mi consideración aquella en que prime el respeto a las culcutras y creencias de los demás y donde todo esfuerzo prime por ser útil al ser humano y engrandeser el pensamiento humanista en función de todos. La humanidad comenzará en breve a desaparecer las fronteras ideológicas, las ideomáticas, las económicas, las culturales y más breve que lo que opinamos desaparecerán las fronteras políticas y reales que hacen del hombre un prionero en su propio mundo conceptuando que para ser nación debemos rendiri tributo al poder de los que la formaron con la fuerza y no a la de los que la formaron con el amor.

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  13. La nación más práctica para el futuro será, en mi consideración, aquella en que prime el respeto a las culturas y creencias de los demás y dónde todo esfuerzo prime por ser útil al ser humano y engrandeser el pensamiento humanista en función de todos. La humanidad comenzará en breve a desaparecer las fronteras oideológicas, las idiomáticas, las económicas, las culturales y más breve que lo que opinamos desaparecerán las fronteras nacionales, ya solo sostenidas por la fuerza, desaparecerán las fronteras politicas y reales, hasta que llegue el día que todas las naciones, razas, etnias, seamos una sola y compartamos con el sueño la unidad mundial para salvar a los seres humanos que crearon sus naciones con el amor y luego se las moldeo la fuerza. Habrá que obedecer más a lo que hace el amor que a lo que puramente es comercio o fuerza militar para salvar a la nación. Esto modifica y completa el comentario anterior.

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  14. Hoy como en el 2007 mantengo las mismas creencias y puedo afirmar, con los cambios y las consecuencias que el mundo tiende a ser una familia humana, que las diferencias más que dividir afirman los conceptos y que más temprano que tarde las fronteras que nos separan irán desapareciendo. No porque alguien se empecine a hacer las cosas para lograrlas, sin porque la necesidad se impone y tenemos razones más que suficientes para necesitarnos los unos a los otros. El país que más avance obtiene en la actualidad es la China, y es porque es el que tiene mayor cantidad de habitantes, un solo idioma y no hay limitaciones para vivir en China y los chinos tienen diferencias en ideologías y costumbre como todos, pero las diferencias no hacen que los chinos se odien los unos a los otros, ni que tengan intenciones a invadir a otros porque son muchos. La raza china, como todas las razas son una sola y la sangre de uno le sirve al otro y son muchas las diferencias pero todos tenemos una formación de pensamiento y de lógica, que solo se desarrollará en la medida que abramos las fronteras y se iguales posibilidades y seremos mejores en la misma medida en que nos aceptemos con diferencias y nos unamos contra el crimen y las miserias que nos asaltan en desarrollo y en subdesarrollo, en miserias y opulencias, tengamos miedo de nuestros defenctos pero no tengamos miedo de nuestras diferencias, pues todos tenemos la posibilidad de cumplimentarnos y escoger entre todos no un camino sino miles de caminos que nos lleven al hombre que estamos buscando en paradigma hace siglos.

    Así pienso.

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