¿Por qué nos hacemos viejos?

Todo ser humano sabe con certeza que va a morir. En otoño, la caída de las hojas nos lo recuerda quizá de una forma más natural que las esquelas de los periódicos. Precisamente, la palabra apoptosis, con la que se designa la muerte programada de las células, proviene del griego y quiere decir caída de hojas. Lo que nadie sabe es cuándo ni cómo va a morir. Por las estadísticas sabemos que lo más probable es que muramos por infarto de corazón, por un tumor o por una enfermedad neurodegenerativa como la de Alzheimer o la de Parkinson, si antes no hemos muerto de accidente.

Lo que no es tan seguro, sobre todo cuando vemos las noticias de accidentes de tráfico cada fin de semana o, todavía peor, cuando hay puente, es si uno llegará a la vejez, exceptuando aquellas personas cuya edad demuestra que ya han llegado a ella. Pero, aun en esas personas, es difícil definir la vejez, pues las hay que envejecen prematuramente y otras que están en forma a pesar de la avanzada edad. Algo que es conocido como la disociación entre la edad cronológica (número de años) y la biológica (estado de salud y rendimiento).

Lo que es seguro es que muchos llegarán a una edad avanzada, ya que la vida media de los españoles, según los datos hechos públicos por el Instituto Nacional de Estadística, supera ya los 80 años. Concretamente, la de las mujeres es de 83,66, mientras que los hombres no pasan de 76,98. Pero lo que las estadísticas no nos pueden explicar es por qué nos hacemos viejos. Desde que Elie Metchnikoff introdujo la palabra gerontología para la ciencia que estudia los procesos de envejecimiento en todos los seres vivos, las teorías que intentan explicar la causa del envejecimiento son variadas, pero ninguna de ellas es segura. En general, se acepta que, para considerarla sostenible, una teoría del envejecimiento tendría que explicar: a) Por qué conlleva pérdidas en la función fisiológica. b) Por qué es progresivo: es decir, por qué las pérdidas funcionales son graduales. c) Por qué las pérdidas funcionales se producen en todos los miembros de una misma especie.

Después de que se atribuyera la gran longevidad de los japoneses al consumo de pescado, sobre todo de pescado crudo, se dirigió la atención a la importancia de la dieta mediterránea. Sin embargo, aunque la dieta mediterránea tiene muy buenos sabores, el hecho de que las comunidades de Levante, sobre todo Valencia, Murcia y Andalucía, tengan una longevidad más reducida que otras comunidades como Navarra, Madrid y Castilla y León, que tienen poco que ver con el Mediterráneo, pero tienen la mayor esperanza de vida, no habla a favor de la dieta mediterránea. Independientemente del nombre que se le dé a la dieta, los conocimientos actuales indican que una que contenga todos los nutrientes necesarios, pero que sea baja en calorías, prolonga la vida.

La teoría más aceptada, pero no definitiva, es la de la vejez programada genéticamente para cada persona. Aun antes de que los avances de la genética hicieran verosímil que la longevidad de una persona depende de su genoma, ya era de conocimiento común que cuando los padres habían alcanzado una edad avanzada, era de esperar que los hijos también lo consiguieran. Pero precisamente el hecho de que la vida media haya subido espectacularmente en las últimas décadas demuestra que el factor genético no es el único, pues hay que suponer que el genoma de los españoles que solo alcanzaban un promedio de vida de 50 años en 1931 o de 70 años en 1961 continúa siendo el mismo.

Sin embargo, teniendo en cuenta el nivel de la medicina que se ha alcanzado en nuestros días, que permite prevenir o tratar eficazmente las infecciones, las lesiones físicas o la mala nutrición, es seguro que todo lo que no puede tratarse ha de depender de la constitución genética del individuo. Queda por aclarar el mecanismo por el que el código genético programa el envejecimiento. En los tejidos de cultivo, se ha relacionado el envejecimiento celular con la presencia de secuencias repetidas del ADN que se encuentra en los dos extremos de los cromosomas, y se acortan cada vez que una célula se divide. Después de un número determinado de divisiones, el cromosoma se ha acortado tanto que la célula muere. Pero el envejecimiento de un organismo tan complejo como el cuerpo humano no puede equipararse al de un cultivo de células.

Otra teoría, la de los radicales libres, expone que la causa del envejecimiento de las células es el resultado de las alteraciones acumuladas durante las reacciones químicas que tienen lugar continuamente en su interior y producen radicales libres. Estos últimos son sustancias tóxicas que atacan sobre todo las membranas de las células. Un ejemplo bien conocido de radical libre es el agua oxigenada, que, por su capacidad de atacar las membranas de las bacterias, se utiliza como desinfectante. Los radicales libres van aumentando con la edad y finalmente las células no pueden funcionar y envejecen. Hay distintas sustancias que ayudan a eliminar los radicales libres, entre las que figuran los pirroles, que se encuentran en el vino tinto. Por eso se recomienda una copa de vino al día. Desgraciadamente, si la dosis se aumenta demasiado, ¡se destruye el hígado o se afecta el cerebro!

Aunque ninguna sea definitiva, de cada una de estas teorías y otras muchas que existen se pueden extraer algunas de las causas por las cuales la gente envejece y muere. Pero ninguna de ellas puede impedir el envejecimiento.

Jordi Cervós, neuropatólogo.