¿Tenía razón Marx?: la globalización y la caída de la participación del trabajo en el reparto de la renta en los países ricos

Tema: La globalización y las nuevas tecnologías han disminuido el peso de las rentas del trabajo en la economía y han aumentado las desigualdades en los países ricos. Este trabajo analiza dicha evolución, las posibles explicaciones y sus implicaciones políticas.

Resumen: El peso de las rentas del trabajo en la economía ha disminuido debido, por una parte, a la globalización y, por otra, a la adopción de nuevas tecnologías. Es discutible cuál de estas dos causas ha tenido más impacto sobre el reparto de la renta, pero la globalización es la única de las dos que es políticamente contestable mediante el voto proteccionista. Si la caída de la participación del trabajo en la renta no se compensa mediante la propiedad de activos o una red de seguridad social, puede fortalecer las posiciones proteccionistas y amenazar la sostenibilidad de la globalización. Por tanto, si el Estado del Bienestar jugó en su momento el papel de mantener la paz interna, hoy día sería necesario para mantener la cooperación internacional.

Análisis: En el siglo XIX Karl Marx auguró el advenimiento del comunismo tras la revolución de los desposeídos, cuya única posibilidad en el sistema capitalista era vender su propia fuerza de trabajo. Aunque la producción aumentara, el proletariado se mantenía en el nivel de subsistencia debido a la existencia de un ejército industrial de reserva, un exceso de oferta de trabajo que deprimía los salarios. Este ejército no llegaba a agotarse nunca ya que el capital sustituía trabajo por la mecanización de la producción. Por tanto, los únicos que se beneficiaban del sistema económico eran los propietarios de capital, y no los trabajadores.

Aunque muchas tesis marxistas se han abandonado, hoy seguimos preguntándonos cómo se reparte la renta anual generada en un país entre la retribución del capital y la del trabajo. Desde 1960 hasta la mitad de los años 80 el reparto fue estable. A grandes rasgos, se puede decir que en los países de la OCDE el trabajo obtenía en torno a un 70% de la renta generada. Aunque el reparto era muy dispar por países, dentro de cada uno era estable.

Durante las últimas dos décadas se está observando una caída generalizada de la participación del trabajo en la renta. Por decirlo con los tintes políticos propios de este tema, cada vez el crecimiento económico favorece relativamente más a los propietarios de capital respecto a los trabajadores. El tema está de plena actualidad: en la reunión de febrero de 2007 los ministros de Economía de la zona euro concluyeron que la participación del trabajo en la renta está en mínimos históricos, reconociendo las profundas implicaciones políticas del análisis del reparto de rentas del capital y del trabajo. Por otra parte, el máximo exponente de las modas en economía, el World Economic Outlook de abril de 2007 del Fondo Monetario Internacional (en adelante, FMI, 2007), dedica un capítulo a este tema.[1]

La gran pregunta es si la caída de la participación del trabajo en la renta de los países ricos se debe a la incorporación al mercado mundial de China e India, con sus “ejércitos industriales de reserva”. Esta tesis estaría basada en la teoría económica neoclásica pero, curiosamente, tendría un aroma marxista. La otra alternativa es que el uso de las nuevas tecnologías favorezca relativamente más la utilización del factor capital que la del trabajo. También se ha contemplado el efecto paliativo que pueden tener los mercados de trabajo anglosajones que, por ser más flexibles, permitirían la creación de empleo más rápida.

La caída en la participación del trabajo respecto a la del capital podría generar un aumento de las desigualdades, en función del grado de concentración de la propiedad del capital. Así, el otro gran interrogante es qué impacto puede tener este cambio en la percepción de los trabajadores de los países ricos sobre la globalización. La cuestión no es trivial, ya que si los trabajadores/votantes perciben que pierden relativamente podrían votar políticas proteccionistas y a favor del cierre de las fronteras.

Nuestro objetivo en este trabajo es estudiar la evolución de la participación del trabajo en la renta, presentar las explicaciones existentes (que hacen referencia a la globalización y las nuevas tecnologías), y concluir con algunas implicaciones de este fenómeno. Más que resolver las preguntas, hemos planteado muchas otras que pueden abrir nuevos caminos de estudio, ya que se trata de un tema de enorme complejidad.

