¿Por qué persiste la tuberculosis?

Por Julià González Martín, consultor del Servicio de Microbiología del hospital Clínic-Idibaps; pres. del Grupo de Estudio de Infecciones por Microbacterias (LA VANGUARDIA, 09/06/06):

Con el inicio del tratamiento eficaz en los años sesenta se pronosticó la erradicación de la tuberculosis para el año 2000. Lejos de este objetivo, la OMS ha comunicado recientemente 9 millones de casos en el mundo durante el 2004, con dos millones de muertes. Aunque la mayor parte de los casos ocurren en países pobres, siendo especialmente dramática la situación en África, continúa siendo un problema en países industrializados como España, uno de los estados de Europa con mayor incidencia, donde se declararon 7.330 casos en el 2003.

Es una evidencia contrastada que la disponibilidad de los tratamientos actuales no es suficiente para atajar la incidencia de esta vieja enfermedad. Diversos factores contribuyen a su persistencia.

Por una parte, factores intrínsecos de la bacteria causal, como son su lento crecimiento, que disminuye el papel del sistema inmunitario y dificulta la acción de los antibióticos, así como su capacidad de permanecer latente en el organismo durante años, a la espera de las condiciones adecuadas para generar enfermedad, estimándose que un 30% de la humanidad está actualmente sujeta a esta condición. Por otra parte, existen factores extrínsecos que influyen de forma importante en su incidencia y que se traducen en la capacidad de presentar problemas cambiantes que exigen soluciones específicas.

En las décadas de 1980 y 1990, la coinfección con el VIH representó en España más de una cuarta parte de los casos, ocasionando un aumento de la incidencia. La instauración de los tratamientos actuales para el VIH ha permitido controlar esta situación. En los últimos años, la tuberculosis en la población inmigrante es uno de los factores más influyentes en la incidencia de la enfermedad, llegando a constituir en nuestro país hasta un tercio de los casos. No están del todo aclarados los mecanismos de la génesis, de la transmisión y de la potencial importación de los casos resistentes al tratamiento en esta población y su interrelación con la población autóctona, aunque es posible que los estudios que se llevan a cabo demuestren que es bidireccional. No obstante, la realidad cada vez mayor de un mundo globalizado exige ahora tomar medidas que permitan abordar este problema de forma eficaz.

Deben realizarse esfuerzos técnicos para la instauración de métodos basados en tecnología molecular e inmunológica que permitan un diagnóstico precoz y sensible de la enfermedad, que clarifiquen qué personas portadoras de la bacteria latente pueden beneficiarse de un tratamiento preventivo, así como la implementación de las técnicas que estudian los mecanismos de transmisión y la detección de bacterias resistentes al tratamiento. Estos esfuerzos no serán efectivos si no van acompañados de una implicación de las autoridades sanitarias, que financien, articulen y coordinen de forma oficial la red multidisciplinar de profesionales que ya existe de facto. Por último, es necesario potenciar y sufragar la investigación, especialmente la dirigida a poner en marcha ensayos clínicos de nuevos fármacos que permitan acortar el tratamiento y al desarrollo de vacunas, de las que existen en Europa varios candidatos en distintas fases de estudio, estando entre ellas dos llevadas a cabo por grupos españoles de Zaragoza y Badalona.

Las recetas son simples, pero difíciles de aplicar si no existe una implicación clara, a todos los niveles, de las autoridades sanitarias autonómicas y estatales, y también de la iniciativa industrial privada.