Masada. El último baluarte judío frente a Roma

Masada. La fortaleza se encuentra en el borde occidental del desierto de Judea, cien kilómetros al sur de Jerusalén, en un remoto valle con vistas al mar Muerto y rodeada por escarpados acantilados que se elevan 400 m. Foto: Photostock Israel / Getty Images.
Masada. La fortaleza se encuentra en el borde occidental del desierto de Judea, cien kilómetros al sur de Jerusalén, en un remoto valle con vistas al mar Muerto y rodeada por escarpados acantilados que se elevan 400 m. Foto: Photostock Israel / Getty Images.

Un grupo de sicarios y zelotes desafiaron a las legiones romanas desde lo alto de la imponente fortaleza de Masada. Tras un largo asedio, los judíos decidieron darse muerte antes que rendirse al enemigo.

Por Arturo Sánchez Sanz. Universidad Complutense (Madrid).

«Masada no volverá a caer», afirmaba el poeta Yitzhak Lamdan en 1927, cuando los judíos estaban creando en Palestina el embrión del futuro Estado de Israel. Lamdan se refería a un episodio célebre en la historia del pueblo judío: el asedio romano a la fortaleza de Masada en el año 73, que terminó con la decisión de los defensores –960 hombres, mujeres y niños– de suicidarse antes que rendirse al enemigo; un ejemplo de heroísmo que debía servir de inspiración a los judíos del siglo XX. Más tarde, las Fuerzas de Defensa de Israel celebraron durante muchos años su juramento de fidelidad a la patria en la cima de Masada, repitiendo al unísono la famosa frase de Lamdan.

Hoy en día, sin embargo, hay dudas sobre si aquel episodio sucedió realmente tal como lo cuenta la única fuente que habla de él: La guerra de los judíos, del historiador judío romanizado Flavio Josefo. Aunque Josefo era contemporáneo de los hechos narrados, jamás visitó Masada y en su obra se mezclan elementos históricos con otros ficticios.

Por otra parte, los arqueólogos actuales piensan que no hay pruebas arqueológicas concluyentes del suicidio colectivo evocado por Josefo, que ponía un punto final apropiadamente dramático a una contienda feroz.

El sitio de Masada. Este grabado en color, procedente de una edición de la Historia de Polibio en el siglo XVIII, evoca la fortaleza de Masada y el asedio romano. Foto: Bridgeman / ACI.
El sitio de Masada. Este grabado en color, procedente de una edición de la Historia de Polibio en el siglo XVIII, evoca la fortaleza de Masada y el asedio romano. Foto: Bridgeman / ACI.

En efecto, con la caída de Masada en el año 73 terminaba la primera guerra judeo-romana, una gran rebelión judía contra el dominio romano que había empezado siete años atrás. Para sofocarla, el emperador Nerón había enviado a Judea al veterano general Vespasiano, pero en el año 70 éste volvió a Roma para ocupar el trono después de que las legiones lo proclamasen emperador, y fue su hijo Tito quien dirigió la conquista de Jerusalén y la destrucción del Templo, símbolo de la fe judía.

Resistir hasta el final

  • 66 d.C. Los rebeldes logran evitar la ocupación de Jerusalén y vencen a las legiones del gobernador de Siria, Cestio Galo, en Beth Horon.
  • 66 d.C. Nerón encarga al veterano general Vespasiano la campaña en Judea. Aquél se lleva consigo a 60.000 soldados y su hijo Tito.
  • 67 d.C. Flavio Josefo, como líder de los rebeldes, asume la defensa de Jotapata. Es vencido y perdonado por Vespasiano.
  • 68 d.C. Tras la muerte de Nerón, Vespasiano regresa a Roma para ocupar el trono y su hijo Tito toma el mando en Judea.
  • 70 d.C. Tito conquista Jerusalén. La ciudad y el Templo son saqueados y destruidos. Va a Roma para celebrar el triunfo.
  • 73 d.C. El procurador de Judea, Lucio Flavio Silva, conquista Masada y con esta acción pone fin a la revuelta judía.