Evolución de la participación del trabajo en la renta de los países ricos

El Gráfico 1 ilustra el descenso generalizado de la participación del trabajo en la renta en los países desarrollados respecto a 1960.[2] El descenso se produce desde principios de los años 80 hasta la actualidad, después de observar un mantenimiento o aumento de la participación durante los años 60 y 70. El descenso desde 1980 hasta 2006 supone una disminución desde unos niveles de alrededor del 70% hasta alrededor del 65%. El descenso sólo se ve interrumpido por la crisis de principios de los 90 y es, para la mayoría de países, más intenso antes de dicha crisis que después.

Gráfico 1. Evolución de la participación del trabajo ajustada (como % del PIB a coste de factores)

Tenía razón Marx

Nota: las series para la media de la UE-15 y la media de la zona euro no son perfectamente comparables antes y después de 1991 debido a la reunificación alemana.
Fuente: elaboración propia con datos de la base de datos AMECO de la Comisión Europea.

El descenso desde 1980 ha sido más marcado en Japón (caída de 12 puntos porcentuales) y en Europa continental (nueve puntos) que en EEUU (sólo cinco). Más en concreto, el Gráfico 2 muestra que donde la participación ha diminuido más (entre 10 y 20 puntos) es en Irlanda, Austria, Corea, Japón, Países Bajos y España. España se sitúa entre los países con mayor caída de la participación y, a diferencia de la tendencia general, esta caída se ha producido también y con bastante fuerza después de la crisis de principios de los años 90.

Los países donde menos ha decrecido la participación (entre dos y cinco puntos) son el Reino Unido, Canadá, Portugal, Grecia y EEUU. Se observa la presencia de tres países anglosajones entre estos cinco y por ello se podría concluir, en términos generales, que el descenso de la participación desde la década de los 80 es más acusado en los países europeos continentales que en EEUU y el resto de países anglosajones (FMI, 2007). Sin embargo, Irlanda y Australia son una excepción y, además, estudiando los datos desde 1960 tal diferencia resulta menos clara, razones por las que somos más escépticos que el FMI en cuanto a que el mercado de trabajo anglosajón esté al margen de la tendencia de caída de la participación del trabajo en la renta.

Gráfico 2. Descenso de la participación del trabajo ajustada entre 1980 y 2006

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Fuente: elaboración propia con datos de la base de datos AMECO de la Comisión Europea.

En todo caso, y después de dos décadas y media de descensos, la situación actual es que en muchos países la participación del trabajo en la renta se encuentra en su mínimo histórico desde 1960. Estos son los casos de Alemania (63%), EEUU (65,5%), Canadá (62%), Austria (62%) e incluso la media de la UE-15 (66%) y de la zona euro (64%). También están muy cerca de su mínimo en Japón (mínimo de 65% en 2004), Francia (mínimo de 66% en 2001) e Italia (mínimo de 61% también en 2001).

España también se sitúa en su mínimo histórico (61,3%), suponiendo la tercera menor participación de la UE-15 (después de Luxemburgo e Irlanda, cuyo nivel está muy por debajo de la media de la UE). Es de suponer que la fuerte caída de España se explique, en parte, por las tendencias que afectan al resto de países de la OCDE, pero también por el boom económico y el hecho de que los beneficios empresariales tienen un comportamiento fuertemente procíclico (el boom habría permitido el crecimiento de los beneficios por encima de su tendencia).

En conclusión, la participación del trabajo en la renta se sitúa en un mínimo histórico en muchos países desarrollados. Esto nos obliga a preguntarnos si estaremos asistiendo a un cambio estructural. Ello otorgaría importancia tanto a los factores que lo provocan, respecto a lo que se profundiza en la siguiente sección, como a las posibles implicaciones, que se tratan en la última.

