
La Rusia más remota: menos del 2% de la población rusa reside en los 4,1 millones de kilómetros cuadrados de territorio al norte del círculo polar Ártico. Evgenia Arbugaeva, nacida en Tiksi (Ártico), retrata estos paisajes helados:
Se dice que desde el instante en que el Ártico se infiltra en tu interior, nunca más dejarás de oír su llamada. Yo pasé mi infancia corriendo por la tundra y contemplando la aurora boreal mientras caminaba hacia la escuela en plena noche polar, el poético nombre que reciben esos dos meses de oscuridad que no son solamente el invierno, sino también un estado mental. Hace ya muchos años que salí de mi ciudad, Tiksi, un remoto puerto marítimo de Rusia a orillas del mar de Láptev, para vivir en grandes urbes de distintos países. Pero el Ártico nunca ha dejado de llamarme. Anhelo su aislamiento y su lento ritmo de vida. En este gélido paisaje del norte, mi imaginación vuela sin obstáculos que la frenen. Todos los objetos adquieren simbolismo, todos los colores se imbuyen de significado. No soy yo misma salvo cuando estoy aquí.
Y lo mismo sienten los protagonistas de mis fotografías. A veces pienso que sus historias son como capítulos de un libro: cada uno revela un sueño diferente, pero están todos vinculados al amor por esta tierra. Está el ermitaño que se imagina estar viviendo a bordo de un barco en el mar y la joven que soñó con vivir junto a su amado en el confín del mundo; la comunidad que mantiene vivo su pasado y su futuro al seguir las tradiciones y relatar por enésima vez los mitos de sus antepasados. Y está el viejo sueño soviético de la exploración y la conquista polar. Cada sueño tiene su propia paleta cromática, su propia atmósfera. Cada persona que está aquí tiene sus propios motivos.
JODOVÁRIJA | 68,941 ° N | 53,769° E (Weather Man)
- En un día plácido y sin viento, Viacheslav Korotki navega en solitario en su barca artesanal por las aguas de una estrecha bahía del mar de Barents, cerca de la Estación Meteorológica de Jodovárija. Ha pasado la mayor parte de su vida en remotas estaciones árticas y dice amar esta zona en concreto, en la que lleva viviendo 20 años.
- Korotki camina hacia un faro que dejó de prestar servicio hace más de diez años. Cuando se quedaba sin leña, arrancaba los paneles de madera del faro para calentar la estación meteorológica en la que vivía y trabajaba. Hoy esta estación ha sido sustituida por una instalación nueva.
- Esta emisora de radio de la antigua estación meteorológica transmitía datos de temperatura y precipitación, entre otros, a la estación de la ciudad más cercana, Arjángelsk, a casi 800 kilómetros. Korotki sigue transmitiendo datos cada tres horas, de día y de noche.
- La maqueta de un faro que Korotki está construyendo con cerillas parece proyectar una sombra del paisaje ártico sobre la pared de la estación meteorológica. El pequeño faro reposa sobre un libro de referencia soviético: Dinámica del hielo marino.
- Regalo de Año Nuevo de la fotógrafa Evgenia Arbugaeva, el loro Kesha hace compañía a Korotki mientras almuerza en la vieja estación meteorológica. Kesha es el nombre de un ave que en la época soviética aparecía en unos populares dibujos animados.
KANIN NOS | 68,657° N | 43,272° E (Kanin Nos)
- «Traje caprichos como chocolate y fruta —dice Arbugaeva—. En el Ártico, estas pequeñas cosas son auténticos tesoros que [la meteoróloga y vigilante del faro] Evgenia Kóstikova recibió con una amplia sonrisa. Envolvió las manzanas en papel de periódico una por una, como si fuesen de cristal, para que no se congelasen».
- «El fin del mundo», son las palabras que escribió con pintura blanca el meteorólogo y farero Iván Sivkov en este cobertizo, situado cerca de donde atraca el rompehielos que todos los veranos lleva suministros al faro y a la estación meteorológica de Kanin Nos.
