Las rotondas

La noticia (Fuente: EL PERIODICO) Los accidentes con daños de chapa se han multiplicado: Los roces y las colisiones con daños de chapa se han multiplicado en la autovía de Huesca desde que existe la rotonda de la MAZ. Sin embargo, estos accidentes provocan, a lo sumo, heridos leves. "Ahora hay pequeños choques a cualquier hora", indican en Tráfico. El problema, en su opinión, es que muchos conductores españoles no saben cómo conducir por una glorieta, una maniobra que no figuraba en el manual cuando pasaron por la autoescuela. Las colisiones se originan por no respetar el ceda el paso y por cruzar desde el carril interior al exterior, en busca de una salida, sin cerciorarse de la dirección que toman los demás vehículos. "Televisión debería emitir anuncios que enseñen cómo abordar una rotonda", afirman en Tráfico.

El comentario Cuenta la historia que un Rey de Navarra andaba preocupado por una previsible invasión por los ejércitos de su vecino y antiguo familiar, el Rey de Aragón. Se ve que ya de antiguo no había nada peor que la familia. Este intento de invasión era tan seguro que, el pobre Rey, buscaba y buscaba la forma de proteger su capital, Pamplona, pero no encontraba ninguna que le convenciera. Dábale y dábale más vueltas al asunto cuando, sin previo aviso, una musa, harta de las pesadas rogativas del monarca, le dió la luz del entendimiento justo a tiempo para que, el Rey, pensara algo acertado: cuantas más vueltas le doy más perdido me hallo. En ese momento, supo que había encontrado la solución a su problema. Poco tiempo después los ejércitos aragoneses avanzaban imparables cuando tras tomar el desvío a Pamplona, en la entrada de la ciudad, se encontraron con algo extraño que nunca antes habían visto. ¿Qué era aquello? ¿Qué extraño maleficio demoníaco había sido conjurado? ¡Rotondas! ¡Lo han llenado todo de rotondas! susurró un agotado y afónico mensajero al Rey de Aragón antes de caer desplomado al suelo ya que, no en vano, había completado los 150 kilómetros que separan ambas capitales en una sola etapa. Las tropas aragonesas ya en la tercera rotonda habían sucumbido derrotadas y desorientadas con los carromatos abollados y con casi todos sus caballeros envueltos en algún percance circulatorio más o menos grave pero siempre fastidioso. Desolado, un Rey aragonés, alzó su voz al cielo, que amenazaba lluvia, y se lamentó ¡envié mis tropas a luchar en combate, no contra las rotondas! Así fue y esa es la explicación. Desde aquel infausto día Pamplona es conocida en Aragón como la ciudad de las rotondas y guardado en la memoria del olvido aquella terrible lección y sin sacar provecho alguno de ella los aragoneses en general y zaragozanos en particular seguimos sin saber tomar una maldita rotonda. Saludos. Konde.

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