¿Qué pensar ahora de George Bush?

Ya en dos momentos anteriores, en los años 2003 y 2005, escribí en ABC dos artículos intentando defender o, al menos, comprender a George Bush. Una misión casi imposible, dado el ambiente europeo. Pero antes que cualquier ambiente está la búsqueda de lo que uno entiende por verdad. Para esto está el pensamiento libre. Y yo decía que el verdadero cowboy no era Bush, sino Saddam Hussein. No era un ignorante a caballo en la pradera. Representaba muchas cosas, con acierto cambiante.

Desde entonces han corrido muchas aguas. Conviene repensar el tema. El verdadero ejercicio del pensamiento es tratar de comprender y, si hace falta, de defender. Pero no a ciegas. Como cuando, en la antigua Atenas, Gorgias de Leontinos escribió la defensa de Helena, a la que todos motejaban (y la amaban secretamente).

Por supuesto, Bush ha cometido muchos errores o se los han hecho cometer, él lo sabe perfectamente. Pero creo que el núcleo último de su política favorece al Occidente todo. Voy a explicarme.

Para muchísimos es claro que Bush padre se quedó corto, él y el mundo todo deberían haberse deshecho de Saddam Hussein (a Bush hijo se le quedó el trauma de ese fracaso). Saddam era un asesino nato: no es que tuviera armas de destrucción masiva (los judíos se las habían aniquilado), ese arma era él. Millones de muertos: Irán, Kuwait, los kurdos, qué voy a decir. Sus asesores hicieron que Bush joven se engañara e hiciera el ridículo insistiendo en aquellas famosas armas.
Pero el primer error, el error inicial, no fue suyo, sino de Europa. Si Francia y Rusia, por ejemplo, se hubieran puesto al lado de América, Saddam habría capitulado, no habría hecho falta guerra alguna. Pero tenían inconfesables resentimientos contra América y vergonzosos intereses económicos que favorecían la permanencia en el poder de Saddam al menos por un tiempo («tente mientras cobro», como decía el gitano del burro que vendía).

Organizaron números impresentables en la ONU. Cierto que, aunque fuera demasiado tarde, al final dieron la luz verde a una intervención militar. Eso de la guerra ilegal de que tanto ha hablado la progresía española, no es cierto. Demasiado tarde, sí, el daño propagandístico estaba hecho. Y así, España jamás entró en guerra alguna, tan poco o tan mucho como cuando, ahora, está en varias guerras o intervenciones que no hay que llamar guerras, no es correcto.

Zapatero se retiró de Irak y la gran campaña de propaganda (EEUU malvado, España en guerra por culpa de Aznar) quedó lanzada. El antiamericanismo, ya se sabe, cuela bien en Europa, a la que América ha salvado más de una vez. Viejos resentimientos.

En fin, Bush quedó aislado, sólo Blair le fue fiel. Aznar le apoyó con la famosa y supuestamente vergonzosa foto, aunque la verdad es que España no hacía sino un pequeño paripé. Y los asesores de Bush, Rumsfeld o Cheney o quien fuera, fallaron. Llevaron a Irak un mínimo ejército, eso sí, con muchos aviones, muchas bombas, mucha tecnología. Aplastarían a aquel ejército del sátrapa y todos los acogerían como a democráticos liberadores. Tras eso, a casa llenos de gloria.

No habían aprendido la lección de Vietnam, donde millones de hombrecitos amarillos, que no contaban sus pérdidas, vencieron a los B-52 y a los defoliantes y a los blancos bien nutridos. Donde los demócratas impusieron la retirada -con ayuda de la prensa del Este, de la televisión (que metía todas las desgracias en las salas de estar) y de los estudiantes que, simplemente, no querían ir a la guerra. Y era una guerra que habían emprendido, precisamente, ellos, con Lyndon Johnson.
Fue vil su campaña, destinada, por supuesto, a hacerse con el poder. Aprovecharon una vulgar ratería nada clara (el Watergate) y se cargaron a Nixon, luego se retiraron del Vietnam, dieron la victoria al enemigo (la famosa foto de los que, desde la terraza, escapaban al helicóptero). Más tarde, negaron los créditos para que Vietnam del Sur, los aliados de América, pudieran resistir a los comunistas. Una vergüenza que ahora intentan repetir, apoyados por la prensa y demás. O sea: cuando Bush compara la retirada de Vietnam, y la derrota consiguiente, con esta que ahora le proponen, tiene razón que le sobra.

