Los «baños termales de Carlos», pues eso significa en checo Karlovy Vary, fue el nombre que recibió esta localidad en honor a su fundador Carlos I de Bohemia y IV de Alemania. El asentamiento recibió el honor de ser considerada «ciudad» en 1530 gracias a la leyenda de sus fuentes termales y sus supuestos beneficios para la salud. En el siglo XIX alcanzó fama internacional y a ella acudían ilustres personajes en busca de sus aguas termales. Hoy en día, no solo el negocio continúa sino que además la ciudad se ha convertido en un punto turístico muy importante.
Finales de septiembre, cuando el otoño se asoma entre las montañas, es probablemente la mejor época para visitarla. La luz filtrada por las hojas rojiverdes proporciona una suave sombra a lo largo del paseo del caso viejo y los edificios relucen esplendorosos a la orilla del río.