¿Naturaleza o entorno?

Por Antonio Espantaleón Peralta, profesor de Sociología Política en la Universidad de Granada (EL PAÍS, 23/06/06):

El problema de la violencia es que no se sabe reconocerla: no se la identifica siempre ahí donde está, y tampoco se sabe aceptarla en alguna de sus formas. Difícilmente se puede considerar la violencia como un hecho aislado del todo social. Hoy la sociedad toda está bajo el signo de lo excesivo. Revela en todo caso una tendencia agresiva, en estado de pulsión pura, que también se da en el ámbito escolar: son conocidos los casos de agresiones físicas en centros educativos de Andalucía, así como la remanencia de castigos corporales, humillaciones en las prácticas de algunos enseñantes. Estas actuaciones revelan una tensión muy fuerte dentro del medio escolar que algunos colectivos de profesores han denunciado y que podemos plantear como violencia institucional, ya que es generada por las propias estructuras educativas y también proviene del ambiente familiar y social.

Paralelamente la genética está alumbrando resultados realmente reveladores de los orígenes de algunas conductas. Ginés Morata, especialista en genética del desarrollo ha declarado: "Yo sospecho que el ambiente tiene poco que decir en aspectos sustanciales de nuestra conducta (...) A los que somos progresistas y más o menos de izquierdas no nos gusta decir que la cultura influye poco (...) desgraciadamente, hay personas que les vienen unas características genéticas que no sólo les hacen ser más guapos o más inteligentes, sino incluso mejores personas. En fin, el problema social que adviene con todo esto es tremendo. Si uno tiene unas características genéticas que lo predisponen a la violencia, y que no ha elegido, y lo meten de pequeño en algún lugar donde se cultive el fanatismo, que tampoco ha elegido, pues ya me dirá usted qué pasa con la responsabilidad individual".

Estos avances genéticos que explica detalladamente Matt Ridley en Qué nos hace humanos demuestran que el riesgo es en esencia masculino aunque puede atemperarse gracias a la cultura. Es importante conocer estos procesos para poder entender algunas de las conductas humanas siempre en permanente conflicto, ya que en ocasiones tenemos la tentación de hacer reduccionismo social cuando intentamos explicar fenómenos tan cotidianos, como lo es el ahora de moda llamado violencia escolar. Colegir relaciones de causalidad cuando se produce un conflicto o tensión en un aula es fácil haciendo abstracción de los hechos sociales pero si de verdad queremos entender por qué hay agresividad en un centro educativo, debemos de estudiar la naturaleza humana en el largo proceso histórico y acudir, en los tiempos actuales, a la genética que establece nuevas vías, antaño rechazadas en el viejo debate entre nativistas y ambientalistas sobre la conducta humana y el fenómeno de la violencia.

La violencia es un signo de todos los tiempos. Como constatación de este principio general baste destacar las reconocidas posiciones de pensadores como Maquiavelo, Hobbes o Freud. En general, los teóricos aludidos fundamentan sus ideas en una concepción del hombre como un individuo más bien egoísta, de mente estrecha y ansioso de poder. Para Hobbes, la naturaleza humana no cambia el vivir en sociedad. El comportamiento puede cambiar, pero su personalidad o sus impulsos son anteriores a la sociedad y permanecen inalterados en ella. Los estudios genéticos confirman algunas de estas afirmaciones siempre que se equilibren razonablemente, con la incidencia del entorno que también tiene culturalmente su importancia. Todo el tejido social está impregnado de una violencia polimorfa que responde al actual desarrollo de las sociedades modernas.

Por lo tanto, que se manifieste en el interior de los recintos escolares es tan habitual como que los protagonistas, en el 80% de las agresiones sean los varones y sólo en un 20% mujeres. El riesgo, como dice Ridley, es masculino, y la genética es clarificadora para estas conductas. Las estadísticas que ha ofrecido el Consejo Escolar de Andalucía sobre este fenómeno lo confirma: ocho de cada diez agresiones las realizan los chicos en los espacios educativos. Una estadística que sólo se puede combatir con más cultura y usos democráticos a sabiendas de que nunca se erradicará, pues como señaló Isaac Berlin los mejores valores son contradictorios entre sí. Me gustaría finalizar con un consejo que daba Fernando Savater haciendo referencia a la queja del profesorado cuando expresa que con los alumnos no se puede. Él le comentó a Juan Arias "que con lo que no se puede es con los tigres de Bengala. Se puede, sentenciaba, mientras seas una persona razonable que no esté imponiendo lo absurdo".

Para finalizar esta reflexión habría que destacar que la dinámica social resulta de una tensión entre orden y desorden y, que posiblemente hay una desproporción entre violencia real y violencia representada. Lo que queda por saber es si los medios actúan como espejo de la demanda colectiva -en materia de violencia en general- o si se adelantan a ella y la suscitan.