Total, EEUU perdió aquella guerra (pero es grande, ahora Vietnam la necesita). Y Bush, descontento con los resultados de su padre, que había dejado en el poder a Saddam, el gaseador de enemigos, se irritó y se irritó también con el Occidente que le abandonaba. Dio un paso al frente.

Hombre valeroso, eso escribí, vuelvo a escribirlo. Pero mal aconsejado. Quería triunfar con cuatro hombres y medio y, eso sí, muchas bombas, mucha tecnología. Sí, se cargó el ejército del dictador, pero en lo demás fracasó. Creía que los iraquíes iban a recibir a la democracia con banderas ¡y ni sabían lo que era, desde hacía tres mil años no habían conocido otra cosa que tiranías!

Los americanos no tenían en Irak tropas ni para evitar saqueos ni la guerra entre sunníes y chiítas (lo ignoraban todo de ellos) ni la infiltración de Al Quaida.

La tecnología sirve para lo que sirve y no sirve para lo que no sirve. Ya se vio en Vietnam. La lección no aprendida se la enseñaron ahora, otra vez, los iraquíes.

¡Y, encima, toda la progresía mundial contra Bush, diciendo que era reaccionario! Como cuando la primera guerra de Irak, yo ví a esos supuestos demócratas desfilar por la calle de Alcalá, con turbantes y todo algunos de ellos (pero Felipe González no les hizo caso). Puede que el segundo Bush fuera reaccionario, él y las fuerzas que le apoyaban, pero tras el 11 de Septiembre, ¿qué podía hacer? En todo caso, mucho más reaccionario es el islamismo radical, Al Quaida y los demás: su razón de existir es una reacción contra Occidente.

Por supuesto, en España, para muchos socialistas, la culpa era del PP. Pero el partido demócrata americano tuvo, en esta ocasión, el patriotismo de no hacer nada parecido. Apoyó a Bush o a América, como quieran (aunque había retrocedido al final de la guerra del Vietnam y, a partir de un momento, algunos de ellos, en esta de Irak de ahora).

Bien, el caso es que Bush, a partir de un momento, se encontró más bien solo en la guerra de Irak, con sus hombres acosados por Al Quaida y por los islamistas de varias confesiones. Y con toda la prensa progresista (y la llamada de derechas, a veces) también enfrente. Y con sus asesores (los autores del desastre, por pésima planificación) dimitiendo. Y con la Televisión transmitiendo los desastres, como siempre. Y con el partido demócrata pidiendo la retirada (y su cabeza, como antes la de Nixon), a ver si, subiéndose a la ola, recuperaban el poder en las elecciones próximas.

Que Bush fije la fecha para la retirada, deje a Maliki o a quien sea, ya se ocuparán luego de recortar los fondos y hacer que todo se pierda otra vez.

Y Bush, cuyo partido también necesita los votos y también sufre las muertes y todas las desgracias, ha dicho una palabra noble de sólo dos letras, la misma en inglés y en español: no.

Entonces, sea cualquiera el resultado final, lo menos que de él puede decirse es que, con sus errores inducidos o propios, es un hombre valeroso.

Y que América es la última o una de las últimas defensasque nos quedan ante los desastres que amenazan al mundo: concretamente, ante el islamismo radical, en cualquiera de sus múltiples facetas.

Equivocado o no en A o en B, Bush es el que, en el fondo, tiene razón. Es el que nos defiende.

Francisco Rodríguez Adrados, de las Reales Academias Española y de la Historia.