El último de los viajes regios por el Ebro del que tenemos constancia histórica es el realizado en 1585 por Felipe I de Aragón y II de Castilla. Casi cuatrocientos años después, las últimas rutas marítimas comerciales cesaban en su actividad debido a la construcción de diversos embalses. No le niego a éstos su valor pero ojala fuéramos capaces de sustituirlos y devolver a este gran río su navegabilidad.