
No deja de ser sorprendente que en pleno franquismo (7 de junio de 1964) se levantara esta estatua al gran pensador judío Maimónides. La plaza toma su nombre del lugar donde fue enterrado (Tiberíades), según deseo que había expresado antes de morir.
Maimónides se consideró toda su vida un sefardí, un judío inserto en la tradición cultural del hebraísmo hispano, tan impregnado de cultura árabe, y el relato de su vida nos acerca al mundo convulso que le tocó vivir.