¿Cómo «votarían» los iberoamericanos el 7 de noviembre?

Por Álvaro Vargas Llosa (ABC, 02/11/06):

MUCHOS iberoamericanos sostienen medio en broma que deberían poder votar en las elecciones estadounidenses, dado que los resultados tienen un enorme impacto al sur del Río Grande. Puestos a soñar, ¿por quiénes votarían los iberoamericanos en los comicios legislativos del 7 de noviembre en los EE.UU.? ¿Quiénes tienen algo que ganar y quiénes algo que perder si los republicanos no logran conservar el control de ambas Cámaras en el Congreso?

La percepción mayoritaria entre los iberoamericanos es que los demócratas son más proteccionistas que los republicanos, así que para países como Colombia y Perú, que aguardan con ansiedad la ratificación de sus Tratados de Libre Comercio (TCL) con los Estados Unidos, la posibilidad de una victoria demócrata resulta angustiosa. Si el triunfo demócrata es modesto, existe una leve posibilidad de que el Congreso saliente sea capaz de ratificarlos antes de enero. Pero si es abultada, como dicen los anglosajones en provocador castellano: «Hasta la vista, baby».

La autorización que tiene el presidente Bush para negociar tratados comerciales conocida como «fast track» expira en 2007 y no será renovada si los demócratas capturan la Cámara de Representantes. Por tanto, los países que aspiran a suscribir tratados comerciales con Washington (Ecuador si Álvaro Noboa gana la segunda vuelta de los comicios presidenciales y Uruguay si el presidente Tabaré Vásquez persuade a sus socios de la izquierda carnívora) prefieren en secreto una victoria republicana.

Del otro lado, Brasil, Argentina y Venezuela -los pesos pesados del Mercosur- reventarán cohetes si los demócratas obtienen el control del Congreso. Sospechan que una victoria republicana llevará al presidente George W. Bush a renovar sus esfuerzos para negociar una zona de libre comercio para todo el hemisferio. El comercio entre los países del Mercosur alcanza los 26.000 millones de dólares, una cifra diminuta comparada con los 1,5 billones de dólares de intercambio entre todas las demás naciones del hemisferio occidental. Brasil y Argentina temen la posibilidad de que América Latina siga adelante con la zona comercial hemisférica sin ellos. Si eso ocurriese, su papel como los ejes de la integración suramericana se vería eclipsado. Brasil y Argentina definitivamente votan por los demócratas.

La migración es otra consideración importante para el «votante» iberoamericano en estos comicios. Desde México a Perú, son varios los países que ven en la emigración una válvula de escape para la presión social y una fuente de divisas externas: las remesas del exterior totalizaron 45.000 millones el pasado año; en el caso de El Salvador, representaron el 17 por ciento del PBI de la nación. Los iberoamericanos consideran que los demócratas se inclinan más que los republicanos hacia una fórmula legislativa que facilite la legalización de los inmigrantes que ya se encuentran en los EE.UU. y el aumento de los cupos para cubrir las necesidades del mercado. Pero se da una cierta ambivalencia en casos como el de México y El Salvador, pues, aun cuando saben que solamente un triunfo demócrata aplastante abriría una oportunidad razonable en favor de la reforma migratoria, ambos gobiernos tienen mayor sintonía ideológica con los republicanos (irónicamente, los republicanos que se oponen a la inmigración tienden a ser indulgentes con los inmigrantes salvadoreños precisamente debido a la afinidad ideológica con su gobierno).

Venezuela tiene también dos actitudes diferentes frente a estas elecciones. Chávez saliva por una derrota republicana, pero necesita desesperadamente enemigos para mantener la legitimidad a ojos de un amplio segmento de la población venezolana y de aquellas satrapías alrededor del mundo que lo ven como una punta de lanza del anti-americanismo. Un presidente Bush debilitado y obligado a llevar a cabo su política exterior bajo la influencia de un Partido Demócrata envalentonado quitará hierro a la relación con Caracas, algo que no conviene a Chávez.

Los tecnócratas iberoamericanos que se preocupan por el déficit fiscal y su impacto en las tasas de interés norteamericanas piensan que el gobierno de un solo partido resulta un desastre. Basándose en la experiencia de mediados de los años 90, cuando un Congreso dominado por los republicanos y una Casa Blanca demócrata equilibraron el presupuesto, preferirían un Congreso demócrata para obligar a la Casa Blanca republicana a frenar el actual despilfarro.

Colombia, por supuesto, vota por los republicanos. Los demócratas están expresando dudas crecientes respecto del Plan Colombia, la multimillonaria transferencia de fondos para combatir a las narcoguerrillas instituida por el presidente Clinton y defendida resueltamente por esta Administración. Por otra parte, países como Perú, donde el cultivo de coca está en auge, temen a la presión de los republicanos mucho más que a la presión de los demócratas en esta materia. En general, aquéllos que en los últimos cinco años han sostenido que Estados Unidos perdió todo interés en América Latina a causa de la guerra contra el terrorismo predicen que un Congreso demócrata forzará a la Casa Blanca a disminuir la intensidad de su enfoque en Oriente Medio. Sin embargo, dado que la mayor parte de ellos tienden también a criticar a Washisngton por «imperialista», sus verdaderos intereses probablemente están del lado de una victoria republicana... para asegurarse de que los Estados Unidos tengan preocupaciones urgentes en otros lares.

En resumen: los hipotéticos votantes latinoamericanos en los comicios estadounidenses se encuentran tan divididos o tan llenos de contradicciones que el resultado de su votación es ... ¡a cara o cruz!