Sin embargo, tras esa victoria romana aún quedaban en manos de los insurrectos varias fortalezas del sur de Judea. Entre ellas estaba la de Masada. Allí permanecía refugiado desde el año 66 un grupo de rebeldes judíos, virulentamente antirromanos, conocidos como sicarios. En el año 70 se les sumó un grupo de zelotes, miembros de un movimento radical judío que destacaba por su oposición intransigente a la Roma pagana y su extremismo religioso, y despreciaban a los judíos que no compartían su credo (el término zelote era la traducción griega de la palabra aramea que significa «fanático»). No es extraño, por tanto, que en su avance hacia Masada los zelotes, acaudillados por Eleazar ben Yair, saquearan la pacífica población de Eingedi, asesinando a centenares de judíos como ellos. Desde la fortaleza, situada sobre un promontorio rocoso a 400 metros sobre el nivel del mar, aguardaron los acontecimientos.

Destrucción del templo de Jerusalén. Este óleo, obra del artista Francesco Hayez, ofrece una dramática recreación del asalto de las legiones romanas al mando del general Tito, hijo del emperador Vespasiano, contra el Templo de Jerusalén. Foto: Fine Art / Album.
Destrucción del templo de Jerusalén. Este óleo, obra del artista Francesco Hayez, ofrece una dramática recreación del asalto de las legiones romanas al mando del general Tito, hijo del emperador Vespasiano, contra el Templo de Jerusalén. Foto: Fine Art / Album.

Preparando el asalto

Se ha defendido una imagen romántica de Masada como último bastión de la resistencia judía en lucha por la libertad, un refugio para los desplazados de la guerra. Nunca fue así. Sicarios y zelotes odiaban y atacaban a romanos y a judíos por igual. Pese a su aparente patriotismo, no dudaban en asaltar, secuestrar y asesinar a los propios judíos con el único fin de obtener botín.

Sabían que no podían esperar clemencia de sus enemigos, y cuando vieron que el procurador Lucio Flavio Silva se aproximaba a la fortaleza al mando de la X Legión y de seis cohortes auxiliares, decidieron resistir hasta la muerte sin dudarlo un momento. No eran más de 500 hombres, prestos a obedecer a su líder, Eleazar ben Yair. Con ellos había mujeres y niños, de modo que la fortaleza albergaba casi a un millar de personas.

Silva era consciente de que se enfrentaba a los más audaces oponentes que había conocido en la guerra. Nunca capitularían, por desesperada que fuera su situación, y, además, en Masada tenían suministros para resistir largo tiempo. Silva lo sabía, de manera que utilizó todos los medios a su alcance para terminar con los rebeldes. Casi 10.000 soldados cercaron la meseta, y los legionarios se dedicaron de inmediato, empleando a prisioneros judíos, a construir una prodigiosa rampa que iba desde el llano hasta la muralla de la fortaleza.

Los rebeldes desmantelaron parte de los edificios para utilizar los escombros como proyectiles contra sus enemigos, pero resultaba imposible frenar su avance. Cuando la rampa estuvo terminada, el ariete de una torre de asedio no tardó en abrir una brecha en la muralla sin que los defensores pudieran evitarlo. Pero, contra todo pronóstico, Silva ordenó la retirada antes de iniciar el asalto, cuando todo estaba a su favor. El fin de aquellos rebeldes se retrasaría hasta el alba. Al menos, así lo cuenta Josefo.

En realidad, esta decisión de Silva sólo tiene sentido si aceptamos que la obra de Josefo es tan histórica como literaria. No es enteramente una ficción, pero sí incorpora elementos ficticios para aumentar el efecto dramático. Josefo buscaba presentar a los sicarios ante el lector como unos extremistas que, a sus ojos, habían provocado la guerra. Estaba decidido a escenificar su destrucción. La trama dependía de que Eleazar tuviera tiempo de dirigirse apasionadamente a sus seguidores y convencerlos de lo que debían hacer. Así que Josefo decidió dar un respiro a los asediados y retrasó el asalto hasta el día siguiente.

Démonos muerte

Según Josefo, aquella noche Eleazar pronunció los dos famosos discursos en los que conminaba a sus compañeros a darse muerte antes que rendirse: «Ya que desde hace mucho nos propusimos no ser jamás siervos de los romanos, ni de nadie más que de Dios [...] ha llegado el momento de hacer realidad esa resolución. Como un favor que Dios nos ha concedido, todavía está en nuestro poder morir valientemente y en libertad. Que mueran nuestras esposas antes de que sean violadas, y nuestros hijos antes de que hayan probado la esclavitud; y después de haberlos matado, démonos mutuamente ese glorioso beneficio».

