¿Debería tener letra el himno nacional?

La pregunta es por supuesto absurda. Todos los países civilizados tienen letra en sus himnos nacionales. Las únicas excepciones en Europa son Bosnia, Herzegovina, San Marino... y España. La urgencia de poner letra ha surgido a causa del bien conocido problema de los atletas españoles, que, a diferencia de los de otras naciones, han de permanecer en silencio mientras suena la música del himno de su país. Esto ha promovido reacciones políticas. El líder del PP, Mariano Rajoy, ha declarado que su grupo parlamentario presentará una iniciativa en el Congreso de los Diputados para que se cree una comisión que ponga letra al himno nacional de España. Los miembros del Foro Ermua también han propuesto componer un nuevo himno nacional. Da la sensación, de que todos ellos admiten que es un deshonor que España sea uno de los pocos países del mundo que tiene un himno nacional mudo.

Es difícil, sino imposible, mantener que el himno español es una bella pieza de música. Es una muy mediocre marcha militar, compuesta hace más de un siglo con pretensiones artísticas. Sin embargo, cuando menos hay un español que al oírlo se emociona con lagrimas en los ojos. El ministro de Exteriores, el Sr. Moratinos, declara que le embarga una profunda emoción cada vez que oye la música. «Siempre emociona», se le cita diciendo, «siempre le pone a uno la carne de gallina». Afirma que el himno es «muy íntimo, muy emotivo, muy significativo para mí». Se tocaba regularmente en actos oficiales durante la dictadura de Franco, cuando probablemente también era muy emotivo y muy significativo. Para la mayoría de los españoles, no obstante, no parece comunicarles ninguna emoción, y en según qué partes de España -en especial en Cataluña- nunca se toca en actos formales. La pobre calidad de la música no es excepcional: muchos himnos son musicalmente mediocres y nadie sostendría, por ejemplo, que el himno del Reino Unido es una gran música.

¿Entonces por que tener un himno nacional? El himno oficial más antiguo es el Dios Salve a la Reina del Reino Unido, que data del año 1745 y fue adoptado oficialmente en 1825, aunque muy a menudo se cantaba como una canción patriótica. Durante el siglo XIX, la mayoría de los países europeos consiguieron el estatus de nación y decidieron seguir el ejemplo británico, con el único propósito de avivar el patriotismo y crear una solidaridad nacional. Alemania, que no consiguió ser nación hasta bastante tarde, estableció sólo en 1922 la letra de Deutschland über Alles (Alemania por encima de todo). La Unión Soviética no tuvo un himno hasta el año 1944, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Stalin adoptó un impresionante himno que posee una música profundamente emotiva. Se prohibió cuando llegó la democracia pero fue restaurado de nuevo en el año 2000, con una nueva letra para que no se confundiera con el himno soviético. Se comprende fácilmente el poder de la música para estimular las emociones de millones de personas. Es por ello que los gobiernos están particularmente interesados en favorecer los himnos nacionales.

Sin embargo, un himno con letra presenta un problema que el PP y el Foro Ermua parecen no haber considerado. La ventaja de no tener letra es que no puede existir desacuerdo sobre ella. ¿Quién aceptaría hoy la letra que José Maria Pemán escribió en la época de Franco? Recordemos lo que decía:

«¡Viva España, alzad los brazos

hijos del pueblo español!»

De la misma manera, ¿quién aceptaría la sugerencia del Foro Ermua de que las palabras deberían «reflejar los valores constitucionales y democráticos», cuando todo el mundo sabe que no hay consenso entre los españoles sobre esos valores? La razón por la que se acepta la letra de los viejos himnos, aún cuando (como La Marsellesa de Francia) es una llamada al derramamiento de sangre, es que forma parte de una tradición que después de mucho tiempo ya no se cuestiona.

