¿Ofrecerá el Partido Demócrata una alternativa?

Por Robert Matthews, analista del Centro de Investigación para la Paz (EL CORREO DIGITAL, 14/11/06):

Hace una semana los ciudadanos estadounidenses votaron para cambiar la composición política del Congreso nacional. A partir de ahora será controlado por los demócratas, por primera vez en doce años, después de un triunfo contundente en la Cámara de Representantes (que ha cambiado de mayoría republicana de 233-202 a mayoría demócrata 229-206), y la obtención de 24 de los 33 escaños en juego en el Senado, con un margen de 7 millones de votos sobre sus contrincantes.

La victoria en el Senado da a los demócratas una mayoría de 51-49. Estos resultados han asestado un duro golpe no sólo al Partido Republicano, sino también al presidente George W. Bush, a su Administración y a su política, especialmente a la decisión y el manejo de la guerra en Irak. Aunque las cuestiones internas siempre figuran en las campañas locales y estatales, se pueden atribuir los resultados a tres factores de mayor alcance. En gran parte la elección fue un referéndum sobre la figura misma de George W. Bush, su actuación, que ha divido al país como ningún otro mandatario, y sus características personales poco aptas para ser presidente, como la arrogancia, la tozudez y la incapacidad de admitir o rectificar errores.

En estos resultados también influyeron mucho las revelaciones de corrupción financiera que involucraban a los republicanos en el Congreso y el escándalo homosexual de un representante de este mismo partido. Este último factor ha pesado sobre la comunidad evangélica, que defiende valores sociales conservadores y forma una base significativa (hasta el 40%) de los votos republicanos. Se estima que el 75% los votantes a favor de los demócratas han mencionado la corrupción como factor principal en su decisión. También el grupo centrista, que reúne a los moderados de los dos partidos y a los independientes, ha girado hacia los demócratas en una proporción de 2 a 1 (al contrario que en 2004, cuando este mismo porcentaje favorecía a los republicanos).

La gran incógnita ahora es qué harán los demócratas con esta victoria en los próximos dos años. Primero, se espera como mínimo un freno a la agenda interna derechista de la Administración. Esto incluye la política impositiva (de recortar impuestos y favorecer a los ricos en todo lo posible) y la legislación restrictiva en torno a cuestiones sociales y morales (anti aborto, en contra de los homosexuales y del uso de células madre, entre otros asuntos), que ha primado sobre los derechos civiles.

Los demócratas han prometido una agenda ambiciosa para su nueva posición en el poder legislativo, pero también una política bipartidista en concertación con los republicanos. Nancy Pelosi, representante de San Francisco y nueva líder de la Cámara, ha propuesto cambios en las reglas para permitir más participación del partido en minoría y debates más honestos, así como favorecer un nuevo clima de diálogo y respeto en los procedimientos legislativos. Es muy probable que los demócratas se dediquen a frenar la creciente desigualdad en la sociedad, a enfrentar la amenaza desatendida del déficit fiscal, que ha crecido de forma alarmante en los años de la Administración Bush, y a enfatizar la responsibilidad fiscal.

Bajo el título de 'Las primeras 100 horas', la agenda de Pelosi incluye un intento de incrementar el salario mínimo, promocionar los estudios con células madre, reducir el coste de la educación universitaria, reformar la asistencia sanitaria, incluyendo la reducción de los precios de las medicinas, frenar la pérdida de empleo por el traslado de empresas a países pobres como parte del fenómeno de la globalización, reducir o eliminar los subsidios a las compañías petroleras y buscar alternativas para asegurar la independencia energética.

También se espera un renovado esfuerzo para reformar la financiación de las campañas electorales. Se dice que para conseguir un escaño en la Cámara un candidato necesita ahora al menos un millón de dólares. Esta última ha sido la campaña electoral más cara de la historia. Con elecciones para la Cámara cada dos años, los representantes están casi en campaña permanente con el fin de conseguir dinero para su reelección.

Finalmente, aunque no se espera un 'impeachment' (cargos formales contra el presidente que conducen a un juicio para forzar su dimisión), una mayoría del pueblo está a favor de iniciar investigaciones por fin serias sobre el asunto de Irak. Es muy probable que en 2007 se investigue cómo la Administración llevó al país a la guerra, con argumentos, como mínimo, dudosos, si no engañosos, y sobre su incompetencia para manejar la ocupación de Irak.

A pesar de que todos los comités estarán en manos de los demócratas, varios de ellos progresistas, por primera vez durante los años de Bush hay que tener en cuenta que muchos demócratas optaron por una posición bastante moderada para desviar los votos de los republicanos a su favor. Por lo tanto, la influencia de los centristas va a pesar en el Congreso. Además, los republicanos retienen el poder del Ejecutivo, especialmente el de veto presidencial, que según la Constitución sólo puede ser superado con un voto de 2/3 partes de las dos cámaras.

En política exterior no se esperan grandes cambios de forma inmediata. Cabe recordar que la mayoría de los demócratas en la legislatura anterior votaron por la invasión de Irak. Hoy el partido sigue estando muy dividido sobre si presentar un plan para terminar con la ocupación e incluso cómo 'cambiar de rumbo' en una guerra en la que las opciones se reducen cada vez más. Una muestra de ello es la promesa de Pelosi de no recortar los fondos para la guerra. Sin embargo, dado que la votación del día 7 fue en gran medida un referéndum sobre el desastre de Irak, va a haber una notable presión de la base antiguerra del Partido Demócrata para 'cambiar de rumbo' y buscar una salida rápida de las tropas norteamericanas.

Y si en unos meses llegan a un acuerdo para la retirada de las tropas, no es descartable que los demócratas aboguen por una mayor implicación de EE UU en Afganistán. No sólo es políticamente más aceptable porque los ciudadanos consideran esta guerra más legítima que la de Irak, sino porque les facilita una especie de 'cobertura' contra la acusación habitual de los conservadores de que el Partido Demócrata es débil en cuanto al terrorismo y la seguridad nacional. Más atención, pues, hacia Afganistán, pero poca esperanza de un cambio necesario en una estrategia que hasta ahora ha sido puramente militar, centrada en eliminar talibanes, y que ha gastado once veces más en el componente militar que en la reconstrucción.

En cuanto a Irán y Corea del Norte, habrá menos posibilidades de enfrentamientos hostiles o, en el caso de Irán, un ataque militar por su programa nuclear. Con el nombramiento de Robert Gates, un moderado, para sustituir como ministro de Defensa al 'halcón' Donald Rumsfeld, y las recomendaciones de otros nuevos asesores de la Administración, como James Baker, es más probable que se abra un diálogo con Irán y Siria sobre todo el abanico de cuestiones regionales, incluido Irak.

Si el panorama de la política nacional y exterior, en definitiva, se muestra más halagüeño para quienes creen en la justicia social y en una visión global razonable y multilateral, quedamos a la espera de que el Partido Demócrata reconozca la voluntad del pueblo que le ha votado hace una semana y retome su papel como una verdadera alternativa política.