Colaboraciones: Wifredo Espina, periodista, ex director del Centre d’Investigació de la Comunicació, Generalitat de Catalunya, y ex subdirector y comentarista político de El Correo Catalán.
Ahora un Estat, Sr. Zapatero
Ahora, un Estat para Cataluña. Como dice Puigcercós (ERC): "los catalanes necesitamos un Estat para ser más felices". No podemos imaginarnos, señor Zapatero, que usted nos vaya a negar la felicidad. Sería incomprensible, sobre todo pidiéndoselo su socio parlamentario, que aún le sostiene en su silla.
Al fin y al cabo, si con el nuevo Estatut ya somos una nació, como aseguran Maragall y los nacionalistas, coincidiendo en esto con los populares (que quieren impugnarlo), ya falta poco; un pasito más y ya está. Y si nos damos un poco de prisa tal vez habría tiempo de meterlo aún en el texto estatutario a su paso por el Senado. Y así Esquerra Republicana –como con delírio desean usted y Maragall- ya podría votar “sí” en el referéndum.
Y no haga usted caso al popular catalán Piqué cuando afirma que “los partidos independentistas son especialistas en provocación”. ¡Que va! Pedir la felicidad no es ninguna provocación, me parece. Y si para ser “felices”, o “más felices”, necesitamos un Estado (con soldaditos y todo, aunque sean de plomo), tampoco parece ha de provocar a nadie de buena fe el pedirlo. La felicidad, a fin de cuentas, es el objetivo de todos los humanos, es algo de la condición humana.Compréndalo.
Usted, señor Zapatero, ya debe ser feliz, muy feliz, pues que tiene un buen Estado, todo un señor Estado, que fue incluso un gran Imperio. Usted no debe caber en sí mismo de tanta felicidad. Por esto, como buen socialista, es natural que quiera repartirla. Esto está bien.
Los catalanes, no; no tenemos Estado ni, por tanto, felicidad. Por esto lo necesitamos, aunque no sea como el suyo. Aunque sea más modestito, o en el preámbulo, con talante. Además, está dentro de la pura lógica. Una Nación tiende a ser Estado, es su vocación. Lea lo que dispone la Enciclopedia Catalana, si es que tiene alguna duda. Luego, si es lógico y da felicidad, hay que obrar en consecuencia.
Y nada de la ocurrencia maragalliana de “una nación de naciones” –que es una contradicción en sus propios términos. Ahora, el Estat Català, y punto.
Sería -¡no nos lo puede negar!- el puro Estado de la felicidad.