¡Feliz vieja Europa!

¿Qué beneficios reporta la edad avanzada? Estados Unidos ha debatido durante años el futuro de Europa, cuestión que adopta últimamente un carácter más específico: ¿es buena cosa o no el envejecimiento de la población europea?

"Starost ne radost" (ser viejo no tiene gracia), dice un antiguo proverbio ruso. Sin embargo, ¿podría ser que los rusos estén equivocados?

"Saludable vieja Europa" es el título de un artículo publicado en el número de mayo/ junio del 2007 de la revista Foreign Affairs,la revista política más influyente, donde se razona que los europeos viven ahora mucho más que nunca con anterioridad y gozan de una salud mucho mejor. Bien, todo ello es indudable, pero por desgracia no es toda la verdad.

La esperanza de vida a lo largo de los últimos cien años casi se ha doblado y es ahora de 80 años, algo más en el caso de las mujeres, algo menos en el caso de los hombres.

Sin embargo, en la vieja Europa nacen menos niños que nunca. Todas las proyecciones sobre la marcha del futuro económico de Europa descansan en la hipótesis o suposición de que se registrará una considerable inmigración para garantizar el funcionamiento de la economía y costear tanto las jubilaciones de un creciente número de gente mayor como el alza vertiginosa del gasto sanitario y otros gastos similares de orden social.

¿De dónde vendrán estos inmigrantes? No de universidades indias o chinas, sino de aldeas montañosas y suburbios de ciudades del norte de África y Oriente Medio. Según las proyecciones actuales, habrá 50 millones de parados jóvenes en tales áreas y muchos de ellos querrán emigrar... o habrán de hacerlo. En un periodo relativamente corto de tiempo, aproximadamente la mitad de la cohorte de edad de numerosas ciudades de Europa Occidental de las personas comprendidas entre los 18 y los 30 años no será de origen europeo. Incluso las actuales cifras relativas a los índices de natalidad no dan cuenta del panorama en su totalidad, porque en el caso de las comunidades inmigrantes este índice es mucho más elevado que el de la población local.

Podría razonarse que una población que se reduce gana en lo que a calidad de vida se refiere. Habrá menos parados, las calles estarán menos congestionadas, ahorraremos energía y otros recursos. El gasto en educación bajará, deberán invertirse menores sumas en nuestras grandes ciudades, se necesitará menos policía y bomberos, menos escuelas, guarderías y cárceles, y habrá más espacio que destinar a parques y áreas abiertas. Habrá menos ruido.

Pero ésta tampoco es toda la verdad. La perspectiva de disfrutar de 25 o incluso 30 años de jubilación - en Estados Unidos suele anunciarse como la edad de oro o incluso la edad sexy-presenta un panorama sumamente atractivo gracias a Cialis o Viagra a precios relativamente económicos, pero ¿quién lo pagará? Cuando se instauró el Estado de bienestar, los planificadores no tuvieron en cuenta que tan gran número de personas viviría tantos años y que su número sin duda aumentaría. En muchos países europeos se ha sugerido que la edad de jubilación debería ser superior. Pero la idea topa con oposición; en Francia se han registrado huelgas contrarias a tal reforma.

Tampoco es del todo cierto que la vieja Europa goce de tan buena salud. El estado de salud del grupo de edad inferior a 75 años ha mejorado mucho, pero las personas de edad más avanzada (grupo de edad que crece con mayor rapidez) se hallan aquejadas de diversas dolencias propias de la civilización además del natural declive biológico. En este momento, las sociedades occidentales no están preparadas para afrontar las implicaciones de este proceso; en Estados Unidos, el número de personas mayores se ha doblado durante los últimos veinte años, pero el número de geriatras ha disminuido en un tercio.

La publicidad sobre la edad de oro (jugadores de golf en buena forma, abuelas sonrientes y de aspecto saludable) puede presentar parte de la realidad. Pero existe otro aspecto menos inspirador y edificante de la cuestión: el de la enfermedad y la soledad, del declive mental y la capacidad física, de la pérdida de memoria y de la incontinencia, de la creciente dependencia de los demás, de la pérdida de la esperanza. Quienes escriben sobre la dichosa y saludable vieja Europa harían bien en incluir entre sus lecturas la obra de Norberto Bobbio (que murió no hace mucho a la edad de 93 años) De senectute a fin de aprender más sobre la otra cara de la moneda...

Consideraciones personales aparte, aun en el caso de que nuestros ciudadanos de más edad se jubilaran sólo a partir de los 65 o 68 años, dadas las actuales tendencias demográficas y la menor natalidad, los países de Europa Occidental seguirían dependiendo de la entrada anual de cientos de miles de inmigrantes, factor que - para bien o para mal- provocará cambios radicales en su entorno. Sus países ya no serán los mismos. Ni tampoco la saludable vieja Europa.

Walter Laqueur, director del Instituto de Estudios Estratégicos de Washington. Traducción: José María Puig de la Bellacasa.