¿Albergaban todos aquellos hombres, mujeres y niños la misma determinación?

En realidad, algunos debieron de horrorizarse ante la propuesta. El suicidio infringía los mandatos de la Torá (al igual que el asesinato, aunque los sicarios nunca demostraron remordimiento por sus sangrientos crímenes). Quizá por ello Eleazar necesitó un segundo discurso para convencer a los indecisos. Sólo dándose muerte ellos mismos privarían a los romanos de una victoria total, y Josefo afirma que finalmente todos aceptaron la propuesta de Eleazar.

El líder de los rebeldes propuso que cada padre asumiera la responsabilidad de acabar con su propia familia. Luego, diez de ellos serían los elegidos por sorteo para acabar con el resto, y finalmente se despacharían entre sí hasta que sólo quedara en pie un hombre, que debía incendiar la fortaleza antes de seguir a sus compañeros en la muerte. Él sería el único que realmente se suicidaría, pero su pecado, dada la naturaleza de lo sucedido, estaba destinado a ser perdonado.

Una fortaleza asediada. Los romanos construyeron varios campamentos fortificados en las inmediaciones de Masada, además de la gigantesca rampa para acceder al recinto. A la derecha de la imagen se aprecia lo que queda de esta rampa en la actualidad. Foto: Duby Tal / Albatross / Alamy / ACI.
Una fortaleza asediada. Los romanos construyeron varios campamentos fortificados en las inmediaciones de Masada, además de la gigantesca rampa para acceder al recinto. A la derecha de la imagen se aprecia lo que queda de esta rampa en la actualidad. Foto: Duby Tal / Albatross / Alamy / ACI.

Lo que dice la arqueología

A la mañana siguiente, los soldados de Silva atravesaron la brecha, sorprendidos de no encontrar oposición alguna. En aquella «ciudadela de muerte» sólo les esperaba un silencio infinito. Rodeados de cadáveres, un oficial gritó, aguardando una improbable respuesta. Ante su asombro, aparecieron dos mujeres que se habían escondido en una de las cisternas junto con cinco niños.

Eran las únicas supervivientes de aquella terrible hecatombe.

Las ruinas de Masada. En la imagen se pueden ver los restos de viviendas y almacenes en lo alto de la fortaleza. Foto: Walter Bibikow / Getty Images.
Las ruinas de Masada. En la imagen se pueden ver los restos de viviendas y almacenes en lo alto de la fortaleza. Foto: Walter Bibikow / Getty Images.

La historia es desgarradora, pero nos deja un gran dilema: ¿Cuánto hay de ficción en ella? Muchos creen que el detallado relato sobre aquella noche se basa en los testimonios de la mujer y los niños supervivientes, aunque desde luego es difícil que recordaran cada palabra del discurso de su líder. Por otra parte, Josefo era famoso por sus licencias retóricas, y la atribución de discursos valientes a héroes del pasado era un recurso literario común.

Su obra está repleta de ellos. En cuanto a los romanos, la denodada resistencia de los rebeldes y su triste final no hacía sino honrar la victoria romana, consumada ante unos oponentes valerosos. No hay gloria en la derrota de un enemigo débil. Para ellos no era un problema aceptar la versión de Josefo.

En realidad, las cosas bien pudieron suceder de otra manera. Silva tal vez no se retiró aquella noche, sino que sus soldados atravesaron la muralla de la fortaleza y se enfrentaron a los rebeldes, que habrían caído en combate; en ese caso, tal vez fueron tan sólo los familiares de los guerreros judíos quienes optaron por el suicidio como vía de escape.

Los arqueólogos israelíes han buscado pruebas del suicidio colectivo, con escasa fortuna. Yigael Yadin, un destacado general israelí que también era arqueólogo, dirigió varias campañas de excavación en la fortaleza entre 1963 y 1965, pero tan sólo descubrió los restos de tres individuos: los huesos de un hombre, un niño y una mujer.

También encontró los restos de 25 cuerpos más en una de las cuevas más pequeñas del acantilado del sur de la roca. Entre los huesos esparcidos por el suelo, aparecieron fragmentos de tejidos y trozos de lienzo.