Explicaciones del cambio: ¿la globalización o la tecnología?
El incremento de la desigualdad en las últimas dos décadas se suele explicar recurriendo a la globalización y a la incorporación de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), sustitutivas del trabajo poco cualificado. Muchas explicaciones atienden a la creciente desigualdad entre trabajadores según su nivel de cualificación. Además, a la luz de los datos que acabamos de presentar, y tal y como a continuación argumentaremos, es posible que la globalización y la adopción de las TIC estén aumentando la desigualdad a través de una segunda vía: el cambio en el reparto de la “tarta”.

La caída de la participación del trabajo en la renta de los países desarrollados se ha producido al mismo tiempo que la integración en el mercado mundial (a través de exportaciones de productos o de emigración) de países emergentes muy poblados con mano de obra no cualificada. El FMI estima que la fuerza de trabajo efectiva mundial se ha multiplicado por cuatro en la última década.

La teoría clásica del comercio internacional concluye que el comercio o el movimiento de factores productivos aumenta el bienestar de todos los países, pero que tiene un impacto redistributivo. Los productores de los países ricos, para afrontar la competencia de países emergentes que se incorporan al mercado mundial (y tienen relativamente más trabajo que capital), se especializarán en producir haciendo uso intensivo del capital, con lo cual precisarán relativamente menos trabajo. El cambio en la demanda de factores hará disminuir el precio del trabajo (el salario) en relación al del capital (beneficios). Sin olvidar las distancias que crean los supuestos neoclásicos, el modelo podría explicar que con la incorporación de países como China e India, relativamente abundantes en trabajo, al mercado mundial, en los países de la OCDE los trabajadores de sectores sometidos a mayor competencia internacional pierden relativamente respecto al capital.

Uno de los argumentos que se esgrime para restar importancia a este fenómeno es el del aumento de la renta total. Aunque la participación del trabajo en la renta caiga a consecuencia de la globalización, si la renta total aumenta gracias a ella, puede que los trabajadores estén en mejor situación. Otra idea similar subraya que la globalización puede permitir la caída de precios de los bienes y servicios que configuran la cesta de consumo representativa. En este caso, la renta real de los consumidores aumenta y puede que los trabajadores, en tanto que son consumidores, se encuentren en mejor situación. Efectivamente, en ambos casos en términos absolutos su bienestar mejora, pero lo que nos interesa es el empeoramiento en términos relativos respecto a otras fuentes de renta, que es lo que hemos analizado en el apartado anterior y lo que puede provocar que retiren el apoyo político a la apertura económica.

Otro cambio que se ha producido al mismo tiempo que la caída de la participación del trabajo en la renta de los países desarrollados ha sido la incorporación de las TIC a los procesos de producción. Esta incorporación ha diferenciado el progreso tecnológico de las últimas décadas de los anteriores, favoreciendo al factor capital frente al trabajo. Guscina (2006), por ejemplo, separa el período 1960-2000 en dos etapas.[3] De 1960 a 1985 (pre-TIC/globalización), concluye que el aumento de la productividad contribuyó positivamente a la participación del trabajo, entendiendo así que el progreso tecnológico fue aumentador del trabajo. Pero en la segunda, de 1985 al 2000, que coincide aproximadamente con el período de descenso de la participación que hemos visto en la anterior sección y con el nacimiento y expansión de las TIC, encuentra que el aumento de la productividad ha contribuido negativamente a la participación, hablando entonces de progreso tecnológico aumentador del capital. El FMI (2007) llega a una conclusión similar.[4]

Vemos, pues, que tanto la globalización como el progreso tecnológico basado en la incorporación de las TIC se citan como las causas de la caída de la participación. Ahora bien, ¿cuál de los dos es el mayor “culpable” de dicha caída?

Quienes, como Bhagwati, Krugman y Feenstra, consideran que son las TIC, argumentan que también en algunos países emergentes se observa una caída de la participación del trabajo (cuando esos países, relativamente mejor dotados de trabajo, son los que deberían experimentar un alza con la globalización). Pero la inclusión de la inmigración y de la deslocalización de la producción de bienes y servicios parece mejorar la capacidad explicativa de la globalización.[5] La deslocalización, característica de la globalización, explica que en algunos países emergentes el trabajo en algunos sectores mejore su retribución, y su participación total aumente. En el estudio econométrico de Guscina los dos factores tienen un peso parecido, mientras que el FMI (2007) se decanta por asignar un ligero mayor peso a las TIC. En ambos estudios el mercado de trabajo desempeña un papel menor.[6] En definitiva, no hay un consenso claro sobre cuál de los dos factores es el más importante.

