¿Atacará a Irán?

Es una confrontación antigua, aparentemente fácil de resumir, extremadamente difícil en realidad. Las dos partes tienen razón, no en el mismo grado. Irán reclama su derecho a enriquecer materiales fisibles, de acuerdo con los tratados en vigor. Los occidentales -EE.UU. de un lado, los europeos de otro, Francia, Reino Unido y Alemania, junto al representante para la Política Exterior europea, Javier Solana- han puesto pies en pared: «No admitiremos un nuevo estado con el arma nuclear». Irán replica: desarrollamos nuestro programa civil desde tiempos del Sha, entonces con apoyo americano.

La política de Irán podría llevar a Turquía, Arabia Saudí o Egipto a nuclearizarse. El problema sería entonces muy difícil de manejar. Entre las cinco naciones oficialmente poseedoras del arma atómica, dos de ellas, Rusia y China, mantienen ante el caso iraní criterios diferentes a la Casa Blanca. No quieren que Irán sea una potencia nuclear. Pero el contencioso les da una gran baza. El problema se complicará. Quizá este resumen pueda ser útil durante cuatro o cinco semanas: luego ya no. Estos son los grandes actores:

El OIEA, agencia de las Naciones Unidas para la energía atómica, tiene a su frente a un hombre competente y leal, el egipcio Mohamed ElBaradei. Irán, cree ElBaradei, sigue avanzando en el enriquecimiento de uranio. Para fabricar la bomba, Irán debería disponer de unas 52.000 centrifugadoras: hoy cuenta con menos de 5.000 (aunque se utilice el método en cascada). ElBaradei, que entregará su informe a fin de febrero, ha pedido a iraníes y occidentales que vuelvan a la mesa de negociación. De acuerdo con la resolución 1737 del Consejo de Seguridad, el Organismo Internacional de la Energía Atómica ha aplicado ya dos clases de sanciones a Irán, económicas y tecnológicas. Contra lo que algunos suponen, las sanciones del OIEA son eficaces. Washington ha expulsado a Irán de su sistema financiero. Las transacciones iraníes en dólares son hoy mucho más difíciles. La Administración americana pide a la zona euro medidas paralelas. Los europeos dudan que la expulsión iraní de la zona euro tenga soporte jurídico bastante. Pero eso, dice el Financial Times, 26 de enero, no debe servir de pretexto para aplazar acciones contra Irán.

Estados Unidos aumenta su amenaza militar. El portaaviones Stennis, protegido por nueve cruceros y destructores, llegaba el 19 de enero al golfo Pérsico. La llamada de ElBaradei a la mesa de negociación influirá sin embargo en la Casa Blanca. Faltarían al menos tres años, máximo ocho, para una primera bomba iraní. Al menos, esto sostenía John Negroponte, antiguo jefe nacional de Inteligencia, antes de su traslado al segundo puesto del departamento de Estado. Los analistas más solventes coinciden: el principal defensor de la guerra aérea contra Irán es el vicepresidente Cheney, verdadero cerebro de Bush, impulsor de la guerra de Irak.

La Unión Europea estará representada, de aquí a julio, por una voz, doble pero unívoca: la de la actual presidenta de la UE, Angela Merkel y la del responsable de Política Exterior, Javier Solana. Los europeos insisten en dejar a Irán una salida practicable. Creen que Mahmoud Ahmadineyad, el presidente iraní, ha cometido graves errores. Pero en Irán, el poder está compartido entre siete distintas instancias: sólo una controlada por Ahmadineyad. Tanto Merkel como Solana han insistido ante Bush: Teherán necesita garantías militares, seguridades de no ser atacado. Entonces negociará. Pero Irán se niega a negociar bajo la amenaza. Sería notable que para cerrarle el camino hacia su nuclearización, Bush ordenara bombardear Irán con armas nucleares, proyectiles bunker buster, capaces de destruir 60 laboratorios subterráneos.

