¿Es usted demócrata?

Hace algún tiempo estaba viendo con mi mujer 'Nodos' polacos del año 1950. Se llaman 'Kronika filmowa'. Es sorprendente lo mucho que se parecen entre sí todas las dictaduras. Eran exactamente iguales a nuestros 'Nodos'. Y vimos una noticia que decía que Polonia había conseguido el apoyo de todos los países democráticos. Yo le pregunté: ¿pero seguro que conseguisteis el apoyo de los países democráticos? Pues, claro, me contestó. Al de un segundo me dice, ¡Ah, claro!, tú no lo has entendido. Los países democráticos éramos nosotros, los comunistas, los otros eran capitalistas o imperialistas. Y entonces sí que lo entendí.
Algo así me está pasando desde hace algún tiempo en nuestro país. Oigo a mucha gente exigir una nueva democracia mientras critican o ningunean la que realmente tenemos. Nos plantean unas nuevas democracias frente a la que realmente funciona. No sabemos muy bien cómo serán estas democracias, casi siempre con el adjetivo de 'vascas'. Lo único que parece claro es que esas democracias 'vascas' conseguirán implantar en la sociedad los objetivos políticos de los que las promueven.

Un poco raro sí que me parecen estas democracias. Yo, la verdad, demócrata de ese tipo no soy. Me pasa como a los países occidentales en los cincuenta: demócratas como los polacos no eran. Estos demócratas puros tienen fundamentalmente dos características. La primera es que ponen la voluntad por encima de la ley: si yo creo que algo es bueno, aunque la ley no lo permita, tengo que buscar la forma para que se realice escapándome de la ley. Su principio teórico se resume en la frase: «La ley tiene que estar a nuestro servicio, no nosotros al servicio de la ley». La versión populachera es la pregunta sinsorga de Ibarretxe: '¿qué hay de malo en ello?'. Este problema lo resuelven enfrentando legalidad a legitimidad: la legalidad es cumplir las normas, la legitimidad me da el tener razón. Y, claro, la legitimidad está por encima de la legalidad porque está unida a la 'verdad'.

Cuando estoy convencido de tener razón, ¿cómo me va a parar una ley que no es más que palabras publicadas en un boletín? Lo que tengo que hacer es buscar los apoyos suficientes para tener la fuerza necesaria para que se aplique nuestra razón. No se plantea la modificación de la ley utilizando los procedimientos previstos, la verdad y la razón no pueden esperar ni negociar con otros que piensan diferente. Y este quiebro a la legalidad para imponer nuestra voluntad tiene entre nosotros dos versiones.
a versión radical dice que con la ley (española) no se puede hacer nada y por tanto piden abiertamente que no se le tenga en cuenta; hay que crear una nueva legalidad desde cero.

La otra versión, la de los colectivos instalados en el poder, normalmente no niega la ley, lo que hace es interpretarla. Ya no existe la legalidad. Las leyes aprobadas cambian continuamente según los deseos del poder. Cambian no porque se aprueben nuevas leyes, sino porque se interpretan de la forma más descarada. El discurso de Ibarretxe en lo de la consulta ha llegado al esperpento, cualquier ley puede decir lo que dice y todo lo contrario.

A mí me gusta la definición mínima que Bobbio hace de la democracia: «Conjunto de normas y procedimientos que definen cómo se adoptan los acuerdos colectivos y quiénes están autorizados para adoptarlos».

Esta afirmación minimalista de la democracia nos indica la gran importancia de las normas y procedimientos. Y nos dice que no respetarlos supone traicionar y romper la democracia misma. En este país los que recordamos y exigimos el cumplimiento de los procedimientos, sin pervertirlos, parecemos marcianos que están continuamente molestando a los que quieren hacer 'política con mayúsculas'. Porque hacer política con mayúsculas quiere decir, en la práctica, que los objetivos políticos, si son buenos, están por encima de la ley. No dicen que esos objetivos 'buenos' son buenos sólo para algunos.

Alguno dirá: ¿pero si la democracia es sólo procedimiento, dónde quedan los valores y los principios? No se dan cuenta que esa defensa férrea de procedimientos que hace todo demócrata es consecuencia, precisamente, de grandes debates ideológicos y de principios compartidos. La sujeción de todos a los procedimientos es lo que garantiza la defensa de la libertad, la tolerancia, el reconocimiento de minorías y de otros valores democráticos. Los procedimientos democráticos son esos valores convertidos en infraestructura que garantiza la supervivencia de los mismos. Los procedimientos son valores y principio traducidos a norma. Sin esos valores los procedimientos no tendrían sentido, son el muro que los defiende.

La democracia garantiza que la pluralidad, la diversidad de opiniones, se mantenga permanentemente y que esa pluralidad es en sí misma buena. Lo que quiere decir que nadie, nunca, puede implantar al 100% su objetivo político a toda la sociedad. Es una cuestión que cuesta asumir, sobre todo, a movimientos políticos sin larga tradición democrática. Esto lo expresaba muy bien Lech Walesa cuando, con la simplicidad que le caracteriza, afirmó: «Antes, en la dictadura, todos estábamos de acuerdo en que había que traer la democracia. Ahora ya la tenemos, pero resulta que cada uno quiere tener su propia opinión». Se aprende a ser demócrata practicando la democracia y aprendiendo a asumir las frustraciones.

La segunda característica de nuestros promotores de las 'democracias verdaderas' es la siguiente: la buena democracia es aquella que me permite implantar al 100% lo que yo pienso. Si no permite, esa democracia no me sirve. A esto le llaman 'bloqueo'. A mí me ha costado entender lo que quiere decir para estas personas bloqueo. Porque por mucho que me esforzaba no conseguía ver nada bloqueado, el Gobierno central funciona con normalidad, el Gobierno vasco hace otro tanto sin que nadie le impida hacer lo que cree conveniente dentro de sus competencias. No conseguía ver lo que estaba bloqueado en Euskadi y por mucho que me fije sigo sin verlo, hasta que me di cuenta lo que realmente quiere decir 'bloqueo': si no consigo todo lo que quiero estoy 'bloqueado', bueno, no yo, lo que está bloqueado es Euskadi. De eso trata el famoso bloqueo: si no me dan todo lo que quiero rompo la baraja.

Tal vez, dentro de algunos años, cuando alquien lea alguna frase de Ibarretxe diciendo que el Gobierno central impidió la democracia en Euskadi y nos mire con cara rara, tengamos que responder: «¡Ah!, pero tú no entiendes. Los demócratas éramos nosotros, los otros eran los que no querían la libertad de Euskadi».

Andoni Unzalu Garaigordobil