¿Turquía en la Unión Europea?

Por Marcelino Oreja Aguirre, de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas (ABC, 06/09/04):

Este ha sido un tema recurrente, que se ha discutido en foros políticos, académicos, económicos y periodísticos durante los últimos cincuenta años y que está pendiente de una decisión que adoptará el Consejo Europeo el mes de diciembre, que deberá decidir si procede o no la apertura de negociaciones con ese gran país. No se trata por tanto del ingreso de Turquía en la Unión Europea, sino de la conveniencia de iniciar esas negociaciones, que llevarán muchos años, y cuyo final es, en este momento, incierto.

Para discutir sobre este tema, se ha constituido hace unos meses una Comisión Independiente, de la que formo parte, integrada por antiguos responsables de política europea: Martti Ahtisaari (ex presidente de Finlandia), Kurt Biedenkopf (ex primer ministro de Sajonia), Emma Bonino (ex comisaria europea), Hans van den Broek (ex ministro de Asuntos Exteriores de Holanda), Bronislaw Geremek (ex ministro de Asuntos Exteriores de Polonia), Anthony Giddens (ex director de la Escuela de Economía y Ciencias Políticas de Londres), Michel Rocard (ex primer ministro de Francia) y Albert Rohan, Portavoz (ex secretario general de Asuntos Exteriores de Austria). Su misión ha sido analizar los retos y oportunidades de esa decisión y contribuir a un debate más objetivo y equilibrado sobre este complejo asunto.

Turquía ha marcado desde hace medio siglo una clara orientación europea. Ya en 1856 formó parte del «concierto europeo», en 1922 se instauró con Ataturk una república laica y hoy forma parte de la mayoría de las instituciones europeas: el Consejo de Europa, organizaciones económicas, de seguridad, defensa y desarrollo como OECD, OSCE, OTAN, BERD; y en 1963 firmó un acuerdo de Asociación con la Comunidad Económica Europea, y en 1996, de Unión Aduanera con la Unión Europea.

El Consejo Europeo de 1999 consideró Turquía como posible Estado candidato y en 2002 acordó que en el mes de diciembre de 2004 deberá decidir si se abren las negociaciones. Estos años el proceso de reforma en Turquía ha sido muy intenso. Ocho paquetes de armonización legislativa y muchos cambios constitucionales han modificado las estructuras políticas, legales e institucionales.

En particular en temas de derechos humanos y de minorías, abolición de la pena de muerte, uso de lenguas diferentes del turco en escuelas y medios de comunicación, promoción de libertad religiosa, restricción de los poderes del ejército.

Si la Comisión Europea, que deberá pronunciarse dentro de unas semanas, confirma el cumplimiento de los criterios políticos de Copenhague, la apertura de negociaciones por el Consejo Europeo parece lógica. Sería coherente con las políticas de ampliación de la Unión Europea, y una decisión negativa paralizaría el proceso de transformación y crearía una inestabilidad en las puertas de la Unión.

Turquía tiene una posición geopolítica única en la encrucijada de los Balcanes, el Mediterráneo, Oriente Medio, el Cáucaso, Asia Central. Su ingreso daría un nuevo ímpetu a la Política Exterior de la Unión, en áreas de importancia vital para la seguridad de Europa. Turquía es un país ciertamente importante en el tránsito de productos energéticos, como pone de relieve la actual construcción del oleoducto de Baku-Tbilisi-Ceyhan en la cuenca del Mar Caspio, donde existe uno de los principales yacimientos mundiales de petróleo y gas natural, y aseguraría el acceso a las áreas de Oriente Medio, Asia Central y más allá. En el mismo sentido, debo subrayar la decisiva significación de Turquía en el suministro de agua hacia los países vecinos en Oriente Medio.

Un gran país musulmán dentro de la Unión Europea podría jugar un papel significativo en las relaciones de Europa con el mundo islámico.

