¿Puede transformarse el Xinjiang en un nuevo Tíbet?

Tema: Durante los últimos años, y especialmente ante la inminencia de los Juegos Olímpicos, las autoridades chinas han mostrado gran preocupación ante signos reales y potenciales de inestabilidad en la estratégica Región Autónoma del Xinjiang, toda vez que estos podrían ser similares a los provocados por un movimiento reivindicativo como el del Tíbet.

Resumen: Este análisis se propone, primero, señalar los más recientes hitos dentro de las amenazas a la seguridad de los últimos años y las iniciativas de control de Pekín en relación con su Región Autónoma más alejada. Segundo, pretende establecer algunos paralelismos, pero sobre todo las diferencias, que hacen del Xinjiang una cuestión singular en términos internos y de imagen internacional. Y tercero, argumenta que el Xinjiang no es exactamente otro espacio con las conocidas características de conflictividad del Tíbet para el Estado chino.

Análisis: Con menos presencia mediática internacional que la Región Autónoma del Tíbet, la Región Autónoma del Xinjiang ha tenido una relación no menos conflictiva con Pekín. Su más reciente episodio ha sido un atentado en la ciudad de Kashgar a cuatro días de la apertura de los Juegos Olímpicos (JJOO). Si bien hay algunos paralelismos al comparar a ambas Regiones, también existen importantes factores que las diferencian.

Administración y seguridad en el Xinjiang
La seguridad en el Xinjiang se ha visto alterada a cuatro días del inicio de los JJ OO por el peor atentado de origen uigur en esta década. El ataque con explosivos y cuchillos contra una comisaría de la ciudad fronteriza de Kashgar, equidistante con Tayikistán y Kirguizistán, dejó un saldo de 32 víctimas, 16 de ellas mortales y todas policías.

Durante la primera mitad del año Pekín había anunciado el desbaratamiento de por lo menos dos atentados planeados en Urumqi, la capital del Xinjiang, cuyo objetivo eran los JJOO, además de distintos complots locales relacionados. Los más significativos hasta inicios de agosto fueron los de marzo pasado, cuando se anunció la desarticulación de una red que tramaba secuestrar un avión en pleno vuelo, y los de abril, entre los que se contó abortar un plan para capturar rehenes en Pekín, similar al famoso atentado ocurrido en los Juegos Olímpicos de Munich en 1972.

Los acontecimientos de marzo casi coincidieron con el mayor levantamiento tibetano desde 1959. La casi simultaneidad de esos hechos angustió a las autoridades chinas. En esa coyuntura, la exiliada uigur más famosa, Rebiya Kadeer, presidenta de la Asociación Americana Uigur, apoyó desde Washington la causa tibetana. Precisó que el mundo no podía ignorar la negativa de Pekín de negociar seriamente con los líderes de identidades que calificó como “Tíbet y Turkestán Oriental”.

Era la primera vez en una crisis en el Tíbet que Pekín oía de una personalidad del calibre de Kadeer, empresaria, ex miembro del Partido Comunista y despojada de sus cargos en China, una referencia que relacionaba a ambas Regiones Autónomas. Ni siquiera el Dalai Lama las ha vinculado en un lenguaje reivindicativo. También destaca que la alusión fuese “Turkestán Oriental” y no “Xinjiang”, que significa “Nueva Frontera”, denominación que Pekín aplica a este espacio desde 1884 tras conquistarlo en el siglo anterior. La declaración de Kadeer reflejó una aspiración que fue una realidad con la República del Turkestán Oriental, proclamada en 1944 y de efímera existencia. Sin embargo, ha sido una referencia que sigue vigente entre los emigrados con conciencia política y entre algunos uigures en China. Como se sabe, éstos constituyen una antigua etnia musulmana centroasiática de la rama sufí y hablante de una lengua de la familia túrquica.

Sus nuevas generaciones han crecido dentro de un orden administrativo que abarca un 1.600.000 kilómetros cuadrados regido por el huso horario de Pekín. Esta delimitación le ha supuesto a la etnia original de la Región vivir en una creciente asimetría interétnica (los chinos de etnia han representaban el 6% de la población en 1949; hoy superan el 40% de los casi 19 millones de habitantes).