El estudio del doctor N. Hass estableció que pertenecían a varones de entre 22 y 26 años, un hombre de más de 60 , mujeres de entre 15 y 25 años y varios niños menores de 12 años. En 1969, a los tres primeros cuerpos se los honró con un funeral de Estado y fueron enterrados honorablemente bajo la rampa de Silva, mientras que el resto recibió sepultura en el Monte de los Olivos, en Jerusalén.

Vigilados por Roma. En primer término, el camino serpenteante que conduce a lo alto de la fortaleza de Masada, en el desierto de Judea. Al fondo de la imagen puede verse la silueta del campamento donde estaban acuertaladas las tropas del general romano Lucio Flavio Silva. Foto: Stefano Amantini / Fototeca 9x12.
Vigilados por Roma. En primer término, el camino serpenteante que conduce a lo alto de la fortaleza de Masada, en el desierto de Judea. Al fondo de la imagen puede verse la silueta del campamento donde estaban acuertaladas las tropas del general romano Lucio Flavio Silva. Foto: Stefano Amantini / Fototeca 9x12.

La idea del suicidio en masa como alternativa a la esclavitud o la muerte tiene un atractivo emocional que apela más al corazón que a la razón. Si tuvo lugar de verdad, ese último acto de resistencia requirió un coraje extraordinario que no debe ser menospreciado.

En lugar de huir, sus protagonistas eligieron quedarse y luchar, no porque pensaran que podían ganar sino porque era lo único que sabían hacer. Si era la voluntad de Dios morirían, pero lo harían libres.

Quizá sea ésta la moraleja de la historia: la negativa a admitir la derrota, y el valor para luchar hasta el amargo final. Josefo alaba el coraje y carisma de Eleazar, al que presenta como un personaje mesiánico dispuesto a todo antes que ser capturado, pero nunca como un mártir defensor del oprimido (la valentía y la rectitud moral no siempre van de la mano). Al final, los rebeldes de Masada, cuyas manos estaban manchadas de la sangre de sus compatriotas, se convirtieron en un símbolo para el pueblo judío. Y puede que nunca sepamos lo que sucedió aquella noche de abril del año 73 en el desierto meridional de Judea.


Un grupo de guerreros judíos lucha contra legionarios romanos a caballo durante la defensa de una fortaleza. Dibujo por Peter Dennis. Foto: Peter Dennis / Osprey Publishing.
Un grupo de guerreros judíos lucha contra legionarios romanos a caballo durante la defensa de una fortaleza. Dibujo por Peter Dennis. Foto: Peter Dennis / Osprey Publishing.

Los temibles sicarios

Los sicarios (sicarii) son descritos por Flavio Josefo como una secta judía extremista antirromana que perpetró numerosos asesinatos de importantes romanos y judíos utilizando una daga o sicca, de la que proviene su nombre. Actuaban como la rama más violenta de la secta rebelde de los zelotes, cometiendo asaltos, robos y secuestros de gente importante para obtener un beneficio económico o político a cambio de su liberación.

Durante la guerra conquistaron varias de las fortalezas construidas para defender las fronteras de Judea, entre ellas Masada, que ocuparon en el año 66. Afirmaban que no existía más gobernante que Dios y negaban cualquier otra autoridad, mucho menos extranjera y pagana, en su lucha por el fin de la dominación romana.


El arqueólogo israelí Yigael Yadin durante la excavación de la Cueva de las Cartas, en el desierto de Judea, entre los años 1955 y 1959. Foto: Bridgeman / ACI.
El arqueólogo israelí Yigael Yadin durante la excavación de la Cueva de las Cartas, en el desierto de Judea, entre los años 1955 y 1959. Foto: Bridgeman / ACI.

La atracción de Masada

Yigael Yadin fue político y militar, pero, sobre todo, fue el arqueólogo más famoso de Israel. Como miembro del Instituto de Arqueología de la Universidad Hebrea de Jerusalén, Yadin dirigió las excavaciones de la mítica Masada, considerada «un símbolo nacional del joven Estado judío», y logró extraordinarios descubrimientos.

Los restos de Masada se conocían desde el siglo XIX. No eran pocos los que ascendían hasta la cima para lanzar piedras por los acantilados, emulando a los antiguos defensores. Observar cómo las piedras se hacían pedazos se convirtió en un pasatiempo que el propio Yadin consideró «extrañamente fascinante». Ninguna de aquellas rocas podía alcanzar las ruinas de los campamentos romanos, que se construyeron fuera del alcance de los rebeldes.