La existencia de un himno nacional, de una música que los ciudadanos entonan en público como una declaración de lealtad y participación en una empresa de la que se sienten orgullosos, es uno de los símbolos más claros de ser una nación. Cantar el himno en reuniones públicas, en funciones oficiales, y en los Juegos Olímpicos, identifica de inmediato a una nación. Incluso es posible decir que un país sin un himno con letra no es una nación, lo mismo que un país sin una bandera no puede pretender públicamente ser una nación. Y, de hecho, el gran problema de los españoles, es que no piensan o se comportan como una nación, y a efectos prácticos no son una nación. Estas palabras no son mías. Representan la opinión de muchos españoles que viven tanto dentro como fuera del país. Ya en 1887, Juan Valera escribía que «si por nación hemos de entender un solo Estado con un solo organismo político, aún no hemos llegado a ser nación y tal vez nunca lo seamos». Desde esa fecha, es incalculable el número de españoles que han expresado aquellos sentimientos.

Sin un himno que los ciudadanos pudiesen cantar, el público de Inglaterra, Alemania, Francia y Rusia sentiría la falta de cohesión pública. En otras palabras, la gran contribución del himno es consolidar los sentimientos de comunidad de los ciudadanos. Esta es sin duda la razón por la cual muchos lideres políticos piensan que seria un buen momento acordar el texto de una canción que españoles de todas condiciones y creencias pudieran cantar juntos, para crear un sentimiento de solidaridad. Sin embargo, están tristemente muy equivocados. Para que una canción tenga éxito, ante todo se necesita la solidaridad. La solidaridad no nace como una consecuencia de cantar juntos.

Si examinamos las letras de los himnos del Reino Unido, Francia, Alemania, Holanda, y los Estados Unidos, veremos que todas ellas se dirigen específicamente contra un enemigo. Todas ellas son gritos de guerra. El Himno de Batalla de la República, uno de los himnos nacionales de Estados Unidos, es una llamada profundamente emotiva a la lucha contra el enemigo. Pero ¿a qué enemigos identificaría un himno español? Durante los últimos cien años, aunque ha habido muchos intentos de identificar enemigos (liberales, masones, judíos, estadounidenses -a causa de la derrota de 1898-, comunistas...) los principales enemigos de los españoles han sido ellos mismos. Aún hoy, un miembro del Foro Ermua sugiere que el himno nacional debería hacer alguna referencia a «los terroristas de ETA». Esto sería el principio de la locura, ya que los terroristas son españoles. ¿Por qué no añadir a otros enemigos, tales como los separatistas, nacionalistas, fascistas, maltratadores de esposas, y una interminable lista de otros españoles que no nos gustan? Lo que queda claro es que la letra de un himno debe reflejar un acuerdo sobre los valores que amamos y odiamos. Para los españoles, que nunca han creído en el patriotismo y que prefieren luchar entre ellos mismos antes que con otros, no existen tales valores asentidos.

En resumen, hay poco sentimiento de ser una nación unida, y en consecuencia es imposible estar de acuerdo sobre un himno. En muchos aspectos, los españoles como nación no existen porque no tienen sentimientos compartidos. Quizá eso explique por qué en muchas universidades y colegios no es posible insistir en enseñar la Historia de España, ya que (opinan) España no existe. Quizá el asunto debería primero ser propuesto en un referéndum. Habría que preguntar a los españoles si creen que son una nación, y por tanto si les corresponde tener un himno con letra, como ocurre con otras naciones. Si la respuesta que ofrecen es que no se sienten una nación, entonces el tema, tal vez, puede ser descartado, porque significaría que no desean cantar sobre una identidad que no existe.

Por consiguiente, sería totalmente absurdo que el Gobierno central dictara un texto oficial con el que estaría en desacuerdo una gran proporción de las personas y que las comunidades constituyentes de España (sobre todo Cataluña) con toda seguridad se negarían a cantar. Tal vez el comentario mas inteligente es el del piloto de F1 Fernando Alonso: «Para los deportistas el himno significa la victoria y que estás representando a tu país. Y a tu país lo representas con o sin letra».

Henry Kamen, historiador. Acaba de publicar Los desheredados. España y la huella del Exilio, Ed. Aguilar.