En 1964 sucedió un hecho poco habitual en el mundo de la música pop. Los Beatles vivían sus primeros momentos de efervescencia en todo el mundo. Acababa de nacer la beatlemanía. Ese año las listas de éxitos de Europa y América eran propiedad del cuarteto de Liverpool. En octubre del año anterior habían entrado con fuerza inusitada en las listas británicas y desde finales de enero de 1964 habían empalmado tres singles seguidos en el número uno de las listas norteamericanas sin dejar que nadie más pudiera saborear esa plaza de privilegio: I want to hold your hand (estuvo en el número uno durante siete semanas), She loves you (dos semanas) y Can't buy my love (tres semanas). No contentos con eso, el 4 de abril el grupo británico estableció un récord que todavía hoy ningún otro artista ha podido superar: coparon los cinco primeros lugares del top ten con cinco singles diferentes (añadamos a las mencionadas Twist and shout y Please, please me).
A lo largo de todo 1964 las listas eran suyas y sólo parecían dispuestos a compartirlas con algunos colegas tan cercanos como The Beach Boys (con I get around), Peter & Gordon (con el hoy olvidado The world without you) y, sobre todo, The Animáis (con The house ofthe rising sun) y Roy Orbison (con Oh, pretty woman).
SATCHMO CONTRA BEATLES
El mundo se movía al ritmo de la beatlemanía, pero sólo un mes después de conseguir su histórico récord en las listas americanas, exactamente el 9 de mayo de 1964, alguien se coló sin pedir permiso. Y no se trataba precisamente de ningún joven renovador de la estética del rock and roll, no era uno de los suyos sino un simpático vejete de 63 años que, trompeta en mano, cantaba con una voz tan gutural como contagiosa el tema de un musical de Broadway: Louis Armstrong y su Hello Dolly saltaron barreras y rompieron la hegemonía Beatle al desplazar por la vía rápida el Can't buy my love de los Fab Four.
Con esa hazaña, el veterano Louis Armstrong se convirtió, al mismo tiempo, en la persona de más edad en alcanzar el codiciado número uno (todavía nadie ha superado ese récord).
El icono incontestable del jazz más clásico desbancaba al icono incontestable del nuevo rock. Una imagen que admite todo tipo de valoraciones pero que simplemente debe entenderse como el triunfo de una incansable honestidad musical, de una terquedad de viejo luchador que sabe que tiene los triunfos en la mano y que, antes o después, podrá extenderlos sobre la mesa sorprendiendo así a todo el mundo.
MR. JAZZ
Y así fue: una gran sorpresa. Louis Armstrong sólo estuvo una semana en el número uno con Hello Dolly pero, con ese tema, marcó de forma indeleble la historia de la música popular como ya había hecho décadas antes al inventar el jazz. [Bien, para ser exactos Louis Armstrong no inventó el jazz, pero podemos utilizar sin miedo esa expresión dado que todo el jazz, tal como lo conocemos hoy (tradicional, clásico, moderno, contemporáneo o postodo), procede directamente de su trabajo en los primeros años veinte del pasado siglo, nada hubiera sido igual sin la presencia de Louis Armstrong y sus Hot Five primero y Hot Seven después].
No debe de ser casual que los grandes nombres del jazz y de la música popular lo hayan repetido sin cansancio una y mil veces.
"No puedes tocar nada con una trompeta que no hubiera tocado ya Louis Armstrong", explicaba Miles Davis.
"Si alguien merece ser llamado Mr. Jazz, ése es Louis Armstrong. Fue el epónimo de jazz y siempre lo será", afirmaba el gran Duke Ellington, al que muchos consideran, precisamente, Mr. Jazz.
Otro grande del jazz y de la trompeta, Dizzy Gillespie, a pesar de su perpetua sorna que no dejaba títere con cabeza, también reverenciaba la figura de Armstrong: "Louis no sólo ha influido en todos los trompetistas, también cambió el modus operandi del jazz al inventar el solo".
Unanimidad total que alcanzó todos los campos de la música. La cantante de gospel más importante de todos los tiempos, Mahalia Jackson, afirmaba: "Si no te gusta Louis Armstrong, ni puedes saber lo que significa el amor".
El director y compositor Leonard Bernstein, que incluyó a Armstrong en varios de sus famosos programas televisivos de divulgación musical, también se deshacía en elogios: "Todo lo que hace es real, verdadero, simple y, por supuesto, honesto. Cada vez que este hombre coloca sus labios en la trompeta, incluso si está ensayando tres notas, lo hace con toda su alma".
En el campo de la música popular tampoco le faltan discípulos y seguidores incondicionales. Dos iconos como Bing Crosby y Tony Bennet nunca han negado todo lo que debían al gran Louis. "Estoy orgulloso de reconocer mi deuda con el reverendo Satchmouth [expresión utilizada en la jerga jazzística para referirse a la forma extremadamente personal en que Satchmo colocaba los labios sobre la boquilla de su trompeta, y que tantos problemas físicos le causó en su madurez]. Él significa el inicio y el final de la música en América", reconocía Bing Crosby.
Tony Bennett, por su parte, era igual de contundente: "La suya es la música clásica americana. Louis Armstrong se ha convertido en nuestra tradición. La pregunta fundamental que se hace cualquier país es ¿en qué hemos contribuido nosotros al mundo? Nuestra contribución es Louis Armstrong".
Hello Dolly:
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