Rusia ha vendido en enero a Irán 29 plataformas de misiles antiaéreos (tierra-aire) por 540 millones de euros. Es la última de una serie de ventas rusas a Irán. Los sistemas misilísticos iraníes tierra-mar podrían mantener cerrado el golfo Pérsico durante un mes o más. Desde 1988, Irán no ha cesado de rearmarse. Sus cohetes, aseguran los servicios británicos, podrían alcanzar a cualquier flota en el golfo. Rusia ha colaborado con Irán en el reactor de Bushehr, al que ha suministrado 1000 Mwe de agua ligera: es una entrega de material civil, no militar, sometida a las salvaguardias del OIEA.

China mantiene cuatro concesiones de prospección de gas en Irán y espera contratar cinco más. El gobierno chino no desea enfrentarse al iraní. A China le interesa un cliente de 70 millones de compradores, con un poderoso bazar; y le interesa un proveedor de energía segundo productor de gas, tercero o cuarto de petróleo, según se calcule. Como Rusia, China ha ofrecido tecnología para proveer a Irán de combustible nuclear procesado, para uso civil, comprometiéndose a retirar los residuos. En Isfahan, China ha facilitado una parte del combustible nuclear necesario, bajo supervisión del OIEA.

Cuatro viejos halcones han levantado bandera el mes pasado, en Estados Unidos, por la definitiva abolición de las armas atómicas: Henry Kissinger, George Shultz, William Perry y Sam Nunn. Dos antiguos secretarios de Estado, un secretario de Defensa y un responsable de la comisión de Defensa del Senado, 79 años de edad media. Corea del Norte, escriben, es una anécdota. Irán no lo es. «Irán y otros muchos estados no nucleares se quejan del doble sistema de medidas: hay países que poseen armas nucleares y prohíben a otros que las tengan. Urge acabar con esa contradicción». Los defensores de Irán se preguntan por qué no ha de tener derecho Teherán al arma que poseen sus vecinos, India, Pakistán, Israel... La supresión de la fuerza nuclear militar liberaría en América una partida presupuestaria anual próxima a los 100.000 millones de dólares: una suma que, aplicada a otros fines, tendría un notable poder transformador.

Un enfrentamiento armado con Irán sería más grave que el de Irak. Por eso ElBaradei insiste en regresar a la mesa de negociación. Negociar no es abdicar, ni rendirse, ni contemporizar. La no inminencia del arma nuclear iraní juega a favor de la tesis de la OIEA. Muchos problemas, aparentemente insolubles, pueden resolverse o aplazarse indefinidamente gracias a la mesa de negociación. La desaparición política de Bush y Ahnmadineyad en 2008 -la primera segura, la segunda probable- contribuirán a la estabilidad. El presidente americano, ¿puede decidir un ataque a Irán? Sí. Pero el Congreso, el Pentágono, la Secretaría de Estado y el Tesoro opondrían fuerte resistencia.

Las decisiones de Ahmadineyad son, sin embargo, extremadamente peligrosas. Estamos ante una serie de errores especulares, para usar el término de Herrero de Miñón: un espejo reproduce deformado al anterior, al tiempo que es reproducido y deformado por el siguiente. El régimen iraní es y será incomprensible para los europeos. Pero es dudoso que la dificultad de entender legitime al más fuerte para imponer sus reglas. El asunto es demasiado complejo y no lo trataremos hoy. Tampoco aludiremos al respaldo de Bush a India, nueva potencia atómica, al margen del Tratado de No Proliferación. Quizá al presidente americano, como el jugador ante el desastre, sólo se le ocurra subir la apuesta. Jacques Chirac intervenía el miércolesúltimo en el debate. Si Irán llegara a disponer de una o dos armas nucleares, vino a decir el presidente francés, no habría gran peligro: las armas hay que lanzarlas. «¿Hacia dónde se dirigiría esa bomba? ¿Hacia Israel? Antes de que hubiera despegado 200 metros, Teherán habría desaparecido del mapa».

Darío Valcárcel