Los factores críticos desencadenantes de una recurrente inestabilidad que llega hasta hoy son de origen internacional. Uno ha sido la caída de la URSS y el surgimiento de tres Estados adyacentes a China. Éstos aparecieron liderados por antiguas minorías de alcance regional y sus ejemplos han sido referencia para los uigures con más conciencia étnica. Por otro lado, han ejercido también su efecto el antiguo régimen de los talibán y otros grupos fundamentalistas centroasiáticos entre uigures con conciencia militante de alcance internacional.

En la entrevista concedida en 2007 al experto alemán en terrorismo, Berndt Georg Thamm, el coronel Chen Chuan, agregado militar de la Embajada china en Berlín, en unas respuestas que sólo reiteran la versión que Pekín ofrece desde 2001 (sin agregar especiales detalles nuevos) estimó que el balance de la inseguridad en el Xinjiang durante la década de los 90 era de 260 ataques, con un saldo de 160 muertos y más de 400 heridos. Destacan las protestas de 1997, las más sangrientas. Como es conocido, esos alzamientos alcanzaron un punto culminante en el atentado con una bomba menor en un autobus a metros de Zhongnanhai, el centro decisorio y residencial de los líderes chinos en la capital.

En todo el marco previo a los JJOO, Pekín ha seguido señalando como culpable de los disturbios más recientes, como desde hace una década, al Movimiento Islámico del Turkestán Oriental (Dongtu en su abreviación en chino y ETIM en sus siglas más difundidas en inglés, nacido en 1997). Su organización es difícil de entender. Una razón se debe a que se le atribuye su fusión con otras cuatro organizaciones (todas compartiendo “Turkestán Oriental” como componente conceptual). Pero lo más probable es que esta confusión se deba a la prosaica razón de que a Pekín le conviene integrar la insurgencia en un sólo concepto para combatirla con una única estrategia de mano dura.

Pekín entiende que cinco organizaciones se reunieron en la ciudad de Gulja (también llamada Yining en chino), junto a la frontera con Kazajistán, en 1994. No está nada claro si coincidieron en objetivos y métodos para fundirse en una organización tres años después, y especialmente si hubo o no consenso para utilizar la vía armada. A la vez, es un acertijo saber qué grado de coincidencia tiene hoy un ETIM fantasmagórico, y acaso en parte desarticulado, con grupos internacionales como al-Qaeda o Hizb ut–Tahrir. A éste último Pekín le considera relacionado con el ETIM y corresponsable de la mayoría de los incidentes previos a los JJOO. En tanto, es sabido que el líder uigur armado más importante del ETIM, Hasan Mahsum, fue eliminado por el ejército paquistaní en la frontera afgano-paquistaní en 2003.

Paralelismos y diferencias entre el Xinjiang y el Tíbet
Un factor de inestabilidad similar al que se da en Tíbet es la notable llegada de inmigración de chinos de etnia han, más continuamente avecindados en la última década que en las anteriores. Los recién llegados, generalmente más exitosos en los negocios que los lugareños, tienden a hacer sus compras y a comer en sitios diferentes y a estudiar en colegios distintos, e incluso a vivir en barrios diferenciados, en lo que tiene todas las características de una segregación informal. Tal separación de facto obviamente alienta percepciones exageradas del otro.

Tanto en el caso xinjianés como en el tibetano continúan vigentes algunos factores que conspiran contra la asimilación y la cooptación total de las elites. En el caso xinjianés se debe a la cosmovisión que, por naturaleza, proporciona el islam. Pero, precisamente, esa subordinación a una centralidad ajena es la que por otro lado ha ayudado a cooptar a parte de la elite secular y religiosa. Por ejemplo, los imanes de las mezquitas son empleados del Estado.

A diferencia del caso tibetano, ante el que Pekín ha aceptado la existencia de un conflicto que hace necesarias unas negociaciones (rotas en el pasado y reiniciadas en julio de 2008), en el caso uigur no es evidente qué reconocer ni qué negociar.

Por añadidura, a diferencia de los tibetanos, que son el foco de su versión del budismo, los uigures tienen su centro de referencia espiritual en La Meca, hacia donde Pekín ha permitido el peregrinaje. Además, se han reanudado progresivamente los contactos culturales y comerciales con los países del entorno. Actualmente, el Xinjiang dispone de 17 pasos interfronterizos y 11 aeropuertos que incluyen vuelos a distintos puntos de Eurasia entre Estambul y Hong Kong. Pese a las medidas de control, Pekín es a la vez responsable de abrir a la Región Autónoma a la globalidad.

