¡Feliz cumpleaños, Israel!

El sexagésimo aniversario de la independencia del Estado de Israel encuentra a los israelíes en circunstancias más que suficientes para desanimar al más optimista entre ellos.

Los israelíes se enorgullecen de ver cómo su pueblo pudo restablecer su patria resurgiendo de las cenizas del holocausto. Quizás el más importante logro de Israel en sesenta años de independencia ha sido el de perseverar en el mapa del mundo como un Estado soberano.

Cuando nació no faltaron los que anticiparon un desastre para el joven Estado judío a manos de los países árabes que lo invadieron. Muchos no esperaban entonces que pudiera superar siquiera su primera prueba de fuego. A la luz de la intensa hostilidad en que le tocó vivir, su capacidad no sólo de sobrevivir, sino de desarrollarse, es una odisea.

La economía del país evoluciona de forma impresionante, hasta alcanzar un ingreso per cápita similar al de países europeos desarrollados, entre ellos España, mientras que ocupa un lugar de honor en el campo de la alta tecnología. Ocupa el segundo lugar, después de Japón, en la inscripción de patentes. El Wadi Silicon, la versión israelí de Silicon Valley, produce más tecnología avanzada que la gran mayoría de los países desarrollados. Algunos de los sistemas Windows XP y NT fueron desarrollados en laboratorios israelíes. Bill Gates dijo una vez que "Israel representa el punto más alto de la innovación". Israel tiene las mejores universidades y centros médicos de Oriente Medio y es líder mundial en la tecnología de riego, en la investigación en la medicina, en el desarrollo de energía alternativa. Las compañías israelíes inscritas en el Nasdaq ocupan actualmente el tercer lugar, después de Estados Unidos y Canadá. Su vida cultural es de vanguardia. Su industria fílmica atrae la atención internacional. La economía creció en los últimos años a un ritmo anual del 4 por ciento, superior al de la mayoría de los países occidentales desarrollados. Los expertos aseguran que, pese a la crisis global, crecerá este año un 3 por ciento.

Pero más que ocuparse de los festejos, los medios de comunicación de Israel dedican en estos días páginas enteras a la cobertura de noticias como la investigación de un nuevo affaire de corrupción que podría involucrar al primer ministro Ehud Olmert, o al inminente juicio a su ex ministro de Finanzas acusado de robo, malversación de fondos y blanqueo de dinero, o la condena de un ex ministro a un año y medio de cárcel, por razones parecidas. La ambivalencia con que los israelíes reciben la conmemoración se refleja en editoriales y comentarios. En lugar de dedicarse a analizar los próximos sesenta años, los medios no se ocupan de lo que puede suceder dentro de un año, sino de los escenarios políticos de la semana próxima. El país está sumido en una crisis política, social y étnica, en un momento en que los temas de seguridad, como el insoluble conflicto con los palestinos, la posibilidad de una nueva guerra con Siria y/ o con el movimiento fundamentalista radical libanés Hizbulah y, sobre todo, la amenaza nuclear iraní y las declaraciones de su presidente de borrar del mapa a Israel, preocupan seriamente. Pese a sus impresionantes logros militares, el país sigue enfrentando graves amenazas existenciales. De ahí que el humor nacional no es en estos momentos el más adecuado para festejos.

Después de sesenta años de independencia, Israel no ha logrado asegurar a sus ciudadanos una vida normal ni ha ganado legitimidad en una región que es, probablemente, la más volátil del globo. La ocupación de territorios palestinos ha creado una situación cada vez más insostenible y las negociaciones con los palestinos tropiezan una y otra vez con la inflexible hostilidad de los extremistas de ambas partes, lo que le ha dado el dudoso honor de ser uno de los principales productores de noticias en el mundo. La seguridad nacional domina la agenda de Israel desde el primer día de su existencia. Ha hecho milagros en el desierto, pero es incapaz de superar su más formidable desafío, la resolución del conflicto con sus vecinos.

La diversidad de la sociedad israelí es excepcional, coexisten en ella colectivos sociales, religiosos y culturales de los más diversos orígenes, principal causa de una inestabilidad política que afecta notablemente la gobernabilidad del país. Su sistema electoral proporcional ha causado una parcelación de la política que impidió hasta ahora la creación de gobiernos homogéneos. Otro problema que preocupa a los israelíes es la corrupción, un fenómeno reciente que para algunos representa una amenaza mayor que la beligerancia de los países vecinos.

El humor de los israelíes oscila hoy entre una doble existencia, la de la supervivencia nacional y la de su vida privada, que no desmerece la del ciudadano de cualquier país desarrollado. El escritor Amos Oz considera que el pueblo israelí está confundido y decepcionado porque aún no ha alcanzado la "normalidad". Israel ha dado más premios Nobel que todo el resto de los países de Oriente Medio, pero los israelíes preferirían vivir en un país "normal" a seguir recibiéndolos. Mas Israel no podrá serlo hasta que alcance una paz verdadera, que por el momento se aleja como el horizonte.

Samuel Hadas, analista diplomático, primer embajador de Israel en España y ante la Santa Sede.