La última expresión: El Arte y Auschwitz

Es paradójicamente doloroso reconocer el hecho de que existan supervivientes de los campos de concentración que aún viven y trabajan como artistas. Su existencia es un recordatorio de que las atrocidades producidas en Buchenwald, Gurs, Drancy y Theresienstadt, entre otros lugares a los que alude la exposición, no pertenecen a un pasado remoto, ni pueden catalogarse y archivarse olvidados en la historia. Por éste motivo, el comisario de la muestra, David Mickenberg presentó la exposición utilizando un dibujo de Józef Szajna, artista que sigue trabajando en Varsovia. Szajna es muy conocido en Polonia por su trabajo en el teatro y es uno de los prisioneros que logró aprovechar su don artístico para sobrevivir. Szajna comentó: “si, tuve la suerte de que un soldado de las SS que era jefe de cocina, supiera que dibujaba. A partir de entonces, mientras siguiera pintando siempre recibiría un plato de sopa...”

Esta exposición compuesta por más de doscientas obras, la más completa e inteligente colección sobre el arte en campos de concentración presentada hasta la fecha, comprende obras que varían desde el punto de vista de su calidad, desde las más ingenuas e incluso kitsch, hasta las altamente sofisticadas; obras que fueron mandadas realizar y otras que se dibujaron clandestinamente en trocitos de escaso papel. Podemos apreciar muchos retratos que subrayan la importancia de preservar al individuo de la masa de los humillados, y también, constan excelentes ilustraciones de acuarela en formato de carta realizadas por prisioneros (nunca judíos) a los que les era permitido escribir a sus familias. Estas son de las más desgarradores; nos recuerdan que los prisioneros, a pesar de las espantosas condiciones de vida, albergaban el anhelo por “la belleza”, lo cual ningún experto de estética, ni siquiera Kant, ha podido explicar.

Lo que distingue a esta exposición de otras, no es únicamente su contexto, sino también su enfoque lúcido y carente de sentimentalismos sobre las cuestiones que plantea. Desde un punto de vista histórico, por un lado desprende ecos de movimientos de post-guerra, y por otro, el reflejo, provinciano pero típico, de los valores admirados por los mismos nazis, románticos recuerdos de paisajes, acogedoras reuniones familiares y escenas militares de acontecimientos gloriosos del pasado. Recoge dibujos de artistas jóvenes que apenas acababan de empezar sus estudios artísticos y cuyas muertes en los hornos deberemos lamentar como pérdidas incalificables para nuestra propia cultura. Igualmente, comprende muchas obras realizadas por artistas bajo mandato de jefes de la SS qué aún eran sensibles a la cultura.

De hecho, los conservadores que han reunido estas obras, ofrecen diferentes planteamientos sobre la historia, Se han documentado escrupulosamente y las han clasificado de acuerdo con su desarrollo dentro del conjunto de la historia transcurrida durante los años de la guerra. La exposición está acompañada por una publicación de doscientas sesenta y nueve páginas, con ensayos de notables historiadores, excelentes reproducciones de las obras de los prisioneros y una gran cantidad de información acerca de la proveniencia de unas obras recientemente estudiadas. Encontramos una cita en la que Himmler ordena a los encargados del campo de concentración hacer “trabajar hasta la muerte” a los prisioneros, y además hace una terrible alusión a lo que él consideraba su logro primordial “esta página que no habrá de ser nunca escrita”. Ahora esa página está siendo escrita, pero no para la gloria de Himmler.

TEXTO: Dore Ashton, FUENTE: www.masdearte.com

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