Mónica en el jardín de Zapatero

Colaboración: por Wifredo Espina. Periodista. Ex director del Centre d’Investigació de la Comunicació.

Mónica estuvo invitada en el jardín de Zapatero. Mónica lució allí su belleza, su inteligencia y su profesionalidad. Él, ojos azules; ella, verdiazules. La entrevista, televisada por TV3, estuvo bien. Mejor dicho, ella estuvo bien.

Porque el Presidente se dedicó, principalmente, a recoger florecillas por el jardín de La Moncloa e irlas repartiendo a unos y a otros, menos al Partido Popular, claro, al que se la tiene jurada y le engaña, como a tantos, siempre que puede. A veces, las más, paseaba la vaciedad de sus frases repetidas sobre el césped. Otras, se adentraba en la penumbra de las ramas con vaguedades del pasado, de los deseos, de las buenas intenciones y de los futuribles. Y en más de una ocasión se ocultó tras el tronco de algún árbol robusto. Tuvo la habilidad de consumir una hora y pico para no decir casi nada. Para adelantarse a iniciar la campaña del referéndum...

A Mónica Terribas, buena entrevistadora, todo eso le ponía nerviosa, visiblemente nerviosa. Lo delataban sus movimientos y esa mirada dura que a veces clava sobre el entrevistado cuando éste no está a la altura. No quería dejarse tomar el pelo rubio que le favorece. Ni el rubio ni el de cualquier color. Ella había ido allí a entrevistar al Presidente del Gobierno y a hacerle hablar de cosas interesantes. Insistía una y otra vez. Él hacía una mueca de sonrisa –ahora sus sonrisas son muecas- y escurría el bulto. No contestaba. O repetía lo de siempre. Ella no se rendía. Volvía a la carga. Más o menos:: “¿Para usted Cataluña es una nación?”. Nada, él por los cerros de Úbeda: “tiene una identidad muy fuerte, es...”. “Usted prometió aprobar el Estatut que saliera del Parlament catalán”. Él: “yo he cumplido, he puesto todo mi empeño; en el del Parlament había algunas cosas que...”. Ella: “Los catalanes están insatisfechos”. Él: “ya verá como todos se pelearán por ver quien quiere más este Estatut”. Ella: “¿Maragall será candidato?”. Él: “Maragall es el hombre del Estatut, pero Montilla es muy bueno...” Ella: “Bueno, ¿y cuánto dinero tendremos de más los catalanes?. Él: “Esto siempre es difícil de decir, pero ya verán ustedes, ya verán”. Y así ...

Tanto duró esta historia que, aunque Mónica era la invitada y la entrevistadora, en un momento se plantó, más que como una rosa, casi como un cactus en medio del jardín y le espetó al señor Presidente que la había invitado: “!Déjeme, déjeme que termine, por favor!”, porque la cortaba en sus preguntas. Lo que él quería, está claro, era soltar su rollo. Quizás pensaba que la rubia de ojos verdiazules se dejaría. ¡Y no!

Mónica no había ido a hacerle propaganda, ni a perder el tiempo. Ella le acorraló y le puso en evidencia lo que pudo. Él se defendió divagando y yéndose por las ramas de esta primavera reseca. Mónica no es una flor – ¡ya hay demasiadas en la profesión!- para el jardín de Zapatero.

1 comentario


  1. Cuando se pierde la parcialidad, el primas por el que vemos se vuelve opaco...

    Responder

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *