¿Los accionistas deberían ser reyes?

Por Michel Rocard, ex primer ministro de Francia y líder del Partido Socialista, es miembro del Parlamento Europeo (ABC, 15/07/06):

LA historia tiene lugar en Francia, en Bélgica y en Luxemburgo. Pero, en realidad, es una historia paneuropea y, en términos económicos, abarca a todo el mundo. Mittal, el mayor fabricante de acero del mundo, logró ganar el control de Arcelor, el segundo fabricante más importante, a través de lo que inicialmente fue una oferta de compra hostil.
Esta no es una simple adquisición corporativa; es un conflicto entre modelos empresariales y sociales. Arcelor, originariamente francesa y luxemburguesa pero hoy predominantemente belga, tiene una base fuerte en Brasil y opera en gran parte del mundo. Se especializa en productos de acero especiales de alta calidad destinados a usos muy complejos. Estos productos de alta calidad son adquiridos mediante contratos a mediano y largo plazo, principalmente por clientes de larga data. Arcelor, uno de los fabricantes de acero más antiguos del mundo, depende muy poco del mercado mundial, sumamente competitivo, de acero bruto y su fuerza de trabajo es (en promedio) altamente cualificada y estable.
Mittal, en cambio, es un conglomerado que, de la nada, se convirtió en la principal compañía de acero del mundo en apenas dos décadas. Lo hizo consolidando y racionalizando de manera brillante plantas de acero dispersas en todo el mundo. Su presidente es indio, pero no tiene ninguna fábrica en la India. Mittal está principalmente radicada en Europa del Este, pero también tiene una fuerte presencia en Asia (Corea del Sur) y América Latina.

Mittal es una compañía fuerte y frágil a la vez, ya que se ve muy afectada por las olas especulativas del mercado global de acero bruto. Ajusta los costos y, en la medida de lo posible, «terceriza» el trabajo, de modo que su fuerza laboral gana menos que los empleados de Arcelor y es menos estable. Es más, Arcelor representaba un blanco de adquisición perfecto: la mayor parte de su capital pertenece a diferentes accionistas. En Mittal sucede todo lo contrario: allí Lakshmi Mittal y su familia son dueños de más del 60 por ciento de las acciones. Esto explica por qué las acciones de Mittal se comercializan en Amsterdam, uno de los pocos mercados bursátiles del mundo que permite que coticen empresas con tan poco capital flotante. En consecuencia, no hay reciprocidad: Mittal podía hacer una oferta por Arcelor, pero Arcelor no podía ofertar por Mittal.

Las apuestas son mucho más claras de lo que son normalmente en este tipo de batallas. Mittal tiene un interés obvio en controlar Arcelor para mejorar su equilibrio geográfico global, fomentar su participación en el mercado de productos de acero de alta capacidad y reducir su vulnerabilidad frente a los sacudones especulativos que se producen en el mercado de acero bruto.

Inversamente, Arcelor no tiene ningún interés en el éxito de esta adquisición. Si la empresa es impulsada hacia una estrategia más audaz, su política sostenida de investigación e inversión constante en productos de acero de alta calidad podría resultar debilitada. Su fuerza laboral verá cómo se erosionan, lentamente, pero con certeza, sus ventajas relativas en términos de salarios y seguridad laboral. Esto explica por qué la plana gerencial, la mayoría de los trabajadores y los sindicatos de Arcelor rechazaron la oferta de Mittal.

Sin embargo, los accionistas de Arcelor tomaron una decisión. La ganancia inmediata ofrecida por Mittal era suficiente. Y ganó Mittal. De modo que los accionistas optaron por cobrar un bono temporal, asumiendo el riesgo de una erosión progresiva de la firma, y tal vez el fin de su política de concentrarse en la alta calidad y, al mismo tiempo, tratar a sus trabajadores con respeto.

Existen muy pocos contratos temporales o contratos de tiempo parcial en Arcelor. Esta política afecta directamente a más de 150.000 empleados. Indirectamente, nos concierne a todos, ya que la elección que hicieron los accionistas de Arcelor está lejos de ser la excepción; por el contrario, revela la profunda importancia económica y social de las adquisiciones corporativas de este tipo.

¿Hacia dónde están encaminadas nuestras sociedades si los dueños de las empresas consideran que la calidad es demasiado costosa y que hay que lograr que los trabajadores se sientan inseguros y así se vuelvan menos exigentes? Un sistema gobernado por este tipo de reglas es proclive a originar varios conflictos sociales y tal vez violencia. Pero sobre todo, un sistema de estas características no es ni viable ni sostenible en el largo plazo.

Por esta razón, es peligroso defender el concepto legal anticuado según el cual una compañía le pertenece solamente a sus dueños o accionistas. De hecho, en la realidad, la compañía es una comunidad de hombres y mujeres que obtienen sus ingresos del mismo emprendimiento económico y técnico. Sería prudente adaptar la ley a este estado de situación y, al mismo tiempo, darles a los empleados el derecho a opinar sobre su destino. Después de la adquisición de Arcelor por parte de Mittal, los gobiernos deben ocuparse de esta brecha en la ley, ya que ninguna sociedad puede darse el lujo de permitir que el sistema económico siga su curso hacia la indiferencia frente al bienestar y la seguridad de los trabajadores.