¿Qué se juega Europa el 9-M?

Europa se encuentra de nuevo en una encrucijada. Las elecciones españolas son cruciales para garantizar el equilibrio ahora que el continente afronta nuevos retos. Europa necesita una España fuerte, progresista, tolerante y abierta, para que en la UE sea posible compensar la presencia de la derecha neoliberal y nacionalista con partidos de corte social progresista como el PSOE en España, los socialdemócratas del norte de Europa y los laboristas en Gran Bretaña. El posible regreso de Silvio Berlusconi en Italia representa un nuevo riesgo para la construcción y la integración europeas.

En un mundo cada vez más globalizado, el peligro no es que en el futuro haya demasiada Europa, sino demasiado poca. El taburete europeo tiene tres patas. La primera, una economía abierta de mercado sin fronteras ni proteccionismo nacional. La segunda, un compromiso con las obligaciones sociales y ecológicas y una clara separación de la iglesia y la política. La tercera, el compromiso de que Europa actúe fuera de sus fronteras, sobre todo en las regiones vecinas de Oriente Próximo, el Mediterráneo y África.

Europa no sustituye a la nación-Estado, sino que aporta valor añadido a lo que hacen los gobiernos. Europa no exige uniformidad: Gran Bretaña no utiliza el euro. España no está de acuerdo con la mayoría de los Estados europeos respecto a Kosovo. Alemania no quiere hablar de la energía nuclear. Francia rechaza cualquier reforma del enorme presupuesto agrario que beneficia a las empresas exportadoras del sector en dicho país.

Estas diferencias son importantes y pueden suscitar controversias. Pero Europa es lo bastante grande como para que cada país pueda defender sus propias ideas. El proyecto de la Alianza de Civilizaciones agrupa a España y Turquía contra los conservadores islamófobos de toda Europa, que pretenden que Turquía siga teniendo un papel subordinado. La iniciativa de Zapatero al lanzar la Alianza no disminuye la necesidad de España y Europa de permanecer alerta en la lucha contra el terrorismo, tanto el inspirado por los extremistas islamistas de la yihad como por terroristas domésticos como la reaccionaria y protofascista ETA.

Europa tiene hoy tres retos fundamentales. El primero, cómo relanzar el crecimiento, sobre todo en los países en los que la derecha ocupa el poder. Los gobiernos de izquierda de Europa, como los de Gran Bretaña y España, tienen un historial de comportamiento económico mucho mejor que el de los conservadores.

El segundo reto es conseguir que el Tratado de Lisboa sea un éxito. En 2009, Europa tendrá que elegir a su primer presidente y a un nuevo ministro de Exteriores, además de decidir quién va a presidir la Comisión. Ha circulado ya el nombre de Tony Blair como posible presidente del Consejo Europeo. El ex ministro del PSOE Javier Solana representa la mayor aportación de España al compromiso de la Unión Europea de asumir un papel mundial en el siglo XXI. Los nuevos poderes del ministro de Exteriores de la UE, incluso con su modesto título oficial de Alto Representante, permitirán que Europa tenga una presencia mayor en el mundo.

Estos cargos y el de presidente de la Comisión se decidirán en función de los alineamientos políticos en toda Europa. Es importante que, tanto en España como en las elecciones del próximo año al Parlamento Europeo, la izquierda europea siga contando con el apoyo del electorado. Europa necesita un equilibrio de naciones y un equilibrio de fuerzas políticas. Una Europa totalmente en manos de la derecha estará desequilibrada. Europa necesita la voz enérgica de los ministros del PSOE y sus aliados para que las decisiones sean justas.

El tercer reto de Europa es el de forjar una nueva relación con el otro lado del Atlántico. El próximo año, por estas fechas, habrá ya un nuevo presidente en Estados Unidos. Los tristes años de divisiones entre Estados Unidos y Europa, cuando George W. Bush chocaba con Jacques Chirac y Gerhard Schröder, han quedado ya atrás. Gran parte de la derecha europea sigue enzarzada en ese viejo debate. Sigue viendo el mundo a través del telescopio neocon, cuando hace ya tiempo que el debate político y la opinión pública en EE UU han pasado la página. Ahora tenemos una auténtica oportunidad de que una Europa progresista tenga un papel más activo en el mundo.

Como socialistas, nos gustaría que hubiera un presidente demócrata en la Casa Blanca. Pero un presidente Obama o una presidenta Clinton tomarán sus decisiones con arreglo a los intereses nacionales de EE UU, igual que un presidente McCain. Razón de más para que en Europa exista un equilibrio entre gobiernos de izquierda y de derecha, ahora que comienza una nueva era en las relaciones euroatlánticas.

El Partido Laborista y el PSOE tienen posturas concretas sobre Europa y, por supuesto, algunas discrepancias. Pero ambos partidos pueden hacer una gran contribución al nuevo capítulo de la historia de la construcción europea. Con la inclinación hacia la derecha en otros países europeos es importante que España ayude a sostener el equilibrio político de Europa en este momento crucial de la historia de la UE.

Denis MacShane, diputado laborista y ex ministro británico para Europa, y Carlos Carnero, eurodiputado del PSOE. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.