¿Campaña contra el Estatut?

Por Francesc de Carreras, catedrático de Derecho Constitucional de la UAB (LA VANGUARDIA, 13/10/05):

Aprobado el nuevo Estatut en su primera fase parlamentaria, los medios de comunicación catalanes rebosan de opiniones en las que se sostiene que en España se ha iniciado una campaña en su contra, y se añade en general que se trata, en definitiva, de una nueva campaña contra Catalunya, una más de una tradición secular. ¿Es esto así?

Obviamente, no se trata de lo segundo. Sólo desde prejuicios ideológicos bien conocidos que intentan siempre confundir gobiernos y partidos, incluso personas, con países enteros, puede mantenerse que la campaña es contra Catalunya. Como sabemos, esta fácil manera de descalificar las críticas y reforzar posiciones propias ha sido utilizada con mucha frecuencia en el pasado. Cuando a principios de los años sesenta el cardenal Montini, entonces arzobispo de Milán y más tarde Papa Pablo VI, intercedió ante Franco para que indultara a presos políticos españoles condenados a muerte, la prensa española del momento invocó el fantasma de una campaña antiespañola instigada por los comunistas, a los cuales obedecía ciegamente, por lo visto, el futuro Papa. Ello se repitió con frecuencia en los años siguientes: recuerden el contubernio de Munich en 1962, la expulsión de Aranguren y Tierno Galván de la universidad española en 1965, el juicio de Burgos en 1970.

En democracia, también ha habido pretendidas campañas de este tipo que se manipularon siempre a favor de quienes se las inventaban. La más sonada fue la de Banca Catalana, a raíz de las acciones que ejercitó la fiscalía para procesar a diversos responsables de esta entidad financiera, entre los que figuraba el entonces president Jordi Pujol. En uno de los momentos más tristes de la democracia en este país, Pujol convirtió su problema personal en un ataque contra Catalunya y así lo proclamó, entre aclamaciones enfervorizadas, desde el balcón de la Generalitat tras ser investido presidente en 1984. Por tanto, inventarse campañas en contra de un país suele ser siempre una manera, sin duda eficaz, pero democráticamente ilegítima, de actuación política, a menos que se pruebe, naturalmente, que tales campañas existen. En las circunstancias actuales, sin embargo, tampoco creo en una campaña contra el nuevo Estatut. Porque, vamos a ver, ¿qué es una cam-paña?

Tras consultar algunos diccionarios llego a la conclusión de que una campaña, en el contexto desde el cual hablamos, es un conjunto de actividades debidamente coordinadas para alcanzar un determinado objetivo. ¿Se puede llamar campaña a las críticas que el nuevo Estatut de Catalunya suscita en estos momentos? Sinceramente, no creo que pueda afirmarse tal cosa. Se trata, simplemente, de opiniones críticas coincidentes de carácter individual. Veamos. Si ojeo La Vanguardia de este martes pasado, puedo leer duras críticas al nuevo Estatut formuladas por personalidades públicas de muy diverso signo, condición, ideología, procedencia geográfica y especialidad profesional. En concreto, en ese día aparecían las opiniones negativas acerca del texto estatutario, expresadas por Jaime Caruana, gobernador del Banco de España; José María Fidalgo, secretario general de Comisiones Obreras; Cándido Méndez, secretario general de UGT, y Maria Eugènia Alegret, presidenta del Tribunal Superior de Justícia de Catalunya. Se trata, como puede verse, de un plantel cualificado y suficientemente variado. Además, ninguno de ellos se pronunciaba sobre si Catalunya era o no era una nación. Sus opiniones - algunas de ellas formuladas por escrito y, por tanto, presumiblemente meditadas- trataban sobre materias relativas a los cargos que ocupan: unidad de mercado, financiación, política económica, seguridad social, legislación laboral y gobierno de los jueces. Sus declaraciones, por tanto, no se hacían desde la España eterna, tan invocada estos días por los nacionalistas catalanes, esta España que, según ellos, ni comprende ni comprenderá nunca a Catalunya. No. Eran opiniones sobre materias que, por su especialidad, conocen bien estas destacadas personalidades, sin carga metafísica alguna de por medio. Pues bien, ¿están todos ellos coordinados con el objetivo de lanzar una campaña de desprestigio del nuevo Estatut y, de paso, contra Catalunya?, ¿están coordinados también algunos ministros del Gobierno Zapatero con Mariano Rajoy y la cúpula del PP? Por último, y definitivo, ¿se han coordinado Juan Luis Cebrián y Pedro J. Ramírez, ambos críticos con el proyecto?

Por favor, dejémonos de supuestas campañas. No sigamos cultivando en Catalunya esta eterna manía persecutoria. Dejemos de fabricar falsos mitos anticatalanes: no son únicamente la Cope y Federico Jiménez Losantos quienes discrepan del Estatut, sino otra mucha gente, muy diversa y distante, con razón o no, tanto de Catalunya como de fuera de Catalunya. Por tanto, señores de la política y de los medios de información catalanes, hagan por favor un esfuerzo en aceptar ser criticados sin despreciar al crítico, sin ver en él a un instrumento de una campaña anticatalana. Incluso, haciendo un esfuerzo, podrían llegar a pensar que, a pesar de ser unos incomprendidos catalanes, quizás alguna cosa se ha hecho mal, quizás se han equivocado. Discutamos, pues, tranquila y libremente en los próximos meses sobre el nuevo Estatut sin hacer constantemente un previo juicio de intenciones acerca del que lo critica.