¿Hacia la guerra contra Irán?

Por Mariano Aguirre, director del programa de paz y seguridad en FRIDE, Madrid (LA VANGUARDIA, 26/04/06):

Como una repetición de los momentos previos a la guerra de Iraq, el Gobierno de EE.UU. especula con lanzar una guerra contra ese país al tiempo que otros estados buscan un acuerdo y el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) pide que le dejen hacer sus verificaciones. El 11 de abril Irán anunció que ha enriquecido uranio por primera vez. Éste es un paso clave para alcanzar el poder nuclear y eventualmente fabricar armas. Teherán indicó, también, que sólo ha enriquecido un 3,5%, lo que no es suficiente para ese objetivo. Diversos estudios indican que tardaría entre 10 y 15 años en producirlas.

Si un país quiere tener un programa nuclear civil y es parte del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), debe facilitar la información y estar dispuesto a recibir inspecciones técnicas del OIEA. Irán es parte del tratado. Tres años atrás, el OIEA descubrió que tenía un proyecto nuclear que no había declarado. Eso dio a lugar a controles por parte del organismo y a presiones de EE.UU. y Europa para que Teherán acabase con el programa. Irán aceptó frenarlo, pero en enero pasado el Gobierno del primer ministro Mahmud Ahmadineyad lo reinició alegando que precisa energía nuclear civil aunque no desea construir armas nucleares. El TNP contempla que un país tiene el derecho a enriquecer uranio para contar con energía nuclear civil. Pero los gobiernos de EE.UU. e Israel, y algunos de Europa, consideran que no se puede confiar en los dirigentes iraníes. El organismo de la energía ha llevado la cuestión al Consejo de Seguridad de la ONU. El secretario general, Mohamed El Baradei, indica que no hay signos de que Irán quiera fabricar armas nucleares, aunque muestra su preocupación por las trabas que pone Teherán para algunas inspecciones.

EE.UU. quiere aplicar el capítulo VII de la carta de la ONU, que se utiliza ante una amenaza a la paz y la seguridad mundial. Eso permitiría una acción militar que podría ser incluso con armas nucleares, según el artículo de Seymour Hersh en The New Yorker (17/IV/2006). También propone que se amplíen las sanciones que Washington ya implementa desde hace 26 años. Gran Bretaña, Francia y la UE van siendo partidarios de lo mismo, pero Rusia y China creen que es necesario mantener el diálogo abierto. Washington lleva varios años deteriorando el TNP, pero quiere aplicarlo estrictamente hacia Teherán.

Irán tiene las segundas reservas más grandes de petróleo después de Arabia Saudí y también de gas y exporta cuatro millones de barriles diarios. La demanda energética mundial está creciendo. China, Rusia y Francia tienen intereses en Irán, y todos temen que una operación militar eleve los precios del crudo y haga peligrar la estabilidad económica global.

Teherán quiere energía nuclear civil y poder fabricar armas nucleares por tres razones. Primero, porque se encuentra en una zona volátil del mundo (con Iraq y Asia Central a sus puertas).

Uno de sus vecinos, Pakistán, tiene arsenales de este tipo. También Israel posee armas nucleares y ninguno de los dos ha firmado el TNP.

Segundo, es un país muy nacionalista enfrentado a EE.UU. debido a las interferencias de Washington en los años cincuenta, el apoyo al sha Reza Pahlevi y al intento de desestabilizar la revolución desde 1979. Sustentar el nacionalismo con armas nucleares es una tentación.

Tercero, EE.UU. incluyó en el 2002 a Irán entre los países del eje del mal y, en la revisión del 2006 de la estrategia de seguridad nacional, Bush menciona a Irán como posible objetivo de un ataque preventivo. La experiencia iraquí muestra que EE.UU. y sus aliados atacaron Iraq precisamente porque sabían que no tenía armas nucleares. Más aún, en el caso de Corea del Norte, que cuenta con estas armas, Irán ve que los presidentes Bill Clinton y George Bush han pactado sin usar la fuerza. El acuerdo reciente de la Casa Blanca para facilitar más energía nuclear a India violando las disposiciones del TNP con un país proliferador acentúan los temores de Irán. Como indica un funcionario en The New Yorker: "El problema es que los iraníes se den cuenta de que la única manera de defenderse es volviéndose un Estado nuclear".

En EE.UU. e Israel se discute, como ocurrió con Iraq, si un ataque sería para cambiar el régimen político o destruir las centrales nucleares y laboratorios. Esto sería difícil debido a la dispersión de las instalaciones. Tanto si fuesen dirigidos desde Teherán como si no, es muy posible que ocurriesen graves atentados terroristas como respuesta. A la vez, los chiíes iraquíes, vinculados a Irán, aumentarían sus ataques.

Ante estos escenarios, muchos expertos en EE.UU. hacen un llamado al diálogo y a un pacto que permita a Irán ejercer su derecho a energía nuclear civil de forma controlada. Dada la situación en Iraq, no parece razonable que Washington (o Israel) se lancen a una operación militar. Pero las elecciones legislativas en noviembre próximo se presentan difíciles para el Partido Republicano. Una operación relámpago contra instalaciones en Irán que pusiese a EE.UU. en alerta roja podría dar beneficios electorales y permitir al Gobierno de Bush rehacer su deteriorado prestigio. Es importante que Europa no acepte entrar en el juego verbal de Washington hacia la guerra y que promueva el respeto al TNP y el diálogo.