Por otra parte, las TIC se consideran complementarias del trabajo cualificado y sustitutas del menos cualificado, por lo que cabe preguntarse qué tipo de trabajadores pierde más en términos relativos. El FMI (2007) analiza la participación del trabajo en la renta distinguiendo por una aproximación de niveles de cualificación de los trabajadores (según trabajen en sectores intensivos o no en trabajo no cualificado). Concluye que la participación del trabajo menos cualificado está efectivamente disminuyendo, y que la del trabajo cualificado se mantiene o desciende levemente, es decir, es el primer grupo de trabajadores sobre el que está recayendo en mayor modo el descenso en la participación del trabajo en la renta.

En conclusión, desde la adopción de las TIC y la intensificación de la globalización los trabajadores tienden a sufrir un deterioro de su participación en la renta. Lo que sí está claro es que este deterioro es mayor en el caso de quienes trabajan en un sector intensivo en mano de obra no cualificada. Así, la evolución de la participación estaría ligada a la evolución de las desigualdades entre trabajadores de distinta cualificación.

Implicaciones
El Capital acudía a la mecanización de la producción y al ejército industrial de reserva para explicar el estancamiento de los salarios durante la revolución industrial. No deja de ser curioso que en la actual revolución se hable de la adopción de las TIC o de la incorporación de los trabajadores de los países emergentes al mercado mundial para explicar la caída de la participación del trabajo en la renta.

Si la propiedad del capital no estuviera concentrada, la caída de la participación del trabajo en la renta no implicaría un aumento de las desigualdades. Pero al estarlo, aumentan, no sólo por la profundización de la desigualdad entre trabajadores cualificados y no cualificados, sino por la caída de la participación del trabajo en un contexto de concentración de la propiedad del capital.

Tanto si la causa de esta segunda fuente de incremento de la desigualdad es la globalización como si es la incorporación de las TIC, puede que los votantes perciban que pierden relativamente a causa de la globalización. En efecto, nadie pone en duda los beneficios de los avances tecnológicos. El no adoptarlos no es una alternativa en los programas políticos y, de hecho, hay consenso en impulsarlos. Por el contrario, la globalización está provocando cambios más visibles en el mercado de trabajo y recibe más atención en los medios de comunicación. Esto genera un riesgo de que aumente el peso del voto pro-autárquico o aislacionista.

Ese riesgo no es trivial. Puede peligrar un proceso que está permitiendo un incremento de la renta mundial a una velocidad no experimentada hasta ahora, y está sacando de la pobreza a una gran parte de la población. Además, el voto antiglobalización se lo apropian en ocasiones las posiciones más puramente nacionalistas y opuestas a la cooperación internacional.

Existen dos vías para matizar esta tendencia: la expansión de la propiedad de activos de capital y la compensación a través de las redes de la seguridad social.

En primer lugar, como hemos dicho, la disminución de la participación del trabajo en la renta genera desigualdad si la propiedad del capital está concentrada. Si los trabajadores son propietarios de activos financieros o inmobiliarios disfrutan del aumento de renta relativa que proviene de esa fuente y se protegen contra la caída de la participación del trabajo. Por tanto, la única forma de que no perciban que están perdiendo relativamente es si la propiedad de activos financieros está ampliamente extendida. Una línea de investigación interesante es comprobar la evolución del reparto de la propiedad del capital y sus beneficios. En principio, los trabajadores de menor renta tienen menor capacidad de ahorro, por lo que tienden a poseer menos capital. Y estos trabajadores tienden a ser justamente los menos cualificados, con lo que deben afrontar una doble posición negativa en el aumento de las desigualdades, y serán, por tanto, los más dispuestos a votar en contra de la globalización, el único “culpable visible” de su empeoramiento relativo.

