¿'Quo vadis', Latinoamérica?

Por Emilio Menéndez del Valle, embajador de España y eurodiputado socialista (EL PAÍS, 08/05/06):

El 12 y 13 de mayo tendrá lugar en Viena la IV Cumbre Unión Europea / América Latina-Caribe. Allí los jefes de Estado y de Gobierno confrontarán varios hechos significativos, positivos y negativos. Positivo es el empeño creciente del Parlamento Europeo y de los parlamentarios latinoamericanos por reforzar las incipientes estructuras de integración regional (Mercosur, Comunidad Andina, Sistema de Integración Centroamericano), así como la relación entre estos últimos y la Unión Europea. Negativas son las posiciones disgregadoras y desintegradoras aparecidas recientemente, así como la tendencia a rearmarse en la región, todas ellas protagonizadas por distintos gobiernos.

El Mercado Común del Sur (Mercosur) -que agrupa a Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay (Venezuela acaba de iniciar un proceso de incorporación al mismo)- y la Comunidad Andina de Naciones, CAN (Colombia, Perú, Bolivia, Ecuador y, todavía, Venezuela) son los dos experimentos integradores del continente más interesantes. Mercosur -por PIB, habitantes y la destacada actuación brasileña en las relaciones internacionales, políticas y económicas- aventaja a la CAN. Ambas organizaciones sufren hoy una crisis. Por razones específicas de cada uno de los dos bloques, pero también por un factor común, si bien éste no está presente ni de la misma manera ni en todos los Estados. Me refiero al papel de los Estados Unidos y a cómo reaccionan ante él unos y otros.

Hay, por otro lado, algo importante a reseñar: nunca se habían dado crisis tan serias simultáneamente en el Mercosur y la CAN. El detonante en el primero ha consistido en un enfrentamiento entre Argentina y Uruguay a causa de la construcción en este país, pero sobre aguas que comparte con el primero, de dos fábricas de celulosa. Buenos Aires insiste en que se producirá una contaminación. Montevideo lo niega y pide la intervención de Mercosur para dirimir el conflicto. Buenos Aires -que preside temporalmente la organización- contempla el problema bilateralmente y se niega a atender los requerimientos de Uruguay. Ello ha llevado al presidente de este país, el socialista Tabaré Vázquez, a declarar que "Mercosur no sirve" y a importantes círculos de su país a reclamar la negociación de un tratado de libre comercio (TLC) con Estados Unidos, lo que dañaría el proceso integrador del propio Mercosur.

La "guerra de las papeleras" es, no obstante, sólo la punta del iceberg. Los dos países menos grandes, Paraguay y Uruguay, se quejan del predominio de los otros dos y sobre todo del del gigante brasileño. Para complicar las cosas, los presidentes argentino, Kirchner, y brasileño, Lula, se reunieron el pasado 26 de abril en São Paulo y ratificaron su "alianza estratégica", al tiempo que afirmaron que el conflicto uruguayo-argentino debe resolverse en el ámbito bilateral.

La otra gran crisis es la de la Comunidad Andina de Naciones, que Venezuela ha decidido abandonar afirmando que tampoco sirve. Hugo Chávez ha declarado que la CAN sólo defiende los intereses de las élites y de las multinacionales: "No le sirve a los indios, a los negros, ni a los pobres". En este caso, el detonante ha sido la firma de dos miembros de la CAN, Colombia y Perú, de sendos TLC con Washington. Para Bolivia la firma por Bogotá de ese tratado con Washington es un golpe importante pues las exportaciones de soja que efectúa a Colombia serán reemplazadas por soja estadounidense, más barata por ser transgénica. Evo Morales, que sustituirá a Chávez en junio como presidente de la CAN, se niega a que Chávez le entregue "un cadáver": "Ruego a los presidentes de Colombia y Perú que suspendan el TLC con Washington. Se comprende que Uribe firme el TLC, por la clase social de donde viene, pero es increíble la actitud del presidente Toledo, que dice representar a los indígenas, y con el TLC ha traicionado el movimiento indígena en toda Latinoamérica". ¿Surrealismo mágico latinoamericano? La situación ha empujado al presidente boliviano a cerrar filas con Chávez y Castro. Los tres han firmado en La Habana el 29 de abril el Tratado de Comercio de los Pueblos (TCP), antítesis de los TLC que lidera Washington, y Morales ha decidido nacionalizar.