Además, la incorporación de Turquía a la Unión permitiría reforzar el papel comunitario en el conflicto de Oriente Medio. Por ello debemos presumir que su contribución en la Europa ampliada sería de extraordinario valor en un asunto tan delicado e importante para las relaciones internacionales, la política exterior y de seguridad común, y, en última instancia, para que facilite un nuevo encuentro transcontinental, que permita la superación de conflictos históricos y la recuperación de la paz y el adecuado y normal desarrollo de esa zona.

Las significativas capacidades militares de Turquía reforzarían la emergencia de la política europea de seguridad y defensa. A lo largo de los años Turquía ha colaborado en importantes misiones de paz, incluyendo las que han tenido lugar en Croacia, Bosnia y Herzegovina y Kosovo, y ha participado también en las operaciones militares y de policía bajo el mando de la Unión Europea en Macedonia. Siendo uno de los socios más fuertes de la OTAN, sería de gran valor para la configuración definitiva de su sistema defensivo. Y también para la adecuada articulación de una política europea en materia de Justicia e Interior, capaz de afrontar con eficacia y determinación las nuevas amenazas para la seguridad.

Con una población de 70 millones de habitantes y una fuerza laboral joven y dinámica, la economía turca tiene un gran potencial, y a pesar de que hoy tiene un alto déficit público y presupuestario, en el primer cuatrimestre de 2004 ha crecido un 10,1 por ciento con una inflación del 8,9 por ciento, mejorando considerablemente los resultados anteriores.

Es cierto que existen aspectos negativos que no se pueden ignorar. Su ingreso acentuará la divergencia existente en el proceso de integración. Es un país que necesitará muchos años ayuda financiera, y un motivo principal de preocupación es su diferente religión de los actuales países de la Unión y la distinta tradición cultural, respecto a los actuales Estados miembros, si bien hoy son ya millones los ciudadanos que en Europa practican la religión islámica y comparten su cultura.

En ese contexto no podemos olvidar el terrible secuestro de dos ciudadanos europeos en Irak y el chantaje terrorista sobre la posición de la sociedad francesa con relación a determinadas manifestaciones religiosas islámicas. Recordemos también que el propio Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo se ha pronunciado en el asunto Leyla Sahin, estudiante de la Universidad de Estambul, sobre la utilización de símbolos religiosos en una sociedad democrática, en el sentido de que la reglamentación de dicho centro que somete el uso del velo islámico a determinadas restricciones se justifica por el necesario equilibrio que debe asegurarse, en una sociedad plural y laica, al respeto de los valores democráticos.

Los islamistas no pueden ignorar, en cualquier caso, las raíces de Europa que se han ido conformando a lo largo de la historia con arreglo a unos valores y principios, que tienen su arraigo en el cristianismo.

Por otra parte, como hemos puesto de relieve en nuestros análisis de la Comisión independiente, debemos trasladar con claridad a la sociedad que la integración es una vía de doble sentido. De la misma forma que los inmigrantes tienen que hacer un esfuerzo real por integrarse en otras comunidades, los Gobiernos anfitriones deben adoptar políticas activas que contribuyan a su verdadera integración.

En conclusión, dada la historia de las relaciones de Turquía con la Unión Europea y el proceso de reforma emprendido por el Gobierno turco, esta Comisión de personas independientes, que presenta ahora su informe a las autoridades comunitarias y en días sucesivos en los diferentes Estados miembros, considera que se debe proceder a la apertura de negociaciones si la Comisión confirma que Turquía cumple con los criterios básicos de respeto de los derechos humanos y de las minorías, y las reglas de economía de mercado.

Lo que conviene subrayar es que este paso, si se da, no significa la adhesión de Turquía, que puede tardar muchos años en producirse. Es sólo la apertura de negociaciones. Su duración y su resultado dependerán de los progresos realizados, pero negar este paso supondría riesgos e inconvenientes. Dada la aceptación del principio de elegibilidad, no parece que existan razones para que el Consejo Europeo de diciembre niegue a Turquía esta oportunidad.