Sin embargo, en el terreno de la imagen la diferencia entre el Tíbet y el Xinjiang es abismal. Si el primero ocupa un lugar muy específico en los estratos sociales más influyentes de Occidente, incluidos los dirigentes de varios países que vivieron el fervor del hippismo influido por el budismo, del segundo no hay una imagen reconocible. Y si para el Dalai Lama ha habido condecoraciones, películas de alcance mundial y solidaridad (extendida incluso a los tibetanos comunes y corrientes), los uigures proyectan una imagen difusa, con 22 detenidos en Guantánamo, capturados en Afganistán, de los cuales sólo se ha liberado a cinco.

En cuanto a líderes, el político uigur más famoso no es chino, sino que es el mismísimo primer ministro del vecino Estado de Kazajistán, Karim Massimov. En tanto en China el político más encumbrado es el histórico dirigente Ismail Amat. Éste oficia de vicepresidente del Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional (el puesto más alto que alcanza un uigur desde 1949), y regularmente es enviado especial del presidente chino en visitas a Estados del mundo islámico. Por otro lado, la figura contestataria uigur que alcanzó una mayor fama fue Wuerkaixi, aunque sólo en su calidad de líder pro-democrático durante las protestas de Tiananmen. En fin, la ya citada Rebiya Kadeer es internacionalmente muy poco conocida.

Por otro lado, la Región Autónoma noroccidental no cuenta con la simpatía y ayuda mediático-financiera global de que disponen los tibetanos. Los uigures sólo tienen determinados centros de apoyo en Kazajistán, Turquía (el centro histórico de los países de habla túrquica) y Alemania (destino principal de inmigración laboral turca), además de EEUU y Australia. Y si bien en 2004 se formó una organización con afán aglutinante conocida como Congreso Mundial Uigur, que congrega a los grupos nacionalistas de la diáspora, los uigures defienden con apenas incidencia su causa nacional y la de los derechos humanos en la China occidental.

A la vez, mientras desde hace una década el Dalai Lama evoluciona hacia una estrategia más realista de reconocimiento del Estado chino, se desconoce un ideario político similar relacionado con las aspiraciones de los uigures en el Xinjiang. También, a diferencia del Tíbet, de la región vecina simplemente no hay en Occidente imágenes de los famosos levantamientos ni de las reacciones represivas del Estado chino frente a las cuales quepa alguna solidaridad exterior.

Por qué no debiera haber “otro” Tíbet
Se estima que antes de los JJOO Pekín cuenta con cerca de 200.000 soldados en la Región Autónoma del Xinjiang, vigilantes en los pasos transfronterizos y en el interior. Además, se ha reforzado a nivel nacional y local el proyecto “Escudo de oro” de Internet, de manera que se detecta rápidamente a quienes intentan acceder a términos prohibidos en los cibercafés, incluso en las pequeñas aldeas.

Al Xinjiang se le vigila adicionalmente desde los países de la Organización para la Cooperación de Shanghai (OCS). Pekín le ha pedido a la Organización, y especialmente a Kazajistán y a Kirguizistán (países donde vive una comunidad de 350.000 uigures) que sigan a los sospechosos y que extraditen a China a posibles terroristas o fugitivos. Amnistía Internacional en su informe 2008 atestigua que ya se ha comenzado a materializar esta colaboración. Añadidamente, los ejercicios anuales de la OCS del año pasado, que incluyeron maniobras antiterroristas que simulaban desbaratar una célula terrorista que chantajeaba con material nuclear, se celebraron tanto en el Xinjiang como en los Urales.

A nivel argumental, Pekín desde hace 10 años y de forma acumulativa utiliza cinco nociones para justificar sus métodos preventivos y represivos en su Región Autónoma noroccidental. En primer lugar, en el marco de la lucha contra la pura y simple criminalidad, denominada Yanda (golpea fuerte, en chino). En segundo lugar, la noción se desarrolla dentro del marco conceptual de la OCS, que acepta que los tres males a combatir conjuntamente son el separatismo, el terrorismo y el extremismo. La tercera noción es la “guerra contra el terror” tras el 11-S, gracias a EEUU, que clasificó, aunque con algunas dudas, al ETIMx como grupo terrorista. El cuarto aspecto es la pura y simple cobertura que proporciona a la acción china la presencia de las fuerzas multinacionales de la ISAF en el vecino Afganistán. Por último, y en quinto lugar, el enfoque chino se enriquece con las percepciones internacionales comúnmente aceptadas de terrorismo o inseguridad. Así por ejemplo, se asocia al ETIM como una versión oriental de Hezbollah o de ETA. O con el combate del tráfico regional de drogas, prioridad de Naciones Unidas en Afganistán.