No obstante, en paralelo, se producen muy importantes acuerdos que, de concretarse, reforzarían la integración económica primero y, de poderse comparar con la experiencia europea, la política después. Así, el llamado gasoducto del Sur, que, pretende llegar desde Venezuela hasta Argentina, atravesando Brasil y Bolivia. De gigantesco coste, aun en estudio. Otro gasoducto de más reducido alcance sería el que uniese a Uruguay,

Paraguay y Bolivia, con apoyo venezolano. Empero, en el acto de la firma el 19 de abril, el presidente uruguayo solicitó que no discurriera por territorio argentino por miedo a que Buenos Aires pudiera cortar el suministro a Montevideo.

Rebus sic stantibus, ¿qué hacen algunos países latinoamericanos armándose de manera desproporcionada? ¿Temen una amenaza exterior? La única potencial es la de los EE UU y de esa no podrían defenderse con esas armas. Los cuatro países que mayor porcentaje de su PIB dedican a Defensa son, por este orden Ecuador, Chile, Colombia y Bolivia, tres de la CAN y Chile que, felizmente, acaba de tener un gesto amistoso hacia Bolivia (no mantienen relaciones diplomáticas desde hace 28 años) al mencionar la posibilidad de un acceso soberano al mar para la nación andina. Esa carrera armamentista debe ser detenida en beneficio del desarrollo de todos los pueblos de América Latina.

En el mundo globalizado de hoy, las únicas armas que necesita EE UU para imponer su hegemonía en su patio de atrás son las económicas y comerciales. Lo han intentado colectivamente con el ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas), que Venezuela pretende utópicamente contrarrestar con el ALBA (Alternativa Bolivariana de las Américas). El ALCA ha fracasado, en parte por la oposición de Buenos Aires y Brasilia, y Washington lo ensaya ahora país por país. Hugo Chávez, valiéndose de la jerga del surrealismo mágico, lo denuncia así: "No pudieron imponer el ALCA, pero están logrando que algunos países les firmen unos mini-ALCA, unos alquitas". Por cierto, a título de anécdota, de los 34 países de América Latina-Caribe, sólo 7 apoyaron a Washington en su invasión de Irak (República Dominicana, Costa Rica, Salvador, Honduras, Nicaragua, Panamá y Colombia) y en esos momentos estaban negociando con él acuerdos comerciales.

En cualquier caso, los TLC ratificados han supuesto un buen negocio para los exportadores norteamericanos. Por ejemplo, en los dos años de vigencia del acuerdo con Chile han duplicado las exportaciones a este país. Sin embargo, la mayoría de los pocos Gobiernos que han firmado TLC con EE UU tienen una sensación cuando menos agridulce. No parece que el trato sea equitativo ni tampoco que el libre comercio haya reducido significativamente la pobreza en América Latina, y no es exagerado sostener que los TLC pueden acabar dañando seriamente al campesinado de la región, que continúa siendo la mitad de sus 500 millones de habitantes.

¿Puede la reunión de Viena ayudar a América Latina? ¿Puede Europa actuar con generosidad sobre todo en el tema de los subsidios a la agricultura, de forma que los latinoamericanos y caribeños lleguen a ver en la UE una alternativa, si bien no mágica ni surrealista, a la rapiña histórica que para ellos han supuesto los Estados Unidos? Europa -y sobre todo España, por los muy especiales vínculos históricos y culturales- debe liderar un proceso de paz justa y de cooperación genuina, ayudando a la prevención de conflictos en la región, sugiriendo fórmulas para racionalizar la integración regional que eviten las tendencias centrífugas, insinuando vías para lograr cohesión social; esto es, la consolidación de un adecuado equilibrio entre el crecimiento económico y el reparto de la riqueza en la sociedad, lo que equivale al modelo que disfrutamos en Europa y que fue logrado a través del pacto y, precisamente, mediante la lógica de la integración regional.