¿La pandemia llama a la puerta? Razones para el optimismo

No hay duda de la preocupación que está suscitando el estallido de la nueva gripe o «gripe A (H1N1)», nombre con el que se ha rebautizado la enfermedad que nos ocupa, para evitar la estigmatización de la industria porcina. El número de países en los que se han detectado casos ha ido aumentando, con rápida expansión -vía respiratoria- de la enfermedad, tras haber saltado en México, y posteriormente en EEUU, Canadá, América central y del sur, Europa, Asia y Oceanía. La temida pandemia está llamando pues a nuestra puerta. Pero el término pandemia no significa nada más (ni nada menos) que estamos ante una enfermedad que se ha propagado con incidencia superior a la habitual en muchos países y regiones del mundo.

El debate sobre si los medios de comunicación están difundiendo alarma social está servido. ¿Mejor prevenir que curar? ¿Nos estamos pasando?... Hay especialistas que opinan que la propagación instantánea del virus del miedo a través de los medios perjudica más que la gripe, sin embargo, y aunque debamos de huir de las voces teñidas de dramatismo, el asunto no es trivial. Según el portavoz del Centro Europeo de Control y Prevención de Enfermedades el número de afectados «probablemente se sitúe entre el 40% y el 50%», aunque se matiza que «la mayoría lo será levemente y sólo habrá algunos casos graves, entre ellos personas mayores y enfermos crónicos». En España, además del incremento cuantitativo de afectados, ya se han producido contagios indirectos, afectando a personas que no han viajado previamente a suelo mexicano. Muchas otras permanecen bajo observación, a la espera de que se confirme si están afectadas por el virus A/H1N1.

Más allá de las consecuencias estrictamente sanitarias, el impacto social es claro. El Fondo Monetario Internacional reunido en Washington acaba de declarar que ve en la potencial pandemia una traba para salir de la crisis. Las estimaciones del Banco Mundial cifran que el coste económico aproximado de una pandemia ascenderá a tres billones de dólares y provocará una caída del PIB mundial del 5%. Ante todo lo que se puede avecinar nacional e internacionalmente, y aunque no deberíamos alarmar, lo prudente y responsable es alertar y prepararse. Por ello, muchos consideramos que la coordinación y medidas que se están poniendo en práctica por parte de los gobiernos e instituciones son hasta ahora proporcionadas y razonables. Los protocolos han encaminado las acciones hacia la prevención del contagio y a la detección precoz de casos de personas que reunieran síntomas de gripe y que hayan viajado a las áreas afectadas (o hayan tenido contacto próximo con éstas). La Directora General de la OMS afirma que las predicciones son complejas, pero hace énfasis en la importancia de elevar la vigilancia epidemiológica, la detección y el tratamiento precoces, y el control de la infección en todos los centros de salud, además de asegurar la ágil coordinación. En ese sentido, no parece que la reciente propuesta francesa de suspender los vuelos a México hubiera llegado a tiempo para contener la propagación de la enfermedad en su origen. Y es que, como Obama explicó de forma muy gráfica al justificar por qué descartaba cerrar la frontera con su vecino del sur: «Eso sería como cerrar la puerta del establo una vez que el caballo ha salido».

Llegado este punto, las medidas han de dirigirse a minimizar los contagios, la morbilidad y los trastornos sociales. Debemos asegurarnos de que se conozcan las medidas para prevenir la transmisión respiratoria de la enfermedad, dejando claro que esta gripe no se contagia mediante el consumo de alimentos. Pero además de esta labor educativa, se hace preciso el trabajo coordinado con múltiples sectores. El seguimiento de la adaptación evolutiva ayudará a las autoridades a consensuar las intervenciones según sea el riesgo existente en cada momento (pueden llegar a incluir la mayor utilización de mascarillas, el cierre temporal de guarderías, escuelas o centros laborales, la limitación de grandes concentraciones de personas...), eligiendo las medidas idóneas para ralentizar el contagio y reducir el número de casos.

Pese a todo, hay razones para el optimismo. Por un lado, dado que el virus resiste muy mal el calor, la próxima llegada del verano crea un margen de seguridad en nuestro hemisferio. Esto mitigará la vulnerabilidad de las personas ante el virus y permitirá la ventilación y entrada del sol en las casas y edificios, excelente medida natural de prevención. Por otro, podremos mejorar la preparación en empresas, escuelas..., a la par que se intensifica el trabajo con la industria farmacéutica para la producción de antivirales (que habrá que administrar bien, para evitar resistencias que reduzcan su eficacia) y para asegurar la disponibilidad de la vacuna contra la gripe pandémica.

El material biológico de base para ello está listo. Ya se ha aislado la cepa estándar del virus. Dado que éste necesita células en las que multiplicarse, para la preparación de vacunas se recurre al cultivo en huevos que previamente han sido desinfectados. Este paso se repite con millones de huevos. Por aspiración se extraen los virus, y se fraccionan para que no sean peligrosos, eliminando además los residuos del huevo. Este proceso es complejo, por lo que hemos de entender que se tardará unos seis meses en desarrollar las dosis de vacuna que nos protejan en fechas de más baja temperatura. Pese a la sospecha y mala prensa que afecta a este sector en ciertos círculos, según la OMS las farmacéuticas están colaborando de la forma más positiva, y la realidad es que ello está primando sobre otros intereses económicos empresariales que, aunque legítimos, deben pasar a segundo plano. Por último, señalemos que en países como el nuestro estamos mejor preparados que nunca para afrontar un reto como éste, con profesionales competentes, medicinas eficaces para tratar las complicaciones y planes de contingencia para afrontar la potencial segunda oleada que podría llegar cuando nos adentremos en otoño. Otro cantar será para el continente africano y hemisferio sur. En breve llegarán allí los meses fríos y el azote a sistemas sanitarios con menos recursos puede constituir un problema.

Vivimos en un universo con múltiples interacciones globales, y como decía Dostoievski: «todos somos responsables de todo». No cabe duda de que la llamada globalización tiene efectos perversos para la sociedad en que nos ha tocado vivir (incluyendo lo fácil que resulta extender hoy en día una epidemia y convertirla en una pandemia), pero también tiene aspectos positivos tales como la sociedad del conocimiento y el intercambio de información para corregir errores y para la acción. No es justo culpabilizar de este problema a un sector como el de los productos del porcino o a un país, en este caso México, que no se merece en absoluto el linchamiento moral que está recibiendo. Todos hemos de colaborar, y de cada crisis se puede salir mejorando como sociedad. Lo que hoy se traduce en pérdidas puede constituir una oportunidad de madurar en la cooperación y cohesión social, haciendo las cosas mejor y promoviendo la salud nacional e internacionalmente.

José María Martín Moreno, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Valencia. Asesor de la Organización Mundial de la Salud.