Visita oficial. Pionero del sionismo a la vez que arqueólogo, Yigael Yadin veía en Masada un lugar sagrado para el Estado israelí: «Masada representa para nosotros en Israel, y para muchos en otros lugares, tanto arqueólogos como legos, un símbolo de coraje, un monumento de nuestras grandes figuras nacionales, héroes que eligieron la muerte antes que una vida de servidumbre». En la fotografía, Yadin (a la derecha) acompaña a David Ben Gurion, primer ministro de Israel en dos etapas entre 1948 y 1963, en una visita a Masada. Foto: Alamy / ACI.
Visita oficial. Pionero del sionismo a la vez que arqueólogo, Yigael Yadin veía en Masada un lugar sagrado para el Estado israelí: «Masada representa para nosotros en Israel, y para muchos en otros lugares, tanto arqueólogos como legos, un símbolo de coraje, un monumento de nuestras grandes figuras nacionales, héroes que eligieron la muerte antes que una vida de servidumbre». En la fotografía, Yadin (a la derecha) acompaña a David Ben Gurion, primer ministro de Israel en dos etapas entre 1948 y 1963, en una visita a Masada. Foto: Alamy / ACI.

Las supuestas pruebas de la masacre

En la década de 1960, los arqueólogos israelíes creyeron hallar en Masada vestigios materiales del suicidio colectivo de los judíos asediados por Roma. Sin embargo, estas conclusiones han sido cuestionadas en los últimos años.

OSTRAKA. El hallazgo más notable en relación con la caída de Masada fue un conjunto de 12 ostraka (trozos de cerámica con inscripciones) en los que aparecían escritos, de la misma mano, una serie de nombres judíos. En uno de ellos se leía incluso el nombre de «Ben Yair», el mismo que el del último líder de la fortaleza. Yadin y sus colegas interpretaron que, antes del ataque final romano, los últimos defensores habrían echado a suertes quién sería el encargado de dar muerte a los demás y después suicidarse.

Sin embargo, el paleógrafo israelí Joseph Naveh, al publicar en 1989 las excavaciones de Yadin, reconoció que los ostraka no se podían identificar concluyentemente con el episodio de la caída de Masada. De entrada, Josefo afirma que el suicidio se hizo por grupos de diez, no de doce. Además, el grupo de ostraka se parece a otros hallados en el entorno de Masada. No existe ningún indicio que lo vincule con los sucesos relatados por Josefo.

ESQUELETOS. En las termas del palacio norte de Masada se hallaron restos de tres individuos: dos esqueletos, de un varón adulto y otro infantil, y una cabellera de mujer, que incluía dos trenzas. Según la interpretación inicial, se trataba de una familia de zelotes, compuesta por un matrimonio y su hijo, que habrían participado en el suicidio colectivo; de ahí que los restos se encontraran sin enterrar. El Gobierno israelí los reconoció como héroes judíos, y en 1969 les ofreció un funeral de Estado con honores militares.

En la década de 1990, el antropólogo Joe Zias y el experto forense Azriel Gorski examinaron de nuevo los hallazgos y llegaron a conclusiones radicalmente diferentes. Constataron que la cabellera presentaba indicios de que había sido cortada a una mujer viva, lo que correspondería a la costumbre judía de rapar a las mujeres extranjeras capturadas en una batalla, tal como se recoge en el capítulo 21 del Deuteronomio. La hipótesis de Zias y Gorski es que la mujer era la esposa de un militar romano que defendía Masada cuando los zelotes la conquistaron en el año 66. Los esqueletos masculinos corresponderían a dos romanos muertos durante la conquista, cuyos cuerpos fueron arrojados a una estancia del palacio norte que los zelotes usaron como una especie de vertedero, al que también tiraron el pelo de la mujer.


Fuente: https://nationalgeographic.exposure.co/masada

Nota: La URL de donde lo he obtenido usa el dominio .co (colombia) pero se presenta como National Geographic España. Como es algo raro, prefiero tanscribir el artículo completo en lugar de escribir una breve introducción e indicar el correspondiente enlace.

1 comentario


  1. buenas, saludos... tengo una duda, en alguna oportunidad leí sobre la opinión de generales Romanos respecto a Flavio Silva en el contexto de Masada. Si alguien dispone de ese extracto y lo comparte, estaría muy agradecido

    Responder

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *