¿Otra ventana de oportunidad?

Optimismo, escepticismo, cautela, esperanza, desconfianza, horizonte político,ventana de oportunidad,son palabras de la jerga diplomática de Oriente Medio de uso frecuente en los últimos días. La confusión está a la orden del día e incluso los iniciados tropiezan con dificultades cuando de previsiones se trata. Pocas cosas parecerían en estos momentos más lejanas que lograr estabilidad o siquiera una calma temporaria en Oriente Medio, una atormentada región que en toda su historia conoció contados tiempos de paz, abrumada hoy por el terrorismo fundamentalista religioso, el atraso económico y social e inacabables conflictos.

El campo minado se va expandiendo en la región. La crisis en Iraq extiende sus ramificaciones a toda la región, los designios hegemónicos del régimen teocrático de Irán en la región, el conflicto palestino-israelí, la explosiva situación en Líbano, el genocidio en Sudán, han obligado a la comunidad internacional a reactivar sus esfuerzos en la búsqueda de soluciones a los problemas que agobian a Oriente Medio. La llegada a la región del nuevo secretario general de la ONU, Ban Ki Mun, de la secretaria de Estado de EE. UU., Condoleezza Rice (la cuarta en cuatro meses) y, la semana próxima, de la canciller de Alemania, Angela Merkel, que ocupa la presidencia de la Unión Europea, ejemplifican su convicción de la necesidad urgente de desactivar las crisis más candentes y reactivar el proceso de paz palestino-israelí, revisando sus opciones e intentando incrementar su implicación.

En este contexto debe verse también la 19. ª cumbre de la Liga Árabe, que ha tenido lugar en la capital saudí, Riad. Aunque históricamente la Liga ha estado más bien asociada a fracasos que a éxitos, esta vez se esperaba una contribución más positiva que las inefectivas reuniones que le precedieron. De ahí que las expectativas fueran promisorias. "Los ciudadanos árabes se habían hecho a la idea de que las cumbres árabes no traen beneficios", había escrito antes del evento un periodista libanés. Pero el hecho de que la cumbre haya tenido lugar en Arabia Saudí, que últimamente viene desempeñando un papel central en los intentos de superar las endémicas crisis de la región, fue interpretado como una señal promisoria.

La agenda de la reunión ha incluido los temas más preocupantes, pero ha sido en los pasillos y no en las sesiones plenarias donde se han discutido los más acuciantes. Y aunque ha habido acuerdos, es evidente que las discordias seguirán a la orden del día después de acabada. El frente moderado, el así llamado cuarteto árabe (Arabia Saudí, Egipto, Jordania y los Emiratos), ha logrado que la cumbre refrende la iniciativa saudí del 2002, un significativo viraje en la política árabe hacia Israel respecto a aquella adoptada en una cumbre anterior, la de Jartum de 1967 (el rechazo total al reconocimiento y negociaciones con Israel), que doce años después motivara un prolongado boicot árabe a Egipto por haber firmado un acuerdo de paz con Israel. Tuvieron que transcurrir catorce años más para que Israel y la OLP se reconocieran mutuamente e iniciaran el proceso de paz palestino-israelí y poco más para que también Jordania firmara la paz con Israel. Pero desde entonces la ventana de oportunidad fue abierta y cerrada una y otra vez y palestinos e israelíes siguen sumidos en la violencia y la desesperanza.

La iniciativa saudí propugna la creación de un Estado palestino en los límites de 1967, a cambio de la normalización de relaciones con Israel, que en su momento rechazó la iniciativa, entre otros motivos, por la exigencia del retorno de los refugiados palestinos a su territorio, lo que modificaría sustancialmente el balance demográfico del país. Israel ya no rechaza categóricamente el plan, pero ha expresado objeciones y exige modificaciones. Pero la cumbre de Liga Árabe, al ratificar el plan, ha anunciado que no introducirá modificaciones en sus cláusulas. Su posición no se ha endurecido pero tampoco se ha moderado.

En la parte palestina vemos una ambivalencia intencional por parte de Hamas, que encabeza su Gobierno y que continúa oponiéndose a todo lo que signifique reconocimiento y acuerdo con el enemigo sionista.Pero ante el temor de enfrentarse con los saudíes (que pocas semanas atrás le impusieron el acuerdo con el presidente Mahmud Abas), ha decidido "no estorbar las resoluciones de la cumbre". ¿Discípulos de Henry Kissinger, que en su mediación en el conflicto árabe-israelí, acuñó su famosa "ambigüedad constructiva"? La ambigüedad de Hamas tiene poco de constructiva, por cuanto sus posiciones de total rechazo a Israel no se han modificado. ¿Puede entonces crearse un nuevo horizonte político? Difícilmente, mientras el Gobierno palestino siga sin reconocer a Israel. Sin compromisos y sin negociaciones no habrá paz.

Pero otros problemas no menos candentes han ocupado a los líderes que han participado en la cumbre árabe, como la crisis de Iraq, la búsqueda de fórmulas para pacificar Líbano, la guerra fría chií-suní, y, sobre todo, la amenaza representada por las pretensiones hegemónicas de Irán, temas en que las divisiones son profundas. De ahí que los acuerdos logrados han sido posibles sólo sobre la base de un bajo común denominador.

Conclusión: será más que difícil ver a los países árabes superando las discordias que impiden la estabilización de Oriente Medio. Las desavenencias en la familia seguirán marcando las relaciones, y los conflictos y los problemas seguirán sin resolución.

Samuel Hadas, analista diplomático. Primer embajador de Israel en España y ante la Santa Sede.