Los perros llevan acompañándonos desde hace miles de años. Los restos de las presas abatidas por los cazadores les impulsaron a merodear por los campamentos de nuestros antepasados iniciando así un proceso de domesticación que ha perdurado hasta nuestros días. Los gatos tardaron algo más en acercarse a nuestras casas. Tuvo que desarrollarse la agricultura para que estos felinos descubrieran que cerca de los campos cultivados había abundancia de presas. Ambos son sin duda las mascotas por excelencia.
Hoy en día, sus antiguas ocupaciones, como la caza, se han transformado en lo que podríamos llamar «hacer compañía». También les hemos encontrado otras utilidades como la de perro-cartero, tal y como se puede observar en la imagen. La fotografía fue tomada en una céntrica calle de Granada y el perro caminaba decidido con el periódico en la boca para entregarlo a su dueño. Le seguimos con la mirada hasta que se metió en una bocacalle, lo que nos llevó a pensar que se dirigía a su casa para cumplir el recado encomendado.
La fantástica adaptación tanto del perro como del gato a nuestros hogares ha hecho que el número de mascotas haya aumentado de forma exponencial en los últimos años. Tanto es así que incluso el Papa Francisco ha terciado en el debate, llegando a decir que las personas que tienen mascotas en lugar de niños son egoístas y que el cuidado de las mascotas «nos quita humanidad». Yo creo, sin embrago, que tener un peludo cerca nos hace mejor personas.
No obstante, corremos el peligro de que la tenencia de mascotas acabe, si no lo es ya, en una mera moda cuyas consecuencias serían a la postre el maltrato y el abandono. Y esto ya es una realidad porque España es el país de Europa donde más se abandona a los animales: Infografía. Él nunca lo haría. Estudio de abandono y adopción 2022 (publicado por la Fundación Affinity en 2022 con los datos extraídos del Estudio sobre Abandono y Adopción de animales de compañía del año 2021).
Por todo ello, es necesaria una regulación legal que proteja a las mascotas. Y en eso está el Gobierno, pero dudo mucho que tenga éxito. Comencemos con lo que podría ser una mera anécdota si no fuera porque retrata, y no para bien, al proyecto de Ley.
A Isabel II le regalaron una perra de raza corgi al cumplir los 18 años. A lo largo de su longeva vida disfrutó de la compañía de más de 30, casi todos ellos descendientes de aquella primera a la que llamó Susan. Incluso inventó una nueva raza, la llamada dorgi, resultante de un enlace accidental entre uno de sus corgis y el perro salchicha de la princesa Margarita.
El hecho es que, una vez aprobada la «Ley de protección, derechos y bienestar de los animales», ninguno de nosotros podrá hacer lo mismo que la difunta reina. En lugar de promover la esterilización voluntaria de las mascotas, se limita a prohibir su reproducción. Ni siquiera contempla la posibilidad de poder solicitar permiso para que nuestra mascota tenga descendientes.
El tono «prohibicionista» no es su único defecto. Es evidente que está redactada por personas que desconocen por completo el mundo rural e incluso me atrevería a decir que tampoco conocen la vida de los animales. El anuncio además de que el PSOE quiere enmendarla para excluir a los perros de caza no hace sino ahondar en la insuficiencia manifiesta de esta ley.
Por otra parte, estoy seguro de que organizar una Seguridad Social para perros y gatos que incluyera, por ejemplo, la esterilización, el chip y la consulta veterinaria así como una rebaja en los medicamentos y en las operaciones conllevaría sin duda un gran beneficio tanto para las mascotas como para sus dueños. Esto sí que de verdad promovería el cuidado de las mascotas y no el curso al que quieren obligar a todo aquel que quiera disfrutar de la compañía de un animal.
En cualquier caso, la tramitación de la Ley no ha hecho sino comenzar.