Por supuesto, los principales dirigentes y estrategas del Oeste chino son de etnia han, no uigures. Ni tampoco kazajos, kirguizes o tayicos, pueblos centroasiáticos que conviven en el Xinjiang en un número claramente menor que los casi 9 millones de uigures que lo habitan. Destaca Wang Lequan, la mayor autoridad del Partido Comunista en Xinjiang, de etnia han, nacido en la costa y con una carrera en la Región Autónoma desde 1991. También Pan Zhiping, director de la Academia de Ciencias Sociales del Xinjiang, que ha teorizado una estrategia para la Región de vinculación intercontinental Oeste-Sur.

Pekín enfoca de manera ambivalente a la Región Autónoma. Por un lado, como se ha visto, la trata con ciertos rasgos de fortaleza sitiada. Pero a la vez es consciente de su importancia dentro del Plan Oeste de desarrollo de provincias y regiones autónomas occidentales lanzado en 2000.

Pero hay más: en los últimos meses se especula con insistencia que en un futuro el Xinjiang se podría convertir en punto de llegada de parte del petróleo que China importa desde Oriente Medio y África y que en un 80% transita por el Estrecho de Malacca. Hacia esa posibilidad apunta el agrandamiento del puerto de Gwadar, en las costas de Pakistán, construido con ayuda china y, por otro lado, la expansión de la carretera xinjianesa de Karakorum. El puerto de Gwadar es visto por el estratega Pan Zhiping, citado más arriba, como “un nuevo canal de la energía”, capaz de transportar petróleo por carretera, ferrovías u oleoductos. A la vez, Pekín considera seriamente el proyecto macrorregional de la Autopista Asiática propiciada por Naciones Unidas desde hace tres años y previsto para una enorme zona del Asia continental, que incluye al Xinjiang como plataforma de conexión Este-Oeste y de rango euroasiático.

Conclusiones: Las noticias de alzamientos y desórdenes y las medidas de control preventivas en el Xinjiang contienen la cuota de vaguedad típica de los terrorismos y contraterrorismos ajenos a los entornos democráticos. Paralelamente, Pekín mantiene una nebulosa informativa que constituye una ambigüedad estratégica poco discernible de la desplegada por la “guerra contra el terror” de la Administración Bush.

Faltan pistas más contrastadas sobre la autoría real de las bombas que han explotado en la provincia de Yunnan en la tercera semana de julio y, especialmente, sobre la trama logística del ataque del 4 de agosto (con sólo dos autores y ya relacionada al ETIM por las autoridades chinas). Lo que no se ha logrado en todos estos años son explicaciones oficiales más coherentes y creíbles sobre las ramificaciones del fenómeno de la insatisfacción pacífica o armada en el Oeste chino.

Pekín se enfrenta una amenaza incesante aunque muy acotada. El peor escenario posible sería una vinculación entre tibetanos y uigures radicales. Con todo, el Partido Comunista tendría que hacer muy mal las cosas para que se lograse esa hipotética y explosiva alianza.

Más allá de los colectivos con conciencia política, a nivel masivo hay una relativa y mutua sensación de lejanía entre los xinjianeses y los chinos de la costa, quienes apenas conocen a la estratégica región. Así, en lo inmediato, el dato clave no es que haya xinjianeses en el equipo de baloncesto de la representación china en los JJOO, sino el grado de fervor que suscitará el evento. En el Xinjiang no será la ardiente adhesión compartida por la gran mayoría del país.

Por otro lado, una de las asignaturas pendientes para Pekín en el país y en el exterior es difundir mejor que una tierra menos atrasada y exótica que nunca se está transformando progresivamente en ruta de infraestructuras y de comercio Este-Oeste con potencial Sur-Oeste.

Por último, el progreso material que se vive en el Xinjiang está dando, como a los demás chinos de la etnia mayoritaria han, mayores espacios de libertad personal. Pero sigue instalada en la Región la percepción de que el progreso general convive con una relativa discriminación a favor de la etnia han, con un añadido coste identitario. Lo anterior exigirá a Pekín una administración que considere todos los factores de convivencia en juego, entre ellos mejores repartos del evidente crecimiento económico del Xinjiang.

Augusto Soto, consultor y profesor en ESADE (Real Instituto Elcano)