En segundo lugar, la hipótesis de la compensación sugerida por Dani Rodrik sostiene que el apoyo al libre comercio es mayor cuando hay una red de seguridad social que atenúa las desigualdades y compensa a los trabajadores/votantes del aumento de volatilidad económica asociado a la integración en el mercado global. De ahí se sigue que para evitar el voto proteccionista es necesaria dicha red, o que los países con mejores redes de protección social estarán más resguardados de los embates proteccionistas internos. El mantenimiento de los beneficios de la globalización requiere un Estado del Bienestar que asegure a los trabajadores contra el riesgo de desempleo y les proporcione la formación necesaria para adaptarse a las nuevas tecnologías.

Sin embargo, es difícil probar la correlación entre el apoyo a la globalización y la cobertura de la seguridad social,[7] pero quizá incluyendo la pérdida de participación del trabajo en la renta se pueda explicar mejor por qué países con similares niveles de protección social muestran diferente apoyo a la globalización.

Conclusión: La globalización y las nuevas tecnologías no sólo han hecho aumentar las desigualdades entre trabajadores con distinta formación, sino que también han hecho disminuir el peso de las rentas del trabajo en la economía. Como la propiedad del capital no está uniformemente distribuida, esta caída de la renta del trabajo se traduce en un aumento de las desigualdades. Asistimos, pues, a un aumento de las desigualdades en los países desarrollados de doble origen.

El peso explicativo de la globalización o la incorporación de las TIC es discutible, pero el único que es políticamente contestable mediante el voto proteccionista es la globalización, por lo que la caída de la participación del trabajo, si no se compensa mediante una extensa propiedad de activos o una red de seguridad social, puede amenazar la sostenibilidad de la globalización. Por tanto, si el Estado del Bienestar jugó en su momento el papel de mantener la paz interna, hoy día sería necesario para mantener la cooperación internacional.

Queda para futuros estudios comparar la caída de la participación del trabajo en países con igual acceso a las TIC y diferente patrón de integración en la economía mundial. También sería interesante responder a preguntas como en qué medida la extensión de la propiedad de activos de capital compensa la caída de las rentas del trabajo limitando el aumento de desigualdad, o si la caída de la participación del trabajo puede explicar el diferente apoyo a la globalizaciónen países con una red de protección social similar.

Ferran Casadevall, Técnico Comercial y Economista del Estado, y Clara Crespo, Técnico Comercial y Economista del Estado.

[1] “The Globalization of Labor”, World Economic Outlook, FMI, abril de 2007.[2] Los datos que utilizamos provienen de la base de datos AMECO de la Comisión Europea, pues contiene una serie para la participación de las rentas del trabajo en la economía desde 1960 y para la mayoría de países OCDE. En concreto, utilizaremos la participación ajustada como porcentaje del PIB a coste de factores. Es ajustada porque para tener en cuenta las rentas del trabajo de los trabajadores autónomos supone que éstos reciben un salario igual al salario medio de los trabajadores por cuenta ajena. El PIB se utiliza medido a coste de factores porque, al no tener en cuenta los impuestos indirectos, se adecua mejor a una óptica de reparto de rentas.

[3] Effects of Globalization on Labor’s Share in National Income, Anastasia Guscina, FMI, WP 06/294, 2006.
[4] Llega a esta conclusión aún distinguiendo entre la participación del trabajo cualificado y la del trabajo menos cualificado. Es decir, el progreso tecnológico ha mermado la participación de ambos grupos de trabajadores (aunque en mayor medida la de los menos cualificados).

[5] Véase Robert Feenstra, “Globalization and its Impact on Labor”, Global Economy Lecture 2007, Vienna Institute for International Economic Studies.

[6] El FMI, que había encontrado un menor descenso de la participación del trabajo en los países anglosajones que en los europeos y Japón, concluye que esta diferencia no se debe a un desigual impacto de la globalización, sino a un impacto menos negativo de la tecnología en el primer caso, así como a diferentes políticas en el mercado de trabajo. Sugieren que EEUU ya ha dejado atrás las primeras etapas de la adopción de las TIC, en las cuales los efectos adversos sobre la demanda de trabajo son mayores.

[7] Ver “Apoyo a la globalización y Estado del Bienestar”, Ismael Sanz y Ferran Martínez i Coma, Análisis del Real Instituto Elcano 129/2006.