- Kóstikova y Sivkov, con su perro Dragón, toman muestras de agua para medir la salinidad del mar que rodea la península de Kanin, donde confluyen el mar Blanco y el mar de Barents.
- La pareja se dirige hacia el faro, que en esta imagen onírica parece elevarse en el aire en medio de una fuerte ventisca. Este es uno de los pocos faros que quedan en el Ártico. Ahora están abriéndose nuevas rutas marítimas, y muchos buques cuentan hoy con modernos sistemas de navegación.
- Kóstikova se mantiene caliente mientras lee junto aun pequeño calefactor. Cuando era niña, un amigo de la familia le contaba historias sobre la vida en el Ártico. A los 19 años entró a trabajar en su primera estación polar. Al instante supo que el Ártico era el lugar perfecto para ella.
ENÚRMINO | 66,954° N | 171,862° O (Chukotka)
- «Cuando las morsas nos rodearon, la cabaña se movía —relata Arbugaeva—. Sus rugidos eran ensordecedores; costaba dormir por las noches. Además, el calor corporal que despedían hizo que la temperatura en el interior ascendiera muchísimo. El motivo de que hubiesen subido a tierra tal cantidad de ejemplares (unos 100.000) de esta inmensa colonia de morsas del Pacífico era el calentamiento climático, que los había dejado con menos hielo marino sobre el que descansar».
- Nikolai Rovtin se abstrae en sus pensamientos tras hablar de su esposa, fallecida el año pasado. Ahora vive solo en una estación meteorológica abandonada. Antes de que los soviéticos intentasen poblar el Ártico, vivía en una yaranga, la vivienda tradicional chukchi de madera y piel de reno.
- Un cráneo de morsa reposa sobre una mesa en el garaje de un cazador. La carne de este animal es un alimento básico de la comunidad chukchi, que tiene asignada una cuota anual de morsas y ballenas. Los cazadores usan tanto arpones tradicionales como armas de fuego.
- Vika Taenom luce una prenda chukchi llamada kamleika mientras ensaya una danza tradicional en el centro cultural de Enúrmino. Muchas de estas danzas imitan movimientos animales; esta busca atraer gansos, patos y gaviotas.
- Cae la noche y los cazadores regresan a casa tras arponear esta ballena gris para consumir su carne. Según dicta la tradición, en el camino de vuelta los cazadores solo pueden hablar mentalmente, y solo para dirigirse a la ballena, pedirle perdón y explicarle por qué era necesario cazarla.
DIKSON | 73,507° N | 80,525° E (Dikson)
- Cuando entré en aquella sala vacía, me imaginé la música sonando y las estrellas titilando al compás —recuerda Arbugaeva—. Pero entonces empecé a oír puertas que se cerraban de golpe en el pasillo y extraños crujidos. En mi confusa imaginación creí distinguir un ruido de pasos [...] y salí corriendo».
- La aurora boreal lanza un hechizo de color sobre el monumento de una plaza abandonada de Dikson. La estatua honra a los soldados que durante la Segunda Guerra Mundial defendieron de un ataque alemán este puesto avanzado, en otra época próspero.
- Los últimos niños que estudiaron en el colegio de Dikson ya son adultos, pero sus libros de texto siguen abiertos, congelados en el tiempo. Arbugaeva aguardó dos semanas de oscuridad y mal tiempo hasta que la aurora boreal le ofreció luz suficiente para fotografiar el lugar.
- El centro cultural, antaño un bullicio de actuaciones y festejos, lleva años abandonado. Su estilo arquitectónico soviético se repite en otras avanzadas árticas que se urbanizaron cuando la URSS se afanaba en construir infraestructuras a lo largo de la ruta marítima del Norte.
- Una muñeca artesana yace en el gélido alféizar de una escuela abandonada de Dikson. En su mejor momento, en los años ochenta, la ciudad simbolizaba las ambiciones árticas y acogía una población de unos 5.000 habitantes.
Fuente Texto: In Russia’s far north, legends and lives are frozen in time.
Fuente Fotografías: Evgenia Arbugaeva.